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Palmas que acarician y hablan

El Círculo Social, Cultural y Deportivo de Rosario brinda, entre otros talleres, el de Lengua de Señas Argentina, que suma seguidores interesados en comunicarse más y mejor con discapacitados.

Que se padezca la discapacidad de escuchar o hablar no significa que se esté al margen de comunicarse. Todo lo contrario. La comunicación se valoriza mucho más dado que, a diferencia de quienes tienen sus cuerdas vocales y sus oídos en perfectas condiciones (se habla de cuestiones físicas, no de saber o poder “hablar” o “escuchar”) suelen perder tiempo y esfuerzo en palabras y expresiones sin sentido. El Círculo Social, Cultural y Deportivo de Rosario lleva 16 años trabajando con personas discapacitadas y a la que se suman muchos jóvenes con el fin de aprender la lengua de señas para comunicarse con ellos. Hugo Llamosas, integrante del Círculo Social expresó a El Ciudadano su deseo de que el auge de los interesados por aprender esta lengua de señas “abra un gran camino a la integración y a la comunicación”.

“El Círculo Social, Cultural y Deportivo de Rosario fue fundado por un grupo de sordos el 8 de junio de 1984, con la intención de agrupar a los discapacitados auditivos de Rosario y su zona de influencia para defender y cimentar los vínculos culturales, educativos y sociales de la comunidad sorda. De esta manera darles las herramientas necesarias para su integración con la mayoría oyente y tener igualdad de oportunidades en el mercado laboral y en los estamentos de la sociedad actual”, comentó Llamosas.

Además, señaló que en cuanto al registro del espacio, la Inspección General de la Provincia de Santa Fe le otorgó el 21 de septiembre del mismo año la personería jurídica y la Municipalidad la declaró Entidad de Bien Público por la actividad que venía desarrollando en beneficio de la comunidad de la ciudad. Asimismo, el Concejo Deliberante de Rosario declaró de interés municipal los cursos de Lengua de Señas Argentina (LSA) que dicta la entidad en abril de 1997.

Sobre el curso de LSA, Llamosas explicó que se realiza  en un ciclo básico que abarca tres años, luego existe un cuarto nivel (el ciclo superior) y un quinto de perfeccionamiento y práctica para tener la autoridad de intérprete. 

“Los cursos se desarrollan en dos horas semanales, de marzo a noviembre con evaluaciones parciales y una final de promoción en diciembre. Según el nivel el costo promedio por alumno ronda los 50 pesos mensuales y la particularidad de los cursos es que son dictados por instructores sordos que son los que han bebido la lengua desde su cuna”, comentó.

—¿Quiénes son los que se suman a los cursos para aprender el lenguaje de señas?

—Las personas que concurren a los cursos de LSA representan a los grupos más variados. Nos encontramos con profesionales de distintas carreras, con docentes primarios, secundarios y universitarios, con estudiantes de carreras terciarias y de distintas facultades, familiares de sordos y personas en general. Cada uno tiene su propio objetivo, ya que mientras algunos apuntan a poder llegar con su actividad a los sordos y otros a tener una posible salida laboral como intérpretes, están también los que necesitan una comunicación más fluida con sus familiares y quienes quieren agregar un conocimiento más a su cultura.

—¿Considerás que este acercamiento facilita la integración a la sociedad de las personas sordas?

—La importancia de la comunicación se manifiesta cuando sabemos que más del 60 por ciento de la información confluye a través de los órganos auditivos, por lo tanto si el sordo no lee por diversas razones –analfabetismo, acceso a medios, o cualquier otro impedimento– la comunicación sólo la puede recibir por un interlocutor válido, sea otra persona sorda o un intérprete– para poder informarse. Este es un tema cuyo desarrollo que deberíamos extender en su explicación, pues hay que hacer un poco de historia de los orígenes de la lengua de señas, ya que no todos pueden decir que conocen la cultura de los sordos por el simple hecho de haber estado un par de años con ellos. Sin embargo, es una gran oportunidad para la integración de las partes que componen una sociedad.

—¿Por qué te sumaste a trabajar en el Círculo? ¿Qué te atrajo de esta entidad?

—Me atrapó la cultura de los sordos, ya que aparte de ser un mundo distinto, es apasionante, con sus altibajos donde uno se acostumbra al estar con ellos a hablar de otra manera, pues el diálogo de la comunidad es breve, reiterativo y bien directo.

Al tener una relación de trabajo con el presidente de la entidad, me solicitaron colaborar en la organización administrativa y contable de la institución y ese mundo me fue atrapando cada día más. La multiplicidad de tareas que fui realizando fuera de ese objetivo inicial me llevó a ser una pieza necesaria en el andamiaje del Círculo y es sumamente gratificante sentirme tan útil. Hoy llevo 16 años compartiendo mi labor con este grupo de personas de las cuales he aprendido mucho de la vida en sí.

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