Oscar Campana
En medio del atropello institucional que se desarrolla en el Congreso de la Nación, mientras las huestes de Patricia Bullrich arremeten a los manifestantes en nombre de un protocolo anticonstitucional erigido en ley suprema, con la “Justicia” haciendo la plancha veraniega y el Presidente dedicándose a tuitear y retuitear insultos y banalidades, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, encaró a integrantes de la economía popular que se agolpaban a las puertas de su dependencia con estas palabras:
“¿Tiene hambre la gente? Yo voy a atender una por una a la gente que tiene hambre, no a los referentes. ¿Chicos, ustedes tienen hambre? Vengan, les voy a anotar el DNI, nombre, de dónde son y van a recibir ayuda individualmente”.
De los innumerables abordajes que amerita esta escena, postal cruel y a la vez bizarra del tiempo que vivimos, me decidí por uno, entre irónico y empírico.
Y aunque las matemáticas nunca fueron mi fuerte, me puse a hacer números. A sumar variables. Las proyecté en el tiempo y el espacio. Espero que Adrián Paenza no se enoje mucho conmigo.
Datos básicos (en números redondos)
Según el último censo de mayo de 2022, somos más de 46.000.000 los habitantes del país.
Y según estimaciones estatales y particulares, los pobres rondan el 45 por ciento de la población.
Redondeando números (sin inflar nada), digamos que en la Argentina hay 20.500.000 pobres.
Y aunque la alimentación no sea la única variable que define a la pobreza, vamos a suponer que esa inmensa cantidad de compatriotas padece hambre (que no es lo mismo que tener hambre, cosa que hace a nuestra animal condición humana).
Tiempo
Siguiendo el anuncio de la ministra, podemos calcular que entre recibir a cada uno de los pobres, anotar el DNI, el nombre, la dirección, chequear la información y darle la ayuda que necesita, le demandará, cuando todo esté agilizado, seis minutos per cápita. Es decir: podrá atender a 10 pobres por hora. Eso si no le sacan conversación ni le piden una selfie.
Supongamos que la ministra pueda disponer de 10 horas por día para esta tarea humanitaria. Llegaría así a los 100 pobres por día. Atenderlos a todos le demandará 205.000 días, o sea, 561 años y 3 meses.
Supongamos, también, que decidió trabajar los sábados y que sólo vacaciona dos semanas al año. Entonces atendería a 600 personas por semana durante 50 semanas al año, es decir, que “ayudará” a 30.000 pobres al año. O sea, en 683 años y 4 meses, asunto liquidado: cada pobre con su bolsón de comida. Y más vale que le dure.
Espacio
Pero como la cosa es ordenada y hay que atender a los pobres de a uno, se va a armar una fila india (obvio), a razón de un pobre cada medio metro. Como los pobres son 20.500.000, ocuparán 10.250.000 metros.
Pero Pettovello no es la única ministra: también está Patricia Bullrich. Y su fetiche protocolar: sólo se pueden ocupar las veredas, dejando libres las bocacalles. Eso hace que haya que calcular (promediando calles, avenidas, rutas y autopistas) 10 metros libres cada 100 ocupados, lo que suma 11.275.000 metros. Es decir, 11.275 kilómetros.
Para que puedas dimensionarlo, te vas de Buenos Aires a Ushuaia por la Ruta 3, de ahí subís hasta Cabo Vírgenes y tomás la Ruta 40 hasta La Quiaca, de ahí la Ruta 9 hasta Buenos Aires. Y todavía te faltan 800 kilómetros de pobres. Podría extenderse la cola hasta Mar del Plata, ida y vuelta, así les toca algún verano en la playa. Total, tiempo es lo que sobra.
Otras filas
Para que la ministra Pettovello no se queje de la ardua tarea que le queda por delante, desde Elon Musk a Larry Fink, el Presidente en ejercicio también se entrevista de a uno con los dueños del gran capital. Claro que son menos y ocupan menos espacio.
Y no hay que andar pidiéndoles DNI ni credenciales de riqueza. Es así: cuanto más tenés, menos cosas necesitas andar llevando encima.
Porque en el colmo de las humillaciones posibles, a los habitantes del poder real y a sus máscaras no les alcanza con empobrecerte: además quieren que documentes tu condición. Como si en ello estuviera parte de su perverso goce.
Son “mala gente que camina y va apestando la tierra”, dijo un día Antonio Machado.
Post-scriptum
Los caminos de la lucha política son muchos y variados. Los transitamos mientras diversos actores sociales van mostrando la ruindad del proyecto político hoy gobernante, se nos abre un horizonte difuso y espacioso a la vez. Habrá que caminar hacia él, sin dar nada por perdido. Ni nada por conquistado para siempre.
Y habrá que ir sacudiendo las memorias adormecidas: de a una en fondo.
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