Edición Impresa

Panorama Político

No son los medios, es la política

Miguel Lifschitz estaba molesto el viernes a la mañana cuando entraron a su despacho el vicegobernador Carlos Fascendini y varios ministros.


Miguel Lifchitz estaba molesto el viernes a la mañana cuando entraron a su despacho el vicegobernador Carlos Fascendini y varios ministros. El reportaje al prófugo Ramón Monchi Machuca y el informe posterior desde barrio Las Flores hizo estallar al gobernador. Escuchó la opinión de sus colaboradores y decidió que el gobierno tenía que salir a responder.

Esa fue la génesis de la conferencia de prensa del viernes al mediodía, con un Lifschitz enérgico: “No vamos a tolerar que sigan estigmatizando a la ciudad y a la provincia”, bramó.

Cuestionar enfoques de los medios porteños es un camino que anteriormente esbozó, por el mismo tema y cuando surgió la supuesta apropiación de mellizos en Casilda, el ex gobernador Bonfatti. Lifschitz profundizó esa huella el viernes. Tiene sus riesgos, porque el poder de respuesta es fuerte.

Mucho se especuló las últimas horas si la entrevista con Monchi Machuca (no agregó nada nuevo a lo que había dicho en reportajes anteriores) era una operación política del gobierno nacional, secuela de los roces tras la accidentada captura de los prófugos de General Alvear. La Casa Gris no cree en esa hipótesis y se inclina por otras dos posibilidades.

La primera es que obedeció a cuestiones de rating, en un verano donde la cacería de prófugos fue más atractiva que River-Boca y con el traslado caliente de dos cabecillas de Los Monos a una cárcel federal casi en vivo y en directo.

La segunda sí es de raíz política: un “vuelto” por el apoyo a la ley de medios que históricamente sostuvo el socialismo y que días antes de la aparición de Machuca en el 13 fue ratificada públicamente por el diputado provincial Rubén Galassi, aunque con severas críticas al rol de Martín Sabbatella en la Afsca. Según este razonamiento, es esperable que el grupo Clarín pretenda que el socialismo ni ningún otro que no esté comprendido dentro del kirchnerismo se involucre en la guerra judicial y política desatada por los decretos de necesidad y urgencia que pretenden borrar la ley. Menos ahora, que están a un paso de recuperar todo.

Enojo y política

Como político que es, Lifschitz debe haber entendido el jueves a la noche, mientras miraba televisión y caminaba por las paredes, que debía transformar esa calentura en acción política. Debe haber intuido que esos informes de TV no sólo le caían mal a él, que es el gobernador y tiene que rendir examen todos los días en la materia más difícil, sino también a los televidentes rosarinos que, como a los de cualquier otro lugar del país, no les cae en gracia ver a su ciudad zarandeada por “los porteños”, los mismos que en 2001 le instalaron para toda la vida el mote de “comegatos”, etiquetándola ahora como la capital del narcotráfico, por más que haya narcotráfico.

De ahí el “no vamos a permitir que sigan estigmatizando a Rosario…” o aquello de “es injusto y agraviante para los santafesinos…”. Lifschitz es conciente de que el narco tuvo en Rosario y Santa Fe una de sus cabeceras de playa y que se pagó un alto costo de vidas, pero también está convencido de que los medios nacionales que considera sobreexhibieron a Rosario por distintos motivos no fueron a ver ese correlato en la provincia de Buenos Aires que gobernaba Daniel Scioli o la Capital Federal de Mauricio Macri.

Por eso el estiletazo verbal: “Nadie puede ignorar que en la villa 1.11.14, a metros de la Casa Rosada y de todos los canales de Buenos Aires, está el enclave mafioso más importante que hay en la Argentina. Allí sí que no entra ni el Estado ni las policías nacionales o metropolitana, ni los medios nacionales”. Fue como trazar una raya: allá los porteños, acá los santafesinos.

Corral abierto

El repaso de noticias de la última semana permite ver que la actitud y el discurso de Lifschitz contrastan con las declaraciones del intendente de Santa Fe y presidente de la UCR nacional, José Corral, cuando justificó sin ambigüedad alguna el decreto de Macri que triplicó (17 mil millones en un abrir y cerrar de ojos) la coparticipación a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Corral es una figura provincial que cobra vuelo y legítimamente se ganó el traje de precandidato a gobernador en 2019. Aunque parezca apresurado ya puso en marcha esa disputa política, cuyo primer paso es trascender los límites de su ciudad, para lo cual se vio favorecido por la intempestiva renuncia de Ernesto Sanz a la presidencia de la UCR. Para Corral resultó una oportunidad única para acelerar ese objetivo.

Si bien hay que ver cómo se desarrollan los acontecimientos a nivel nacional y provincial, todo indica que prepara su postulación por Cambiemos y no por el Frente Progresista, lo que arrastrará a los radicales de la provincia a definirse por uno u otro espacio y derivará en una fractura para el año que viene, cuando llegue el momento de armar listas de diputados nacionales y Mario Barletta sea la cara visible de ese proyecto.

Corral juega otra partida: ser el interlocutor de la Casa Rosada y referente de Cambiemos en la provincia. Días atrás llevó jefes comunales a la Casa Rosada. No fueron todos, ni siquiera casi todos, pero les sirvió la oportunidad que cualquier jefe comunal quisiera.

Su triple rol de intendente, precandidato y presidente de la UCR le exigirá cintura política.

Por un lado enfrenta el recelo de los dirigentes santafesinos de PRO (también ellos hicieron peregrinar sus intendentes con el mismo magro resultado por ahora). Por el otro debe cuidar que su rol partidario no lo vuelva un exégeta del gobierno nacional en detrimento de los intereses locales.

Localismo vs centralismo

Justificar el decreto que triplica la coparticipación a ciudad de Buenos Aires de un día para otro podría ser un bumerán en la medida que se estiren los plazos para atender necesidades o concretar obras muy esperadas como el puente carretero Santa Fe-Santo Tomé. Otro tanto si se demorasen los avales para que la provincia obtenga financiamiento para infraestructura (por ahora el sí es de palabra), mientras a la ya endeudada provincia de Buenos Aires de María Eugenia Vidal se le autorizó a tomar deuda por 60 mil millones sin pestañear. Corral en primer lugar y la dirigencia local del PRO también, deberán hacer equilibrio si apareciesen esas contradicciones.

Tienen un espejo dónde mirarse: por situaciones no iguales pero parecidas Mónica Fein pagó costos ante los rosarinos. De un intendente se espera que defienda los intereses de su ciudad y no que éstos queden subordinados a los tiempos de un proyecto político. La tolerancia de Fein a esa situación (al menos así lo percibió la ciudad) en sus dos primeros años de gobierno le costó cara, por más que finalmente los fondos y las obras de la provincia llegaron y en buena cantidad. Ahora tiene su segunda oportunidad.

Los discursos políticos en los próximos años cargarán mucho de retórica localista, en contra de los centralismos, etcétera. Si se mira en detalle, el socialismo sufrió ya en la última elección una intensa campaña antirrosarina en la ciudad capital que le hizo daño.

El tema narcotráfico y la defensa irrestricta que Corral hizo de los favores de Macri a Rodríguez Larreta le otorgan la oportunidad a Lifschitz de tomar la bandera de la santafesinidad y desquitarse.

Sin embargo, la reedición discursiva de localismos versus centralismo se profundizará en buena parte del país. Es el flanco apetecible de un gobierno que desborda de porteños, sumado a la particularidad de que por primera vez en la historia presidente y vice son de la ciudad capital.

Los gobernadores peronistas que este sábado se reunieron en San Juan para unificar discurso y exigir recursos parecen dispuestos a explotar la misma veta.

Comentarios

10