Ciudad

Educación para todos

“No miramos la enfermedad, trabajamos con la parte sana”

Patricia Clement y Marcela Menechelli son directora y vice de la “Escuela Hospitalaria”, donde 620 alumnos toman clases.


En 1972, la Asociación de Ex Alumnas de la Escuela Normal Nº 1 comenzó a dar clases a un niño internado en el Hospital Eva Perón, de Granadero Baigorria. Aquel primer caso, por entonces único, fue el inicio de una rueda que no paró de girar. Hoy, más de cuatro décadas después, la Escuela Hospitalaria y Domiciliaria de Rosario se dedica a dar clases a pie de la cama para que todos los chicos que atraviesan por una enfermedad no queden detenidos ni marginados de sus estudios. Recién reconocida en 2011 como tal por el Ministerio de Educación la escuela sin edificio ni patio de recreo es una institución mayor a muchas que tienen sus aulas a punto: la matrícula llega a 620 alumnos.

“Colaboramos en darle una mejor calidad de vida a ese niño que tiene el derecho a seguir educándose, conservar en toda situación el derecho a la educación”, afirma Patricia Clement, directora de la Escuela Hospitalaria, que tiene su sede administrativa en un aula de la Escuela Nº 527 Abanderado Grandoli en Uruguay y Presidente Roca.

“Nosotras somos itinerantes, conformamos un equipo de 12 docentes, más personal directivo: 9 maestros de grado y tres maestras en áreas especiales y desde este año un docente para el nivel inicial; también hay un plantel para los casos domiciliarios”, agrega Marcela Menechelli, vicedirectora de la institución, que por ahora tampoco tiene número.

Los alumnos de la singular obra son chicos que están internados en los hospitales de Niños Víctor J. Vilela, de Niños Zona Norte, el Centenario y el Provincial. Todos pueden acceder a un sistema de apoyo para que “no pierdan el derecho a ser educados” y a la vez puedan continuar a la par y en contacto con sus maestras y compañeros, explican las directivas.

Suma que multiplica

Alumnos que padecen patologías crónicas en espera de trasplantes, traumatismos, quemaduras o problemas oncológicos y se vieron imposibilitados de asistir a sus escuelas o deben permanecer en reposo por largos períodos asisten a clases sin moverse, tanto en el centro médico en el que están internados o hasta en sus propios hogares.

“En 2012 se puso en marcha la cobertura de educación hospitalaria y domiciliaria para los tres niveles: inicial, primario y secundario. Los chicos que están en situación de enfermedad en el hospital o en el domicilio, con la sola presentación de un certificado médico que acredite un mínimo de 30 días de internación, es suficiente para que los visitemos. Hoy es tanto el avance médico que vamos al hospital y nos ha ocurrido que allí nos enteramos que el chico ya pasó a su casa”, marca la vicedirectora Menechelli.
Junto a la directora, ambas coinciden en la importancia del vínculo que se genera con el personal hospitalario, con médicos y enfermeros. “Son nuestro complemento”, elogian.

Clement asegura que al comienzo a los más chicos hasta les parece una broma: “Uy, la seño me sigue hasta en la cama”, les dicen. “Pero después están preguntando cuándo volvemos. El tiempo ahí adentro se hace muy largo y por ejemplo, es notable cómo cumplen con las tareas y la lectura”, destacan.

Sólo al Vilela van tres docentes por la mañana y tres por la tarde. “Es donde más niños están internados, y donde están los casos de mayor complejidad. Hay chicos con trasplantes o con quimio”, explican las docentes.

Pero también en los hospitales Zona Norte, Centenario y Provincial, los docentes cumplen su horario trabajando con los niños a pie de cama: “Se adaptan a cada caso. Incluso, hay medidas de bioseguridad que deben respetar, y tienen que saber cómo trabajar con un niño que está en tratamiento oncológico”, distinguen.

La Escuela Hospitalaria también concurre al Sanatorio de Niños y al Sanatorio de la Mujer, donde hay casos de tratamientos a chicos que no son de Rosario, y que se tratan en el Centro de Apoyo Integral Hemato-Oncológico (Cenaih), o familias que alquilan un departamento temporario y también son asistidas por docentes. “A muchos chicos los compartimos entre domiciliario y hospitalario porque están haciendo un tratamiento donde están unos días internados y luego vuelven a su casa o al departamento alquilado por la familia. Cuando sabemos que un alumno va a estar mucho tiempo en tratamiento nos ponemos en contacto con su escuela y sus docentes. Y promovemos también la comunicación con sus compañeros: para la recuperación de los chicos no hay como las visitas y el apoyo de sus amigos de la escuela”.

Clement y Menechelli resaltan que el esfuerzo es compartido. “No miramos la enfermedad sino su parte sana, ellos son el sujeto de la educación. Obviamente se contempla si, por ejemplo, están doloridos, pero nosotros somos educadores, no somos ni cuentacuentos ni payamédicos. También nos reímos y contamos cuentos, pero incorporando saberes. Tenemos una función pedagógica que los mismos chicos valoran”, concluyen.

“Pendorcho”

Una de las empresas de telefonía móvil que operan en la ciudad, Movistar, le donó a la Escuela Hospitalaria un aula virtual, “un carro con 25 notebook”, que las docentes recibieron con entusiasmo, pero se dieron cuenta de un problema: los hospitales todavía no tienen wi-fi. “Vamos con un modem para conectarnos, yo lo llamo el «pendorcho».

Tanto docentes como alumnos necesitamos Internet, así nosotras tenemos los registros de lo que hacen los chicos, enviamos certificados a sus escuelas y para ellos es importante también porque es una manera de estar más cerca de sus compañeros”, apunta la directora Patricia Clement.

El Día de las Banderas

Desde la Escuela Hospitalaria pusieron en valor a los actos patrios y cada uno de los efectores públicos trabaja con una fecha. El pasado sábado 20, Día de la Bandera, el Hospital Provincial recibió la visita de los abanderados y escoltas de la Escuela Sarmiento, y a ellos se suman los chicos internados, que también tienen sus representantes. “Es muy fuerte cantar el himno en estos espacios, y nos ha ocurrido que no contábamos con el abanderado del hospital porque ese día no podía levantarse”, cuentan las directivas. Pero aun esa situación tuvo final feliz: “Un enfermero nos dijo: «Siempre quise ser abanderado, es mi sueño». Y ellos ocuparon el lugar. Es emocionante estar junto a los padres y la comunidad hospitalaria en un acto donde los colores y nuestros próceres están en medio”, narran con emoción. Y ya anticipan: “El próximo 9 de Julio lo haremos en el Centenario y el 17 de Agosto en el Zona Norte”. Y para el Día de la Independencia y el de homenaje a José de San Martín habrá actuación “con la participación de todos”.

“Sentimos que formamos parte de la historia de ese chico que en un momento pasó un momento difícil y nosotros lo acompañamos”, sostiene la vice Marcela Menechelli.

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