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Muchos se preguntan, ¿hasta cuándo?

Por: Carlos Duclos

No, no fue de muerte natural…, pero alguien, un ser humano, murió. Muerte fatal, anticipada, prematura, injusta. ¿Fue un anciano, un adulto, un joven, un adolescente? No importa, alguien murió. Anteayer fue el joven de 22 años, Diego, que atendía la heladería de calle 27 de Febrero y con la cual se sostenía la familia. Hoy…, mañana…, pues sólo el destino, el salvajismo, la insensatez, estupidez o incapacidad de algunos lo saben. El ciudadano común lo sospecha. Y sospecha bien: en cualquier parte, en cualquier lugar a cualquier hora puede ocurrir lo no querido. Lo cierto es que Diego, después de varios días de luchar entre la vida y la muerte no pudo más y partió.

Todos los días, en este país, y cada vez con mayor y preocupante frecuencia en esta provincia, hay muertos, muertos a manos de delincuentes que gozan de prerrogativas con las cuales se burlan de los derechos de los ciudadanos, esos que viven entre rejas o que caminan en determinados horarios y por algunas zonas mirando hacia los cuatro costados, con el peso del temor, alertas por si algún descerebrado, desequilibrado, asaltante, asesino o como se prefiera llamarlos, decide, en un instante, acabar con los bienes y la vida del otro. Ese otro que, por supuesto, es casi siempre el que pone de lo suyo para que todo siga más o menos en pie (en este país de los muchos granujas e indiferentes), pero al que le sacan todo: desde el magro salario, los bienes y sueños y hasta la misma vida. Santa Fe, como provincia, comienza a vivir episodios graves, preocupantes, cada vez con mayor frecuencia. No son sólo asaltos, robos a mano armada, heridos y muertes, se suman ahora los ataques contra los médicos de dispensarios barriales por parte de delincuentes que requieren ser atendidos. Una mujer de un dispensario dijo a una periodista: “Venimos con miedo y queremos presencia policial. No podemos tolerar que los médicos caigan en manos de delincuentes que aparecen armados y que, encima que los curan, no quieren que los deriven a un hospital porque tienen antecedentes”.

¿Y qué hace la autoridad pertinente? Poco y nada, porque no se puede dar solución a un problema como el delito con las herramientas de la base teórica sin conocer la vida de la calle y sus circunstancias; no se puede dar solución a una dificultad que tiene raigambre diversa y profunda encasillándose en un enfoque ideológico que poco y nada tiene que ver con el escenario argentino. Un buen guión para los países escandinavos, tal vez tienen algunos, pero que fracasa en esta Pampa con su propio carácter. Lo que es peor, nada se podrá hacer cuando quienes tienen a su cargo la responsabilidad de administrar seguridad poco conocen sobre la idiosincrasia de la policía, de los maleantes y de los actores que forman parte del reparto de la vida penal. Aprender lleva tiempo, un tiempo que cuesta vidas.

Poco se podrá hacer cuando en el país, y por supuesto en Santa Fe, a la pobreza, a la exclusión, al tráfico y consumo de drogas poco combatido, se le suma la impunidad de la mano de un garantismo que no es tal, que se tornó en abolición del castigo. Poco se podrá hacer cuando hay jueces que conceden libertades antes de que se cumpla la condena o, como sucedía hace un tiempo, se propiciaban festivales de indultos, espantosa forma de terminar con el hacinamiento carcelario. Y poco se podrá hacer cuando corren rumores de que en ciertos barrios o zonas la policía establece peajes o zonas liberadas, y nadie investiga si eso es cierto o no y, eventualmente, se aplican las severas medidas que fueren menester.

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