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Los peligros de una llamada

Dos mujeres debieron comprar tarjetas telefónicas por casi $2.000 “para lograr la liberación de un familiar que había sido tomado como rehén”. Pero luego se determinó que fueron víctimas de secuestros virtuales.

Negui Delbianco

Mediante la modalidad de secuestro virtual, al menos dos familias residentes en barrio Martin fueron protagonistas de una odisea durante gran parte de anteayer, ya que una voz en el teléfono les indicó que habían secuestrado a seres queridos, por lo que a cambio de su liberación cargaron dinero en tarjetas telefónicas. Luego se enteraron que todo era mentira y que vecinos de la zona también fueron víctimas del mismo ardid. Voceros policiales indicaron que ese tipo de llamados se hacen con frecuencia desde unidades penitenciarias, por lo que se inició una investigación junto a compañías telefónicas para tratar de ubicar el lugar desde donde se iniciaron las comunicaciones.

Uno de los casos ocurrió a media mañana de anteayer, cuando una persona se comunicó por teléfono con Carmen Lucía F., quien vive en inmediaciones de pasaje Cajaraville y Necochea, y le dijo que su hijo había sufrido un accidente.

La voz –que pertenecía a un hombre– en el teléfono le fue dando datos sobre el aspecto de su hijo para que ella lo reconociera, aunque de vez en cuando ella no entendía las preguntas y corregía a quien le estaba dando “la noticia”. Cuando la mujer estuvo segura de que hablaban de su hijo le dieron una noticia mucho peor: que en realidad había sido secuestrado junto a su nuera. Incluso otra persona se hizo pasar por su hijo y habló con Carmen: “Hacé todo lo que te dicen”, refirió la mujer que le pidió alguien que en su desesperación pensó que era su hijo, comentaron voceros del caso.

En ese momento, el secuestrador le ordenó que fuera a comprar tarjetas de teléfono por un valor de 200 pesos y le dictara los códigos así liberaban a las víctimas, detallaron las fuentes.

La mujer acató las órdenes de esta persona –que se quedó esperando al teléfono– sin dudarlo. Pero cuando le dictó todos los números, la voz le pidió que fuera por más tarjetas.

La mujer le dijo que no tenía más dinero y entonces le sugirieron que fuera a pedirle a una vecina, si es que quería ver a su hijo y nuera con vida. Ante esta “sugerencia” la mujer fue a ver a otras personas en el edificio y consiguió otros 500 pesos con los que compró las tarjetas y repitió la tarea de pasar los números, prosiguieron las fuentes.

Antes de cortar, le aseguraron a la mujer que en un rato iban a liberar a la pareja. Luego de unos minutos, Carmen fue hasta la casa de su otra hija, que vive en el barrio, y le contó lo que había pasado.

Tras escuchar el relato de su madre, la muchacha le dijo que ella había visto a su hermano y a su cuñada un rato antes en la calle, por lo que la señora se dio cuenta de que todo había sido un engaño.

El segundo caso ocurrió pasado el mediodía de ayer a unas pocas cuadras. Según refirieron fuentes policiales, la empleada doméstica de un departamento de San Juan al 400 atendió un llamado telefónico en el que una voz le dijo que el marido de la señora había sufrido un accidente. Al escuchar eso, la mujer se puso nerviosa y de a poco la voz en el teléfono fue sacándole información sobre el supuesto accidentado y su familia.

Luego de un par de minutos de charla, quien estaba del otro lado del teléfono reveló que en realidad el hombre, identificado como Mauricio, de 35 años, no había sufrido un accidente sino que había sido secuestrado y para su liberación su esposa tenía que comprar 1.500 pesos en tarjetas telefónicas.

Mientras la empleada charlaba por teléfono, le fue informando a la dueña de casa, Cristina E., de 32 años, lo que le estaban diciendo, por lo que la mujer intentó comunicarse con su marido a su celular, que estaba apagado. Ese detalle hizo que Cristina creyera la versión del desconocido, detallaron los voceros policiales.

El celular apagado de Mauricio no era un hecho casual, ya que luego se supo que en realidad alguien lo había llamado un rato antes haciéndose pasar por personal de una empresa de telefonía móvil, que le pidió que apagara su equipo durante un rato porque había problemas de recepción en toda la zona.

Un rato más tarde se dio cuenta de que su línea no pertenecía a la compañía desde la cual supuestamente lo habían llamado, por lo que encendió su teléfono y dio aviso a la Policía. Luego habló con su mujer, pero ya era tarde, ya que ella había comprado las tarjetas para “liberarlo”.

Voceros policiales explicaron que habría al menos dos casos más en el segundo edificio y que ese tipo de llamados se hacen desde unidades penitenciarias, por lo que se inició una investigación junto a compañías telefónicas para tratar de ubicar el lugar desde donde se iniciaron las comunicaciones.

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