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La otra cara

Más denuncias contra accionar de fuerzas federales en barrios

Tres adolescentes dijeron haber sido sometidos a vejámenes en Ludueña. Denunciaron nuevo caso en la zona sur.


Una denuncia sobre graves tormentos físicos y psicológicos que padecieron tres adolescentes por parte de prefectos volvió a mostrar la otra cara del desembarco de las fuerzas nacionales en los barrios periféricos de la ciudad. A la serie de requisas abusivas, malos tratos y hostigamientos denunciados en las últimas semanas, se sumó ayer un relato estremecedor, que quedó registrado en la seccional 12ª. En esa dependencia, la mamá de un adolescente dijo que la noche del último domingo su hijo y dos amigos fueron abordados por un móvil de Prefectura en inmediaciones de Magallanes y Humberto Primo, cuando se dirigían al velorio de un pibe de 16 años, asesinado un día antes (ver aparte). Tras acusarlos de integrar una banda de “narcomenudeo” los golpearon, les hicieron a apoyar las manos sobre vidrio molido, les quemaron las zapatillas y los obligaron a tomar un arma.

Fuentes policiales corroboraron que la denuncia se radicó durante la madrugada del lunes en la seccional 12ª y que se dio intervención a la Fiscalía de Flagrancia y Turno, a cargo de David Carizza.

En principio, se mencionó que las víctimas iban a elevar el caso a la Secretaría de Derechos Humanos de la Municipalidad de Rosario y la Defensoría de Niñas, Niños y Adolescentes provincial, pero al cierre de esta edición no había ocurrido. De todas formas, funcionarios de esas dependencias dijeron estar al tanto del caso, al que le darán un seguimiento. “Hoy difundimos un folleto para que los pibes sepan cuáles son sus derechos ante estos atropellos”, dijo una funcionaria.

Por su parte, el diputado del Frente para la Victoria Eduardo Toniolli, presidente de la comisión de Derechos y Garantías de la Cámara baja, dijo estar trabajando sobre la denuncia con la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin), a cargo de Abel Córdoba, para canalizar este tipo de situaciones que cada vez son más comunes. En ese sentido, Toniolli –uno de los referentes del Movimiento Evita– adelantó que si bien el caso de barrio Ludueña recayó en el fuero provincial se esperaba que el fiscal regional, Jorge Baclini, lo remitiera a la Justicia federal.

El diputado mencionó también la existencia de otro hecho de abuso por parte de efectivos de seguridad ocurrido en la tarde de ayer en el barrio de la Carne de la zona sur de Rosario, donde una militante del Movimiento Evita presenció el hostigamiento de una requisa de Gendarmería sobre dos chicos de 13 y 14 años, y que por hacer algunas preguntas que molestaron a los uniformados más tarde fue ella víctima de tratos abusivos. Ese hecho fue directamente denunciado anoche ante el fiscal federal Mario Gambacorta.

Barrio de la Carne

Alejandra Fedele, también referente del Movimiento Evita y quien ayer acompañó a la joven denunciante a la fiscalía federal, describió el hecho y aclaró que las situaciones de abuso y hostigamiento en los barrios periféricos son cotidianas, aun cuando los mismos efectivos requisan a diario a los mismos adolescentes que no pueden salir sin el documento.

“Una integrante de la agrupación que se dirigía a una reunión semanal en el barrio de la Carne ve a tres chicos de 13 y 14 años, que los conocía porque son los hijos de sus compañeras, que eran requisados muy brutalmente por gendarmes. Después que los tiraron al piso y los requisaron con violencia ella se acercó a preguntar qué pasaba, pero le respondieron que se retirara, que estaban cumpliendo órdenes. Cuando Agostina (de 23 años) les pidió las identidades, los uniformados le contestaron con negativas. Después de que dejaron ir a los chicos, ella caminó unos cien metros y antes de llegar a la casa donde debía reunirse notó que la habían seguido y ahí la hicieron poner contra la pared”, contó Fedele, para luego dar detalles de la requisa a la que fue sometida su compañera.

Otros relatos

Tres semanas atrás tres curas villeros, que son referentes sociales en los barrios en los que se desempeñan, habían alertado sobre los abusos de las fuerzas federales, que desembarcaron en la ciudad con un megaoperativo el pasado 9 de abril. Muchos de ellos se propagan en el “boca en boca” y no se registran en las denuncias formales, situación que las víctimas dicen no hacer porque tienen “miedo”.

Entre los relatos más comunes recolectados en barrios como Empalme Graneros, Las Flores y Municipal, los chicos aseguran que tienen “prohibido” juntarse en las esquinas de sus casas a tomar gaseosa o conversar cuando empieza a oscurecer. “Los mandan al paredón, los requisan con violencia mientras los apuntan con armas poderosas, y les pegan”, contó una madre a este diario. “Les dan cinco segundos para meterse adentro o los demoran. También los hacen desnudar y si llegan a encontrar un cigarrillo de marihuana se lo hacen comer y los golpean”, señaló otra mujer. “A mi nene le dijeron que diga «cebolla» y le pegaron. Nadie entiende por qué, pero cada vez que les dicen cebolla cobran”, añadió.

Curas villeros alertaban hace tres semanas

El pasado 13 de mayo, El Ciudadano publicó testimonios de tres curas con varias décadas de trabajo territorial en los que alertaban sobre excesos de fuerzas federales en los barrios, en especial para con la población más humilde. Ante esta publicación, el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, admitió estar al tanto de las denuncias y dijo que los responsables serían “sancionados”, para lo cual ordenó la creación de una comisión.

“Lo que yo estoy viendo en el barrio es que la gente pasó de estar tranquila, de sentirse protegida por Gendarmería, a sentirse ahora abrumada. Cada vez hay más atropellos, revisan los bolsos, se complica todo cada vez más. Esto va de mal en peor”, dijo Daniel Siñeriz, cura de Nuevo Alberdi. “Está todo muy complicado. Quizás haya algunos sectores que se sientan aliviados por la llegada de Gendarmería, pero lo más cruel de todo esto es que las muertes no cesan. Esto que pasa con los pibes que para ganarse una moneda tienen que estar adentro de un búnker es terrible. Se les va la vida como esclavos, encerrados, con un candado, haciendo sus necesidades en el mismo lugar. Es tremendo y continúa”, indicó Joaquín Núñez, sacerdote de Villa Banana. “No se solucionan las cosas con la mera presencia de fuerzas de seguridad. Lo que se está viviendo desde hace un tiempo es similar a una invasión y no se tienen en cuenta las cosas normales que suceden en cualquier barrio”, remarcó Edgardo Montaldo, de barrio Ludueña.

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