Al igual que en todos los partidos del Mundial, los hinchas argentinos invadieron las adyacencias del estadio Mané Garrincha de Brasilia. Si bien varios fueron con entradas, son en total 60 mil los fanáticos que se movilizaron hacia esa ciudad para ver el partido de cuartos de final por lo que muchos buscarán la reventa por las calles.
Los brasileños pensaron un negocio, hacerse “ricos” con los argentinos, pero esta vez no funcionó. Las adyacencias del estadio Nacional de Brasilia distaban mucho de las del Maracaná (Río de Janeiro), Mineirao (Belo Horizonte), Beira-Río (Porto Alegre) y Arena Corinthians (San Pablo), los cuatros escenarios donde jugó Argentina y donde la reventa fue un negocio redondo para los oportunistas.
Es que los revendedores (se habló de 17 mil entradas para la venta ilegal destinada a los argentinos a precios que oscilaban entre los 1.250 y 2.500 dólares) se desesperaron y entraron en pánico al ver que el negocio no era tal en Brasilia.
Así que a medida que el reloj avanzaba y las posibilidades desminuían, las entradas empezaron a venderlas a mucho menos de la mitad de los valores que manejaban en un principio.
Por eso, tal vez por primera vez en la historia, los hinchas le ganaron a los oportunistas de turno (que existen en todas partes del mundo y en cualquiera competencia deportiva local o internacional), en una ciudad atípica, burocrática, donde los negocios turbios -por casualidades de la vida- parecen no tener lugar.
Hasta ahora, los argentinos han llegado en masa a las ciudades donde jugó la Albiceleste. A Río de Janeiro y Porto Alegre llegaron unos 90 mil, a San Pablo 70 mil. En Brasilia se esperan entre 30 mil y 40 mil, según la embajada argentina, y 60 mil, según la policía militar.
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