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Giros de una historia posible

Marcelo Britos presenta su ucronía “Al Oeste de Jericó”

En “Al oeste de Jericó”, Marcelo Britos describe episodios que tienen lugar en territorios devastados, donde el Estado sólo reprime y las bandas armadas asolan defendendiendo sólo sus intereses a tiro limpio: el mapa de una “ucronía”, como lo define el autor.


En su nueva novela Al oeste de Jericó, publicado en la colección Ciudad y Orilla de la editorial Homo Sapiens, el escritor rosarino Marcelo Britos da un giro notable con respecto a su libro anterior A dónde van los caballos cuando mueren, donde abordaba la Guerra del Paraguay con un sello que le es propio: la descripción casi exacta de paisajes naturales y del periplo que realiza un médico cuando decide abandonar la zona de conflicto, con similitudes a la legendaria obra Volver a Mborombé del tucumano José Murillo, que relató en su obra la hazaña de un cacique y diez indios guaraníes contra los opresores portugueses que pretendían apropiarse de su territorio y de sus vidas.

Sin embargo, la línea que une a las dos novelas de Britos también es delgada, más allá de que en su novela anterior aborda desde la ficción una historia pasada y verídica, la flamante novela desarrolla una trama de intrigas y espionaje teniendo como primer escenario a Budapest y como protagonistas a dos argentinos que viajan a Europa para sumergirse en el tráfico ilegal de armas: fusiles y pistolas de gran porte, de más de 30 años, que nunca fueron usadas pero que en el relato del rosarino, ese cargamento será disparado por primera vez durante una suerte de muro defensivo y sangriento que tiene lugar en Fuerte Toba, un Fonavi de la zona oeste de la ciudad.

“Cuando a finales de los 80 las tropas soviéticas se habían retirado de Moldavia, lo hicieron dejando atrás cuarenta mil toneladas de armamento y municiones que fueron viajando en tren a Moscú. Las habían llevado a Molot y a Izhmash, para destruirlas en los mismos hornos donde las habían moldeado”, escribe Britos. Sin embargo, parte de ese cargamento no llegó a destino y quedaron guardadas en un contenedor sin haber efectuado ni un sólo disparo: “Vírgenes al propósito de su existencia (…) o quizás sea al revés –pensó el personaje principal del libro–, quizá hayan nacido de nuestras manos y no pueden matar sin nosotros”.

—Este libro es muy diferente al anterior, ¿cómo lo recibieron tus lectores?

—¡Bien! Para mí fue una verdadera sorpresa porque cuando escribí A dónde van los caballos cuando mueren sentí que había llegado a un techo y que me iba a ser muy difícil superar eso. Por supuesto que se trata de un sentimiento personal, me costaba mucho ponerme a escribir otra cosa, sumado a ciertas exigencias que uno se fija a sí mismo. Pensé en un momento en una continuidad de mi libro anterior, como una especie de saga pero en este caso quise dar un giro, cambiar con cuestiones más vinculadas al deseo. Quería escribir algo sobre espionaje y salió esta idea.

—Ante el cambio, ¿qué sentiste cuando viste el libro terminado?

—En realidad no me tenía mucha fe, siempre comparándolo con lo anterior. Creo que se trata de un sentimiento muy mío porque tengo muy pocas devoluciones de los lectores sobre mis libros pero, en este caso, algunas personas me dijeron que lo leyeron y que les gustó mucho, aun siendo algo completamente diferente a lo que escribo.

—El libro tiene pasajes muy cinematográficos, en especial por los enfrentamientos armados y las persecuciones, ¿te ilusiona pensar en que llame la atención de algún guionista de cine?

—¡Ojalá! Tuve una propuesta con mi novela anterior pero quedó ahí. Yo no lo noto pero sí, hay quienes han leído este libro y me dijeron que tiene una lectura muy cinematográfica. Evidentemente tengo una influencia muy grande del cine porque me encanta el cine y cualquier tipo de cine, al punto de que cuando escribo trato de no volcar vicios del cine de la industria. Son miradas que uno va incorporando con el tiempo. Sin exagerar, consumo cine desde que tengo cinco o seis años.

—De hecho, en “Al oeste de Jericó” hay pasajes asociados con el cine europeo de guerra y espionaje…

—Hubo una suerte de consumo intencional de ese tipo de películas para poder escribir pero además hay determinados rumbos cinematográficos que te marcan y te van quedando en el inconsciente y después se hace inevitable volcarlo en la escritura. También creo que hay marcas de la historieta porque me formé con ese género. De chico las leía a morir porque me encantaban.

—¿Sos metódico para escribir o empezás sin un rumbo definido?

—Soy muy metódico, tanto en la estructura del trabajo como en la del método que utilizo. Trato de planificarlo, no todo, pero parto de un método incorporado y después intento leer ficción vinculada a lo que estoy escribiendo y de ver películas, porque hay cosas que las tengo que ver si no estaría repitiendo la mirada de otro que escribe sobre algo que no conozco y entonces necesito ver.

—¿Qué películas consumiste durante el proceso de escritura de este libro?

—Todas las que pude vinculadas a Stalingrado, porque la batalla de Puerto Toba en mi cabeza tenía que funcionar primero, como una guerra urbana, y no había visto muchas películas sobre el tema. Volví a ver La batalla de Argelia, La nieve ardiente, películas del período soviético tratando de alejarme del cine de Hollywood que tiene, entre comillas, una mirada muy espectacular de la guerra, y estetizar la violencia también le quita realismo y crudeza.

—La batalla de Fuerte Toba se sitúa en un Fonavi de la zona oeste de Rosario que muestra una especie de guerra posible, más allá de que se trate de ficción, ¿te influenció la realidad que se vive en la ciudad?

—Empecé a escribir esta novela en 2014 cuando daba vueltas la posibilidad de que pudiera ganar la derecha en el país. En ese entonces era algo posible pero no tan inminente y ahora, lamentablemente, es una realidad. En ese momento pensé en cómo sería una profundización de lo peor que estamos viviendo, pensando en el futuro de un determinado lugar. Así como en la distopía los escritores de los 40 y 50 pensaban en cómo sería el mundo después de un holocausto nuclear, que en ese momento parecía algo imposible hasta que finalmente ocurrió, hoy no existe un hecho tan tajante que podría marcar un antes y un después en la historia porque ya existió: fue la caída del Muro de Berlín y cómo a partir de eso avanzó el modelo capitalista.

—¿Es descabellado pensar en que puede hacerse realidad lo que escribiste?

—Así lo pensaría un distópico, George Orwell por ejemplo, salvando las distancias, obvio (risas). Pero hay algo que me dijo Germán Ruiz, un amigo y colega que es crítico literario y es que Al oeste de Jericó es más una ucronía que una distopía, porque la ucronía es un giro de la historia que es posible, como profundizar algo que está pasando y en realidad sería un poco lo que pasa en Rosario con sus guerras entre clanes narcos y la violencia urbana.

Los libros, los títulos

Marcelo Britos lleva publicados los libros de cuentos Los Dogos; Alexandria; Como alguien que está perdido y El último azul de la noche. También escribió Para todos los hombres el sur y con su novela Empalme obtuvo el 1° premio en el concurso de narrativa Manuel Musto. Su relato “La decisión”, que forma parte de su primera publicación, fue premiado en el Certamen literario Haroldo Conti, organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. En 2012 fue convocado por la Dirección de Artes Escénicas de la secretaría de Cultura rosarina para adaptar una obra de Shakespeare en el marco del proyecto Cuatro Cuartetos, y escribió Detrás del mismo humo, basada en la obra Enrique V y ambientada en el conflicto de Malvinas.

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