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Más de médicos y seres humanos

Por: Carlos Duclos

¡Vaya contradicción la del mundo! ¡Oh paradoja de la vida! Algunos viven para que otros no mueran y puedan cumplir con el rol que se les tiene asignado desde el momento de la fecundación. Otros, en cambio viven (¿viven?) para sí y para la muerte de sus semejantes. Ayer en esta columna se trató el tema de los médicos, en especial de ese ser incomparable que fue Gregorio Marañón. En Rosario, y lo sostuvo en varias oportunidades, hubo y hay profesionales de la medicina que son muy buenos como tales y mejores como seres humanos. También estuvieron y están los otros, esos de los que mejor no acordarse. Y también están aquellos que siendo buenos médicos son mejores comerciantes, a veces rayanos con la inescrupulosidad y la sin vergüenza. ¡Qué pena, cuánto podrían aportar a aquellos que quieren vivir para dar, pero que mueren porque no les dan! Sí, ¡vaya contradicción! En torno del mundo de la medicina, de la salud, es mucho lo que se puede decir y muy profundo. Por ejemplo, que es asombroso que por años se realicen actos que atentan contra la vida de las personas sin que tales tropelías, delitos, trasciendan. Sucedió con la causa de los medicamentos oncológicos truchos que lejos de curar contribuían a matar, en virtud de la ausencia de droga indispensable. ¿Durante cuántos años se consumaron estas prácticas homicidas hasta que finalmente alguno cayó preso, como Zanola? ¿Cuántos casos por el estilo no trascienden? ¿Cuántos asesinos andan sueltos “con licencia para matar”? Ayer se mencionó aquí a René Favaloro. En su carta de despedida, antes de adoptar su trágica determinación, escribió, entre otras cosas: “La calidad de nuestro trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales seleccionados, hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites de ninguna naturaleza). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos. Como consecuencia, jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto. ¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno! Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica”. Dice el ilustre médico y gran ser humano: “Hace muchísimos años debo escuchar aquello de que Favaloro no opera más ¿De dónde proviene este infundio? Muy simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo opere. «¿Pero cómo, usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo? Yo le voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe». ¡El cirujano «de real valor» además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50 por ciento de los honorarios! Varios de esos pacientes vinieron a mi consulta no obstante las «indicaciones» de su cardiólogo. «¿Doctor, usted sigue operando?» y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre. Muchos de estos cardiólogos, son de prestigio nacional e internacional”. ¡Cuánta pena! Y muchos de aquellos que debieran contribuir a la vida lo hacen a la muerte. Muerte en lo literal y en muchos aspectos, porque estos profesionales del arte de matar matan, también, los sueños, las esperanzas y tantas cosas más.

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