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Padre encerró a su hijo en una caja por dos meses

David Knelsen, un canadiense menonita que vive en Bolivia, recluyó a su hijo en un cubículo de madera durante ocho semanas por usar un celular y tomar alcohol.

La fiscalía boliviana liberó a un joven que durante dos meses estuvo encerrado en una caja de madera de tres metros cuadrados y dos metros de alto como castigo por usar un teléfono celular en Santa Cruz, Bolivia, según se informó oficialmente.

El fiscal Ever Mérida, encargado del caso señaló que David Knelsen, canadiense, encerró a su hijo Johan, de 21 años, porque adujo que el chico tenía problemas mentales.

La irrisoria explicación del padre, fue que el joven pretendía usar un celular, estaba usando una radio, bebió alcohol y robó tres pollos. En la comunidad a la que pertenecen está prohibido usar la tecnología, por lo que finalmente lo castigó. Además adujo que el joven no profesa la religión de su comunidad. Padre e hijo son menonitas.

Por sus creencias religiosas, los menonitas llevan una vida sencilla, sin electricidad, ni automóviles y otros progresos de la vida moderna. Se transportan en carretas y visten ropas confeccionadas por ellos mismos.

Unos 45 mil menonitas viven en Bolivia, buena parte de ellos canadienses y mexicanos, dedicados a la labranza en regiones apartadas del oriente. Conservan con celo sus tradiciones centenarias.

“Estaban enojados conmigo. No puedo hacer nada. Estoy hace ocho semanas aquí”, señaló Johan Knelsen mientras estaba encerrado, según un reporte de la televisara ATB.

Por su parte, el padre señaló que su intención era mejorar el comportamiento de su hijo ya que anteriormente lo habían llevado a una clínica psiquiátrica pero no presentó ningunas mejoría.

A su vez, el fiscal explicó que el padre es responsable de vejámenes y tortura ya que el joven no podía salir, a ningún lado y vivir en una caja de dos metros de alto, por dos metros de largo y uno y medio de ancho, con una abertura cuadrada de 20 centímetros por lado, por lo que debía comer, dormir y hacer sus necesidades allí. El muchacho pidió salir y que lo ayudaran a dejar su encierro.

Una vez que se abrió la puerta de la caja, salió un chico alto y fornido que se echó a llorar cuando por fin se vio libre.

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