Ciudad

Medio siglo después siguen siendo los compañeritos y la maestra

Por Graciana Petrone.- Ex alumnos que terminaron la primaria en 1964 le festejan todos los años a su “seño Nidia” el Día del Maestro.


ameghino

Ellos pertenecen a la promoción 1964 de la escuela primaria Nº 96 Florentino Ameghino. Hace ya mucho tiempo que dejaron de usar los delantales almidonados, las faldas con tablas, los zapatos de charol, los peinados tirantes y los pantalones cortos: hoy algunos hasta son abuelos. Sin embargo todavía hay un hilo que los une a esa infancia lejana y que el paso del tiempo no cortó, ya que desde hace más de una década se reúnen, en septiembre y sin faltar ni una vez, para celebrar el Día del Maestro junto a “la señorita Nidia”, quien fue su docente desde jardín de infantes hasta sexto grado. “Para mí esto ha sido toda una novedad en mi carrera”, confiesa Nidia de Acotto sobre los mimos que recibe de sus ex alumnos. La mujer, que tiene 87 años, habla con El Ciudadano y le cuenta su experiencia con una voz tan firme y clara que parece estar al frente del aula explicando algún tema.

La “señorita Nidia” durante más de tres décadas fue maestra. “De esas de antes”, dirán algunos de los egresados de la escuela ubicada en Buenos Aires e Ituzaingó en donde la experimentada docente estrechó lazos afectivos tan fuertes con los chicos que hizo que la relación se prolongara en el tiempo.

La historia de estos hombres y mujeres, que hoy rondan los 60 años, es particular: todos los meses se reúnen también a festeja sus respectivos cumpleaños, y en las ocasiones en que no hay motivo de encuentro lo hacen de todos modos. “Es un grupo muy lindo, nos conocíamos todos del barrio y creo que ahí está también la importancia de conocerse desde chicos. Además, con algunos continuábamos la amistad afuera: íbamos al cine o a tomar algo casi siempre”, cuenta Héctor Blanco, uno de los ex alumnos.

En ese marco, lo cierto es que la relación con “la señorita Nidia” parece ser lo más especial. Quienes terminaron los estudios en 1964 la tuvieron durante 8 años: desde el jardín de infantes hasta terminar el ciclo.

Después, explica Héctor, ese sistema de docentes cambió y así a los alumnos les tocaban distintas maestras y maestros. “Pero en este caso eso de que la maestra era la segunda madre se cumplía porque nos vio crecer y era algo muy distinto a lo que hay ahora”, reflexiona el hombre, quien además es jubilado de la enseñanza primaria.

Una gran familia

Nidia cuenta que su entorno es muy reducido. Es viuda y no fue madre, aunque su profesión le dio muchos hijos y siente a los de sus ex alumnos como sus propios nietos. “Cuando ellos hablan de sus familias en las reuniones me parece que forman parte de mi vida”, confiesa. Además, dice que su paso por la docencia es una marca permanente, sobre todo porque le tocó atravesar tiempos convulsionados del país que repercutían de manera directa en la escuela.

Otro sentimiento similar al de Héctor es el que tiene Sandra Seara, también parte del grupo, quien cuenta que no sólo se forjó un vínculo entre ellos sino que “fue algo como de vanguardia”, ya que la relación entre varones y mujeres no tenía dobleces. “Hoy nos pasaron los años, nos pasó una vida, y sin embargo hablamos y nos sentimos como hermanos, con una confianza total. Algo muy familiar, nos reconocemos uno en el otro y nos aceptamos con las diferencias”, asegura.

La sensación de Sandra es que con sus compañeros de primaria lograron, a través del tiempo, una relación que los marcó en la niñez y que continúa hoy en la madurez. “Es muy raro esto –admite– pero tuvo mucho que ver una escuela que nos contuvo, la familia, y sobre todo la maestra, porque cuando hicimos el viaje de estudios a Córdoba, por ejemplo, nos habló por separado a todos, a las chicas nos explicó que íbamos a sangrar y que nuestro cuerpo iba a cambiar. A los varones también les habló, y esas cosas hoy no pasan”.

Para otra de las egresadas, Nora Frontera, las reuniones de primaria y los agasajos a la señorita Nidia también resultan fuera de lo común pero no por eso menos gratos. “Estuvimos muchos años sin vernos y cuando nos encontramos parecía que nos habíamos dejado de ver ayer. Tenemos la misma edad, problemas parecidos y nos hace muy bien estar juntos y charlar”, dice. Su mirada sobre la maestra se parece a cuando eran niños, con ternura y respeto. “Ahora ella está muy actual, bastante aggiornada, una noche salió el tema de la diferencia de edad en la pareja y dijo que la mujer tiene que tener la mitad de la edad del hombre más siete años. ¡Nos mató a  todas!”, recuerda entre risas.

El grupo, en 2014, cumplirá 50 años de egresados. Algunos de ellos confesaron que si bien no tienen muy en claro qué es lo que van a hacer, lo seguro es que será “algo grande”. El cariño y el arraigo que todavía sienten por la escuela son evidentes y no decrecieron con el paso de los años. Para la maestra, estos hombres y mujeres son parte de su vida de mujer y docente, aunque cuando se le pide que mencione alguna anécdota dice que “es imposible” porque “cada día fue una experiencia distinta y los momentos fueron tantos que hoy serían imposibles de evocar”.

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