Evidente ejemplo de un documental donde el autor está implicado directamente con el objeto de su mirada, Con mi Corazón en Yambo viene a denunciar públicamente como sólo puede hacerlo el cine, un caso emblemático de terrorismo de Estado cometido en Ecuador hacia fines de los años 80, durante el gobierno social cristiano de León Febres Cordero, una gestión funcional a las políticas imperiales estadounidenses –que alentaba gobiernos civiles luego de los genocidios que los militares habían perpetrado siguiendo directivas de Washington durante los 70 en todo el Conosur latinoamericano– y representante del poder económico de su país.
María Fernanda Restrepo, su directora, es una víctima directa ya que narra el secuestro, tortura y desaparición de sus dos hermanos mayores, Santiago y Andrés, en 1988, a manos de la temible SIC-10, un grupo conformado por policías para combatir el narcotráfico y algún foco guerrillero, que actuaba bajo la tutela de los altos mandos de la Policía Nacional y Militar, algunos de cuyos miembros fueron funcionarios del gobierno de Febres Cordero.
Con mi corazón en Yambo persigue un relato lineal matizado por intervenciones de la autora, de su padre y de su tía, quienes son los miembros de la familia directa que siguen todavía reclamando justicia y condena a los culpables. El padre, quien sobrevivió a su inclaudicable esposa, ondea cada día su bandera, donde están estampados los rostros de sus hijos, en la plaza central de Quito frente a la casa de gobierno; la gente que circula se para, le pregunta, muchos se han quedado junto a él y levantaron su mismo reclamo durante los últimos veinte años. La larga lucha logró reconocimiento masivo en todo el país y no fueron pocos los gobiernos que siguieron al de Febres Cordero que intentaron silenciarla, salpicados por complicidades ideológicas y políticas.
La hija y hermana, ahora directora, encontró en el documental el vehículo ideal para describir la trama de complicidades que todavía ocultan el hecho y los cuerpos de sus hermanos, y para ello no ahorra intersticios en el relato del pasado y presente en un derrotero donde cuela sus impresiones a través de su voz en off y de sus intervenciones, que llegan hasta entrevistas con los sospechosos de primer grado, todos policías pertenecientes a ese tenebroso cuerpo, y hasta el increíble hallazgo de dos mujeres, madre e hija –esta última también policía en esa época–, que actuaron como sumum de una articulación perversa para despistar a los padres, ya que poco después de la desaparición de los jóvenes llamaban por teléfono a la madre diciéndole que sus hijos estaban con vida, y que la lúcida madre tuvo el tino de grabar en cassettes de audio. Voces que suenan casi irreales en su macabro objetivo.
Hay poco lugar en Con mi corazón en Yambo para la evocación poética –algunas imágenes líricas contienen la voz de la autora mientras (se) pregunta a uno de sus hermanos desaparecidos por su calvario; el pulso narrativo está más regido por la urgencia en distribuir las piezas con que cuenta para desenmascarar las negaciones y ninguneos que padeció la familia en su arduo periplo visitando despachos oficiales y juzgados; entrevistando a los presuntos culpables; imágenes grabadas –donde la hipocresía se revela en rostros y voces– que ahora se exhiben junto a otras de archivo, pocas de la familia pero muy reveladoras, y otras denunciando públicamente –en las plazas, en la calle, en televisión– un crimen de Estado nunca resuelto y que fue disparador para la denuncia de otros muchos menos visibilizados ocurridos en el país. Padre e hija-directora hablan sobre su vía crucis y hay momentos en que la mujer se entera de algunos detalles en la relación de su progenitor y sus hermanos, complementos que hacen más compartida la búsqueda que, como dice su padre, “es de toda la vida”. Una búsqueda de memoria como llevaron adelante las Madres de Plaza de Mayo –mencionadas como ejemplo en el documental– por encontrar el cuerpo de sus hijos y que aquí, en el film, el testimonio de un arrepentido conduce a una laguna conocida como Yambo –a la que alude el título– donde habrían sido arrojados. Así, Con mi corazón en Yambo es el resultado de poner en escena el entramado de la senda que condujo a la laguna, y, sin ninguna duda, de la valentía de su autora por volverla audiovisual, una de las formas de la memoria. (Miércoles 10, a las 19, en el Museo de la Memoria).
Jornada de pantalla completa
En la jornada de este miércoles 10, el Festival Latinoamericano de Video y Artes Audiovisuales (FLVR) que comenzó el pasado viernes continuará a las 18, en el Cine Público El Cairo, con la proyección “Rosario”, de Shula Erenberg. (documental – 70’ – México), con la presencia de la directora.
A las 20, dentro de la Competencia Oficial, se verán: Momentos, de Pablo Polledri (animación – 5´ – Buenos Aires – Argentina). El gato cósmico al final, de Francisco Pavanetto (ficción – 14´- Rosario – Santa Fe – Argentina). C4, de Carlos Ignacio Trioni Bellone y Emiliano Germán Brasca (documental – 1´ – Córdoba – Argentina). Carne, de Carlos Nigro (ficción – 20´ – Recife – Pernambuco – Brasil). Retirantes, de Maira Cohelo (ficción – 13´ – Porto Alegre – Rio Grande do Sul – Brasil). Y al tercer día, de Osvaldo Ortiz Fainman (ficción – 12´ 57´´ – Asunción – Paraguay). El jazz, de Andrés Peralta (ficción – 10´30´´ – México DF – México). La casita, de Baltasar Albrecht (documental – 43´ – Santa Fe – Argentina)
A las 22,15, en el espacio Muestra invitada, Cineteca Nacional de Chile presenta “El chacal de Nahueltoro”, de Miguel Littin (ficción – 94’ – Chile).
En el Centro Cultural Parque de España, a las 19, se realizará la charla Charla #SerDigitalExtremo, a cargo de Gaby Menta.
También a las 19, en el Museo de la Memoria, se proyectará “Con mi corazón en Yambo”, de María Fernanda Restrepo (documental – 137’ – Ecuador).
Asimismo, desde las 19, en el Museo del Diario La Capital se realizará la Muestra de Animaciones Chilenas.
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