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Obispo de Tucumán se quejó del discurso “único y excluyente”

El monseñor Alfredo Zecca rechazó el aborto y fertilización asistida durante el tedeum por el aniversario de la Declaración de la Independencia.

El arzobispo de Tucumán, monseñor Alfredo Zecca, afirmó ayer que la Argentina “ha cambiado para peor” al calificar de “inaceptables” los protocolos para las preacticas de aborto y de fertilización asistida, y se quejó de la existencia de “un discurso único y excluyente que convierte automáticamente en enemigo al que con todo derecho discrepa”.

Durante el tedeum por el aniversario de la Declaración de la Independencia, Zecca trazó duras críticas: “Argentina y el mundo, occidente en particular, han cambiado, pero, desgraciadamente, para peor”, dijo desde el púlpito ante el gobernador José Alperovich y el candidato a sucederlo, Juan Manzur.

En un listado de cuestionamientos, el arzobispo enumeró que “se está intentando imponer protocolos de aborto y de fertilización asistida absolutamente inaceptables porque violan el elemental derecho a la vida y a seguir la propia conciencia”.

“En el ámbito educativo, también se avanzan proyectos curriculares que, además de no respetar el derecho natural, violan la libertad de enseñanza y el derecho de los padres de elegir la educación que quieren para sus hijos, y esto, violando la Constitución Nacional, la Constitución Provincial y las leyes vigentes, por lo que la Iglesia ve amenazado su derecho de enseñar”, continuó con los cuestionamientos.

El prelado opinó que en el país “se sancionan leyes de dudosa legitimidad jurídica, basadas en un positivismo inaceptable; se articulan políticas públicas que ignoran derechos humanos; se ataca impunemente a la Iglesia y se vulneran sus derechos y, hasta en algunos medios de comunicación social, se la agrede injustamente, ridiculizando valores religiosos y a quienes los profesan”.

“En un par de décadas, los cristianos nos topamos con esta realidad que nos golpea y nos duele, pero que, a la vez, despierta nuestra conciencia de que estamos en una época en que hay que vivir una fe martirial”, dijo y lamentó que la sociedad se esté “habituando a soportar, por parte de algunos grupos de poder y de pensamiento, la indiferencia, la oposición, la persecución y el desprecio”.

Si bien reconoció que “no se persigue abiertamente” a los creyentes, opinó que “se intimida, no se respeta el derecho de actuar conforme a la propia conciencia y, con ello mismo, se va creando un ambiente de temor en el que ya no es posible confesar abiertamente la fe y actuar en consecuencia”.

“Esto en una sociedad que se dice democrática y pluralista”, aseguró y se preguntó: “¿De qué pluralismo y democracia se habla? ¿De la de un discurso único y excluyente que convierte automáticamente en enemigo al que con todo derecho discrepa?”.

“Las cosas han cambiado notablemente y ya no son los valores emanados de la fe judeocristiana y del derecho natural los que rigen la sociedad”, porque “la cultura ha cambiado”, se quejó, y aseguró que “la Iglesia también cambió. Hoy vivimos en una sociedad pluralista y democrática que debemos agradecer, en la cual la Iglesia no ocupa el lugar de otrora”.

“Vivimos en una cultura que ha perdido en gran medida el rumbo, y a la que es indispensable reencaminar hacia el redescubrimiento de los valores genuinos, humanos y cristianos que la han sustentado en su historia y sin los cuales va camino de su propia disolución. Pero no es cuestión de sacar la paja del ojo ajeno sin ver la viga que tapa el propio”, alertó.

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