El presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, llegó ayer a Costa Rica para discutir por primera vez cara a cara con todos los mandatarios de Centroamérica la viabilidad de la sangrienta guerra contra el narcotráfico, detonante de la violencia en la región. Poco antes, durante su visita a México, advirtió que no cree en la legalización –como propone el presidente de Guatemala– aunque admitió que el alto consumo de drogas que se registra en los Estados Unidos, como la venta de armamentos desde ese país a sus vecinos, alimenta la violencia.
Obama reconoció que la demanda de drogas en Estados Unidos es proporcional a la violencia de los cárteles narcotraficantes en México, donde los niveles de violencia siguen en ascenso como lo fue durante la anterior presidencia de Felipe Calderón (2006-2012), cuando más de 70.000 personas fueron asesinadas en hechos vinculados con el crimen organizado.
Pero el mandatario reiteró su oposición a la legalización como medida para contrarrestar el poder de los cárteles.
“No creo que legalizar las drogas sea la respuesta. En cambio creo en un enfoque global, que no sólo signifique el cumplimiento de la ley sino que incluya la educación, la prevención y el tratamiento. Y vamos a lograrlo”, afirmó Obama, quien se comprometió a hacer todo lo que esté en sus manos para que las armas que se venden en su país estén “lejos de las manos de gente peligrosa”. El jefe estadounidense dio visto bueno para continuar la “estrecha cooperación en materia de seguridad con México, incluso si la naturaleza de esa cooperación va a evolucionar”.
El mandatario alabó el pacto político del gobierno mexicano con la oposición que está impulsando reformas estructurales –de las que han sido aprobadas dos en educación y telecomunicaciones– y ofreció mantener su cooperación para la nueva estrategia de Peña Nieto contra el crimen organizado.
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