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Pasión centenaria por las motos

Por Santiago Baraldi.- El Moto Club Rosario celebra 100 años de vida con una caravana hasta la localidad de Albarellos. El presidente, Cochi Pasquini, ratifica el espíritu de los fundadores: “Un club de amigos, sin fines de lucro y para salir de paseo”.


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El estatuto del Moto Club Rosario es muy sencillo. Dice que es un club de amigos, sin fines de lucro, para hacer salidas de paseo. Así, hace 100 años que la entidad, una de las cuatro más antiguas del mundo en su rubro, convoca a quienes tienen pasión por las motos, sin importar el tamaño, la cilindrada o la marca del rodado. “Nos une el gusto por la sensación de libertad que sentimos quienes conducimos una moto”, resume su presidente Héctor Cochi Pasquini. En agosto de 1913 Enrique Andreozzi, Estanislao Cornet, Rodolfo de Dominicis, Restitulo Moreira y Salvador Pujadas sentaron las bases del Moto Club Rosario, inspirados en la carrera que en enero de ese año se corrió desde el parque Independencia hasta Buenos Aires por la vieja ruta 9. Las fotos color sepia en un álbum de tapa dura recuerdan a los pioneros que hace un siglo diseñaron el primer circuito a un costado del aeródromo de Alvear.

Próximo a cumplir 70 años, Cochi Pasquini cuenta el origen del escudo de la institución, amarillo y negro, con alas en la parte superior: “En los libros de aquellos años, los fundadores eligieron esos colores argumentando que el amarillo representa el desprecio y el negro, la muerte; desprecio por la muerte”. Con más de un centenar de socios, el Moto Club Rosario se mantiene con fondos propios, y festejará su cumpleaños mañana con un viaje a la localidad de Albarellos, 50 kilómetros al sur de Rosario. “A las 8 de la mañana nos juntamos en nuestra sede para tomar una chocolatada, luego vamos al Monumento a sacarnos la foto grupal, de allí partimos a Albarellos donde está prevista una serie de actividades, como destrezas sobre las motos, y después habrá un buen asado al mediodía. Para los socios es gratis y para todos aquellos que quieran sumarse a los festejos el costo es de 80 pesos la tarjeta”, apunta Pasquini.

En su taller de Pasco al 1100, Cochi pone a punto una Harley-Davidson de 1917. La quiere tener lista para viajar en marzo del año próximo a Daytona, Estados Unidos. “Es un encuentro anual al que ya fui un par de veces. Van más de 450 mil moteros de todo el mundo; somos unos diez que viajamos desde Rosario. En Miami tenemos amigos que nos prestan motos y de allí viajamos, pero esta vez me llevo la moto en un avión, embalada, es un gusto que me quiero dar. Este tipo de motos, que son para museos, allá no las usan y yo quiero andar con esta Harley, que la compré en 2004 en La Falda y de a poco la fui dejando en condiciones”, explica orgulloso.

En 1957, Cochi tenía 13 años. Después de la escuela, por la tarde, se paraba en la puerta de un taller mecánico que había en la esquina de Dorrego y Güemes: “Vivíamos a una cuadra y me fascinaba mirar cómo trabajaban. Un día el dueño me preguntó qué hacía parado ahí afuera y me invitó a pasar; después habló con mi padre y me dejó ayudar. Aprendí el oficio enseguida y mi padre, que era enfermero, me regaló una motocicleta de montaña, pequeña, que usaban los paracaidistas, como un monopatín. Había que repararla y lo hice. Me la llevé al altillo de mi casa y tardé un año en dejarla en condiciones. Siempre tuve motos y si bien nunca tuve inconvenientes, los vecinos le decían a mi viejo que yo era un inconsciente manejando. ‘Don Pasquini, si a su hijo le pasa algo con esa moto va ser su culpa…’, le decían. Mi padre ponía inyecciones en el barrio y todos me veían pasar con el escape libre, haciendo ruido…”.

El Moto Club Rosario estuvo muchos años sin dirección. Cochi comenzó a buscar al último presidente, le planteó que quería hacerse cargo y así consiguió que Gerardo Marino lo pusiera en funciones en el 1980; desde entonces ha sido reelecto por los socios: en diciembre próximo finaliza el mandato vigente. “En la casa de calle Jujuy había una persona viviendo que pagaba los impuestos y no la podíamos sacar. Una vez nos corrió a escopetazos. Así que un día pusimos abogados y pudimos recuperarla, hoy es nuestro lugar de encuentro y es donde planeamos los próximos viajes”, relata.

Pasquini sostiene que el origen del Moto Club se remonta a una carrera que se realizó el 19 de enero de 1913 y que reunió a unos 40 motociclistas del país, que salieron desde Oroño y Pellegrini hasta Buenos Aires por la vieja ruta 9. “Eran carreras que organizaba el Moto Club Argentino con el auspicio de una marca de caños para bicicleta, Criterium, y en agosto de ese año un grupo de rosarinos fundó la sede local porque ya en ese entonces eran muchos los que compartían esta pasión. Las fotos de la época que aún guardamos son increíbles por su valor histórico, los apellidos que hicieron leyenda en las carreras zonales, por ejemplo. Hay registros de carreras de sidecar, donde era muy común que al piloto lo acompañara un enano para que en las curvas hiciera de contrapeso…”, repasa.

Entre los años 72 y 74, Pasquini fue convocado a trabajar en Córdoba por el mítico corredor Oreste Berta. “Allí preparaba motores para sus autos de carrera, incluso yo tenía un Fiat 600 con el que gané varias carreras en la zona, hasta que finalmente me dediqué de lleno al taller. En los años 70 me volví loco con las motos japonesas, eran la novedad. Me traje de Estados Unidos una Kawasaki 900, de las primeras que hubo, el amor por las motos antiguas me llegó con los años”, se ríe.

Por el taller de Pasquini es habitual que se den una vuelta José María Traverso u Oscar Popi Larrauri, quienes confían el arreglo de sus vehículos. En su local hay varias motos antiguas, como una Peugeot de los años 30, o una Gilera de los 50, en excelente estado de conservación. El taller es su refugio, su templo, donde los amigos se suman para intercambiar información; incluso, sus dos hijos varones también heredaron la pasión por las motos.

“En diciembre termino mi mandato y espero que me suceda alguien responsable y con amor por esta pasión, con espíritu amateur, con el mismo que hace 100 años creyeron y dejaron sentado en el estatuto: un club de amigos, sin fines de lucro, para hacer salidas de paseo…”, se emociona Pasquini.

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