Espectáculos

Momentos únicos con Rubén Orsini

El reconocido marionetista habla de “Historias reunidas”, espectáculo que presentará viernes y sábado en Arteón.


Autodidacta, pero dueño de una intuición y sensibilidad infrecuentes, el marionetista Rubén Orsini vuelve a su ciudad con Historias reunidas, un racconto de aquellos personajes y momentos que, por su morfología, ideología o reveladora presencia, generaron en el público una respuesta contundente dada su conocida habilidad para “dar vida” en escena a los objetos inertes.
“Los que aparecen acá son los personajes que tienen algo que yo no podría definir; no sé qué es lo que tienen y quizás es por eso que los tengo que repetir siempre. En realidad, cuando creo un personaje no sé muy bien qué vida va a tener, y creo que por eso hay algunos que, aunque quiera dejarlos, no puedo hacerlo; también hay otros que son el complemento de otras sensaciones. Pero la permanencia de ciertos personajes, en mi trabajo, es algo misterioso; si lo supiera a ciencia cierta, si estuviese seguro de cómo hacer el recorrido y hacia dónde ir, estaría haciendo siempre personajes exitosos”, adelantó Orsini a El Ciudadano acerca de las funciones de viernes y sábado, a las 21.30, en Arteón (Sarmiento 778).
“Historias reunidas –continuó– es una especie de antología, la unión de una serie de momentos de distintos espectáculos; la idea surgió a partir de la posibilidad de estas dos fechas que me permiten volver a Rosario, algo que no hago muy frecuentemente, y que le va a permitir a la gente poder ver un recorte de todo lo que hago”.
Orsini viene de cerrar una importante temporada en el porteño Centro Cultural de la Cooperación con Ausencia en el aire, conocido en Rosario a comienzos de 2014 como Ausencia, el espectáculo más complejo y menos complaciente de su vasto recorrido, en el que trabaja temáticas ligadas a la pérdida, el vacío y la soledad. “Habrá momentos de Ausencia en el aire; es un espectáculo al que le cambié el nombre porque, literalmente, necesitaba ponerle aire. La mayoría de las veces estreno con cierto grado de inconciencia; uno está tan expuesto, tan arriba, que a veces no puede ver hacia dónde va eso que suele estar medio en bruto. El rodar con el espectáculo me sirvió para entender que necesitaba algunos puntos de aire para que no sea tan demoledor; quería poder expresarme pero sin generar dolor, aunque muchas veces eso es inevitable”, analizó Orsini. Y completó: “Con ese espectáculo busqué decir otra cosa y no lo que uno ya tiene o ya encontró; fui para donde sentía, buscando ser lo más auténtico posible. Estoy en un momento en el que siento que no está bueno decir sólo aquello que la gente quiere escuchar; es un momento en el que hay que decir lo que uno piensa”.
Del singular monito que tocaba el piano y que dejaba boquiabiertos hace quince años a los caminantes de Peatonal Córdoba, a su paso por importantes encuentros nacionales e internacionales y su desembarco definitivo en la cartelera porteña, lugar al que regresará tras estas dos funciones locales, Orsini no sólo ha crecido artísticamente y en popularidad sino que además ha profundizado en su poética, en la que marginalidad, pérdida, amor, dolor y hasta cierta nostalgia son mucho más que un signo. “Yo veo que en los objetos hay algo más; cuando al objeto lo hacés propio pasa como con las personas: empiezan a narrar, salen las imágenes y las historias, aparecen los personajes. Ya desde la calle yo buscaba caer en otros planos, quizás poco habituales para ese lugar. Lo único que sé es que yo no puedo traicionar a esos personajes, yo necesito que comuniquen algo, yo necesito creer en ellos para que ellos resulten creíbles; yo ya sé que al lado mío hay una energía que es la del objeto al que yo puedo mover. Incluso yo puedo tener la técnica, pero por encima de eso está la sensación que es algo superior que yo ya no puedo controlar”, completó.

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