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Entrevista

Nardoni: “El Ni una Menos es el Nunca Más de estos tiempos”

La flamante directora del Museo de la Memoria cuenta cómo el espacio se dinamiza y se adapta a la coyuntura.


“El Nunca Más es dinámico, hemos logrado que Nunca Más hubiera dictadura en nuestro país. Ahora, Nunca Más violencia institucional; el Ni una Menos es el Nunca Más de hoy”, dijo Viviana Nardoni, flamante directora del Museo de la Memoria, cargo que ocupa tras ser vice en la gestión de Rubén Chababo y que obtuviera por concurso como lo exige la ordenanza municipal que creó el Museo. La periodista e historiadora fue curadora de la casa ubicada en la esquina de Córdoba y Moreno, donde funcionó la sede del Comando del II Cuerpo de Ejército entre los años 75 y 82.

“Así como los nazis tuvieron su Casa de la Conferencia de Wannsee, en esta casa también decidían la vida y la muerte de los argentinos”, subraya Nardoni, quien declaró ante el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario, que lleva adelante el juicio por la causa Guerrieri II. “Nunca me instalé como víctima de la dictadura. Creo conocer cómo se trabaja en políticas públicas de memoria, desde la cultura, me puedo hacer cargo”, agrega Nardoni, quien en los años 70, luego de haber estado detenida en el centro clandestino La Calamita, en el siniestro Servicio de Inteligencia y en la cárcel de Devoto, el destino, paradójicamente, la llevó al patio de lo que hoy es el Museo de la Memoria, y tuvo que escuchar al general Luciano Jáuregui decir que el Ejército había decidido devolverle la vida pero que estaría siempre con libertad vigilada.

—El Museo cumple cinco años en esta casa, ya fue subdirectora, ahora como directora ¿cuáles son los nuevos proyectos?

—Contamos con un Centro de Estudios, hemos retomado muy fuerte las actividades de investigación desde el Museo. Hemos tenido una gran respuesta de estudiantes de ciencias sociales cuando hicimos convocatoria para voluntarios, se explicó qué tareas se hacían aquí y luego cada uno fue eligiendo su conveniencia profesional. Hay gente valiosísima. Estamos haciendo desde nuestro Centro de Estudios una lista real de desaparecidos en Rosario, con un criterio. Hay muchas listas, la de Conadep, la del Archivo Nacional de la Memoria y la nuestra también; pero a esas listas hay que trabajarlas con un criterio: de qué compañeros estamos hablando cuando hablamos de desaparecidos Rosario. ¿Son compañeros que desaparecieron en Rosario aunque hayan venido de Catamarca?; ¿o son compañeros rosarinos que desaparecieron en Córdoba o La Plata? Entonces aparecen varios criterios de clasificación y estamos trabajando con dos voluntarios, uno de historia y otro de antropología que están haciendo un trabajo lento y tedioso, pero para nosotros es imprescindible. En todos los sitios de memoria todos los años aparecen nuevos nombres por denuncias que no se hicieron en su momento. Con los juicios aparecen cosas que antes no estaban. Familias que no están, que desaparecieron enteras y no había quién lo denunciara. Esa es una de la tarea que estamos haciendo ahora.

—Entre los proyectos del Museo se conoció el “Dejame que te cuente”, ¿en qué consiste?

—También, desde el Centro de Estudios estamos haciendo un trabajo de reparación simbólica con la familia de los compañeros desaparecidos sobre los que ya tenemos información importante. Nos reunimos con las familias y les pedimos que queremos transformar en materialidad aquello que no existe. Saber de esa persona: cuáles eran sus gustos, sus pasiones, trazar un perfil de quién era ese desaparecido, cómo era como amigo, como novio, acompañado por muchas fotos. La colección “Dejame que te cuente” son libros individuales y el año pasado publicamos los primeros seis y cuenta la vida del desaparecido. Las familias quedan muy agradecidas, ellas quedan con una copia y la otra queda en el Museo.

—¿En estos años trabajando en el Museo, cómo reaccionan los más jóvenes en las visitas guiadas?

—Estamos atentos a las devoluciones, a los interrogantes que surgen y uno de los públicos a los que más nos dedicamos es a los jóvenes, a quienes les explicamos lo que es una dictadura y lo que fue el terrorismo de Estado, con su maquinaria represiva. Uno de los interrogantes más comunes que surgen es qué diferencia hay entre el terrorismo de Estado de una dictadura y lo que llamamos violencia institucional en un régimen democrático. Esas cuestiones que parecen tan sencillas de explicar, no lo son. Esto nos obliga también a nosotros a formarnos como transmisores de memoria y formadores en ciudadanía y derechos humanos. Le prestamos mucha atención a la formación interna para tener una línea editorial del Museo al respecto. No que tengamos un pensamiento único, pero sí entre todos y junto a expertos trataremos de tener las herramientas para dar el debate como corresponde. Las visitas son una savia que nos retroalimentan. Si nosotros tuviéramos las mismas temáticas y los mismos debates cuando arrancó el Museo en 2002, muy mal estaríamos haciendo nuestro trabajo. Incluso, el Nunca Más es dinámico, hemos logrados que Nunca Más hubiera dictadura en nuestro país. Ahora, Nunca Más violencia institucional; el Ni una Menos es el Nunca Más de hoy… Nosotros, que pensamos que el pasado es casi una dimensión del presente, que el pasado es algo que se terminó, que se cerró y que está todo dicho, no, en absoluto, es una dimensión del presente que nos modifica, que nos interpela y justamente se actualiza con el dinamismo social. La sociedad, por supuesto que reclama más derechos y nosotros debemos estar atentos a esas cosas de nuestra experiencia de lo que el pasado fue.

—Seguramente hay quien pregunta cuál es el lugar donde se torturaba…

—Es algo que dejamos bien claro. Esta casa nunca fue un centro clandestino de detención y exterminio, que es como nosotros llamamos a los lugares donde secuestraban a las personas, las torturaban, las mataban y las desaparecían o el destino que decidiesen los represores en ese momento. En Rosario, el gran Centro Clandestino estaba ubicado en Dorrego y San Lorenzo, que se está refaccionando y poniendo en valor con la arquitecta Alejandra Busaglo. Cuando hablamos de sitios de memoria tenemos que diferenciar. Hay unos que se expresan ex profeso: por ejemplo, el Parque de la Memoria, en la Costanera de Buenos Aires, junto al río, recuerda los vuelos de la muerte; después está un lugar como la Esma, que fue un lugar de detención y exterminio y después, lugares como éstos. Decimos que esta casa fue el lugar de los perpetradores. Así como los nazis tuvieron su Casa de la Conferencia de Wannsee, en esta casa también decidían la vida y la muerte de los argentinos.

—En la reconstrucción de la historia, ¿incluyó qué ocurría en esta sede del Ejército?

—Hicimos infinidad de entrevistas a conscriptos que pasaron por acá en esa época, entre el 75 y el 82. En los años 60, el Ejército, al estilo norteamericano, se divide en cuerpos. En Rosario se crea el II Cuerpo y mandan aquí a Carlos Rosas, el primer militar argentino de la Escuela Superior de Guerra que fue hacer el curso antiterrorista a Francia. Siempre tuvimos en Rosario a militares muy sonados, lamentablemente, como Viola, Galtieri…gente de triste memoria. Los conscriptos que hicieron el servicio militar en esta casa muchos fueron entrevistados, otros tuvieron miedo, lamentablemente, sigue habiendo mucho miedo, ninguno pudo aportar un solo dato que pudiera corroborar que pasaran cosas como sí ocurrían en el Servicio de Informaciones. Esta casa fue la casa de la inteligencia, de las decisiones, de las órdenes, de los consejos de guerra, acá no hubo torturados ni desaparecidos.

La historia del inmueble

El inmueble de Córdoba y Moreno era conocido como “la casa de los padres”, así la llamó el arquitecto Ermete de Lorenzi que la había construido en 1928 para homenajear a los suyos; se la ubica dentro del periodo arquitectónico del eclecticismo academicismo.

La directora Viviana Nardoni señaló que el Ejército ocupó la esquina de Córdoba y Moreno a mediados de la década del 40: “Cinco historiadores están trabajando sobre un libro, que seguramente será presentado el año próximo sobre la historia del inmueble. Trabajamos mucho con archivos desclasificados del Ministerio de Defensa, nos entregaron todos los legajos que pedimos y más; libros históricos donde el propio Ejército cuenta su paso por esta casa, con un gran un archivo de fotos. En 1982 se mudaron a Sarmiento y 9 de Julio y desde entonces esta casa fue ocupada primero por la Universidad, luego por la Municipalidad, incluso lo que fue Rock & Fellers hasta que se fueron y recuperamos el espacio, que por ordenanza municipal en el 98 primero tuvo su sede provisoria en la Estación Rosario Norte y finalmente durante la gestión de Miguel Lifschitz se logró que el bar se fuera y nosotros entramos en 2010”.

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