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Pánico y desolación en un Chile devastado por la tragedia

Cientos huyen tras alerta de tsunami en balneario chileno, aumenta la cantidad de víctimas por el terremoto del fin de semana.

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Por Claire Rosemberg / Noticias Argentinas

El temor a un nuevo tsunami llevó a cientos de aterrados chilenos a huir ayer de las ciudades costeras, donde la cifra de muertos por la tragedia del fin de semana no cesa de aumentar.

Mientras las réplicas sísmicas hacen revivir el fuerte terremoto y posterior tsunami del sábado que dejaron al menos 802 muertos en el centro-sur de Chile, el aullido de sirenas y gritos de alerta generaron una multitudinaria disparada hacia las colinas que dominan el balneario de Concepción, cuyas áreas bajas fueron arrasadas por las olas.

“Ibamos hacia la ciudad, pero los conductores nos hacían señales para que diéramos la vuelta porque se acercaba un tsunami”, explicó Ignacio Guttieres de Chile TV.

Constitución, conocido por ser un paraíso turístico, fue uno de los lugares más afectados de toda la costa chilena; donde tres enormes olas sucesivas borraron localidades enteras y redujeron a escombros las calles.

Nelson Muna y Patricia Salgado habían llegado a esa ciudad para ofrecer agua y alimentos a los miles de residentes que perdieron sus hogares.

“Estábamos distribuyendo provisiones y vimos que todos corrían al grito de ‘tsunami’ -incluso los soldados corrían- y dejamos todo y corrimos”, narró Muna. “Todavía estoy muy asustada”, acotó Salgado, visiblemente trémula.

“Conserven la calma, es falsa alerta”, anunció la radio nacional. “No hay ningún tsunami”.

El maremoto del sábado causó más víctimas mortales que el sismo que lo precedió. Según el jefe de las operaciones de emergencia, general Bosco Pesse, las olas dejaron cerca de 600 de los 802 decesos del último balance oficial, divulgado ayer.

Una lista manuscrita sobre una gran pizarra blanca colocada contra la valla de la morgue de Concepción daba cuenta de 78 muertos. Y la cifra aumenta con el paso de las horas.

Entre ellos hay siete cuerpos no identificados, en avanzado estado de descomposición con el rótulo “NN” (sin nombre).

Según un funcionario municipal, 20.000 de los 60.000 residentes de Constitución se quedaron sin hogar a causa del sismo.

Grupos de vecinos, muchos de ellos con máscaras a causa del olor nauseabundo, consultan regularmente la pizarra de la morgue para conocer el paradero de familiares, amigos y vecinos.

En el aparcamiento hay un autobús con 15 flamantes ataúdes de madera, una donación de la alcaldía, según indicaba un letrero.

Un perro que estaba en la puerta empieza a ladrar sin cesar, excitado, cuando cuatro funcionarios forenses con atuendos blancos salen de la fría habitación trasladando cuatro bolsas plásticas con cadáveres.

“Necesitamos espacio para más”, afirma un funcionario. “Creo que el perro está reaccionando frente al olor de la muerte”.

En las calles devastadas, varios hombres limpian los escombros con palas y carretillas al tiempo que helicópteros traen la ansiada ayuda.

En la puerta de la morgue una mujer joven llega llorando a la búsqueda del tío de su marido, un hombre de mediana edad con parálisis en una pierna cuya casa, en la primera línea del paso del tsunami, quedó reducida a la nada.

“Buscamos por todas partes, preguntamos a los vecinos, nadie lo ha visto”, dice Máxima Moreno Valdevenido.

Un funcionario forense le entrega una máscara y la acompaña para observar los cuerpos que aún no han sido reclamados.

“No estamos seguros, hay un hombre alto adentro, pero está tan hinchado, tan desfigurado, no estamos seguros. Están comprobando sus huellas dactilares”, solloza Máxima.

Minutos después, el funcionario sale con una identificación positiva y la mujer vuelve a estallar en llanto. “Tengo que irme y hurgar entre las cosas suyas que quedaron para intentar encontrar alguna prueba identificatoria para poder reclamar el cuerpo y sepultarlo”, dice extenuada.

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