Espectáculos

Lo que más importa es cambiar

Para abordar la posibilidad de modificar las prácticas educativas actuales, las autoras de este libro proponen revisar los formatos de las experiencias e invitan a generar condiciones de aprendizaje, a enfrentarse con lo complejo y con los límites.


EDUCACIÓN
Escuela y prácticas inclusivas. Intervenciones psicoeducativas que posibilitan
Noemí Aizencang y Betina Bendersky
Manantial / 2015 / 152 páginas

“La escuela es mi refugio”, afirmó Juan Manuel, un estudiante de tercer año de secundaria cuando fue invitado a un taller escolar para opinar y hacer actividades con respecto a la memoria política de la Argentina. Ese ámbito sirvió a los estudiantes para, además de hablar de cuestiones del presente histórico, relajarse y opinar acerca de la escuela, de sus problemas personales y de los problemas de su entorno barrial. Muchos jóvenes como él, cuya realidad es problemática, encuentran un espacio para expresarse, dialogar, ser escuchados y resolver algunas cuestiones en la escuela. Más allá de los calificativos con los que carga la institución escolar de “segundo hogar” o “refugio”, la escuela cumplió una de sus metas, la de abrir sus puertas al más alto porcentaje de personas en edad escolar y de este modo, por fin puede hablarse de “escuela inclusiva”, de “escuela abierta”.
La institución está cambiando. Sin embargo, los problemas no terminan allí porque el desafío, además del antiguo objetivo de transmitir conocimientos, es incluir a todos los chicos, principalmente a aquellos que no se adaptan al espacio áulico. Para eso no basta con voluntad sino que hay que repensar, redefinir, poner con nuevas palabras nuevas situaciones que antes no eran atendidas. Esto es, volver a plantear la escuela como lugar de aprendizaje y convivencia pero también plantear los roles del docente y de los estudiantes, además del acto en el que se desarrolla la actividad.
En su libro Escuela y prácticas inclusivas. Intervenciones psicoeducativas que posibilitan, las especialistas en psicopedagogía Noemí Aizencang y Betina Bendersky “plantean una posición crítica frente a algunas formas de leer y de intervenir en la escuela que se han naturalizado y que en ocasiones descuidan las necesidades de los alumnos”. Las autoras proponen revisar los formatos de actividad de las experiencias educativas e invitan a generar condiciones de aprendizaje, a enfrentarse con lo complejo y con los límites.

Tiempos personales

“Las autoras acometen la difícil tarea de pensar la escuela como un espacio que posibilita (aprender, socializar, comunicar) y abogan por el respeto de las modalidades (las maneras de poder hacerlo) de cada niño/a y sus tiempos”, afirma en el prólogo Nora Elichiry, quien agrega que el texto “destaca que el potencial de los aprendizajes es cambiante, depende de las proyecciones culturales, la naturaleza del problema a ser resuelto, la especificidad de la tarea, la estructura de las actividades en las cuales los aprendizajes tienen lugar y las interacciones del sujeto con los otros”. Sumado a esto, ya desde el principio queda claro que el libro abordará la cuestión del aprendizaje, con poblaciones diversas de una manera diferente, en comunidad.
“Entendemos las intervenciones psicoeducativas como construcciones de significados entre varios, que posibilitan un accionar particular en cada caso; vale decir, desplegar nuevas lecturas, modos diferentes de comprender una situación y actuar en consecuencia”, afirman las autoras –en un lenguaje que no es llano pero muy rico y que perdura en parte del libro– cuando lanzan las líneas de trabajo. Si en un primer momento teorizan sobre los nuevos paradigmas educativos, en otro narran y reflexionan acerca de los problemas educativos, las “experiencias” que llevaron adelante.
Lejos de la idealización del esfuerzo y el resultado edulcorado que suelen transmitir algunas películas hollywodenses, Aizencang y Bendersky analizan –entre otras– la situación de una nena que no puede adaptarse al aula, que a veces golpea a los demás y muchas veces se aísla. A partir de ella se notan todas las aristas que genera su incompatibilidad: la actitud de los otros nenes del preescolar que la cobijan o la rechazan según sus estados de ánimo, los padres de otros niños que piden soluciones, los padres de la nena que se preocupan e intervienen algunas veces de manera positiva y otras veces en mala forma, los docentes que arman un proyecto educativo para contenerla, que ven caer ese proyecto y arman otro, que se desaniman y vuelven a juntar fuerzas; todo eso sumado a la intervención de las psicopedagogas, que son interpeladas a fin de que provean una receta eficaz, receta que en realidad no existe, sino que debe construirse.
Frente a esto, que podría dar lugar al escepticismo acerca de lo que puede la educación, las autoras proponen seguir trabajando y aprender a comprender estos nuevos escenarios que antes no habían sido vistos, que habían sido desechados y eran caldos para otras situaciones problemáticas. “Comprendimos la necesidad de producir nuevos sentidos, tolerar tiempos, construir y ajustar estrategias, sostener el desborde de otros, trabajar entre todos, cuidar de no caer en evaluaciones que nos angustiaban y angustiaban a los demás”, evaluaron Aizencang y Bendersky.

Gabinete

“Necesitamos un gabinete psicopedagógico”, denuncian los docentes conscientes de la necesidad de incluir a los “disruptivos” del aula y tras haber constatado que con medidas represivas o aislamiento no se solucionan los problemas. El pedido de auxilio a los especialistas es comprensible y racional. Es un primer paso para solucionar los problemas; sin embargo, Aizencang y Bendersky afirman que más que “incorporar más” lo que importa es cambiar. En ese sentido, las psicopedagogas hablan de formar “espacios colaborativos” para virar del “yo como docente” al “nosotros como equipo”, sin aportar una única solución, sino en la vía de realizar un trabajo permanente que permita alcanzar los objetivos propuestos.
Lejos del mito que reza que la escuela es una institución del siglo XIX, con docentes del siglo XX y alumnos del nuevo milenio, como se ve, la escuela está cambiando al compás de los nuevos tiempos. Aunque en cierta medida sigue cumpliendo su rol de homogeneizador social para construir ciudadanos, entre otros propósitos, los caminos son distintos, más reflexivos, y lo más importante, al menos en el discurso, es la propuesta de incluir a todos y todas. No es un camino sin trabas ni sinsabores pero Aizencang y Bendersky invitan a recorrerlo.

 

 

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