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Central: nacido para sufrir

Caballero abrió el marcador aprovechando un rebote, Paglialunga empató muy rápido.

Tenía todo para ganar, plantel, equipo y momento, Independiente Rivadavia arrastraba cuatro partidos sin triunfos, y Central juntaba dos triunfos consecutivos. Pero no pudo, estuvo más cerca, pero fue por pelea y no por juego. Y esa falta de jerarquía el fútbol suele castigarla.

De mayor a menor, así se jugó el primer tiempo que terminó con resultado en blanco. En los primeros tres minutos, y tal cual se podía prever, Central llevó por delante al rival y generó dos situaciones muy claras para convertir. En la primera fue Toledo de zurda que remató débil, después llegó una tijera de Figueroa que se fue muy cerca, y sobre el final de la etapa otra vez Lucho de cabeza también afuera.

En el medio del juego lo que anunció Roberto Trotta, de poner tres puntas, se cumplió y terminó complicando a Central, no por el peligro creado, sí porque partió a Central a la hora de presionar. Salmerón, Caballero y Ferradas fueron siempre contra la salida del Canalla y obligaron a los pelotazos largos. Algo que terminó desdibujando la tarea de los volantes de Central, quienes empezaron a sufrir el partido.

Entonces, lo que empezó con pinta de baile y goleada se fue convirtiendo en tortura y fantasmas. Cero creación y empate en cero fue lo que acontenció desde los 15 mintos del primer tiempo hasta el final marcado por el mediocre árbitro Alejandro Castro.

Intentando cambiar el rumbo de un partido que venía torcido Merlo mandó a la cancha a Medina por Diego González y Rivero (jugó bien) por Zarif. Ahora Central disponía de tres puntas, pero Toledo estaba en una tarde para el olvido, mientras Figueroa se gastaba físicamente bajando a buscar la pelota a mitad de cancha.

Con el partido de ida y vuelta llegó lo peor, Salmerón empujó a Braghieri y forzó una tapada de Brown, en la siguiente jugada y con la defensa canalla distraída, Peppino habilitó y Caballero aprovechando un rebote marcó el uno a cero. Un golpe tremendo para la angustia que vive Central, que fue ciego, pero fue. Una y otra vez, de cualquier manera, y con un árbitro que no cobraba nada.

Y así, en medio de una pelea tras otra, Paglialunga, en una desprolijidad similar al gol de la apertura, metió el empate cuando todavía quedaban trece y el descuento.  A matar o morir fue el final, y a los 43 fue Chitzoff incursionando en ataque a quien se le nubló la vista y pateó la arco, con compañeros libres dentro del área. Esa fue la locura que dominó a Central hasta el final, ir sin mirar y haciendo del “como sea” un modo de jugar.

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