Ciudad

Todo o nada

Lo que cuesta un empate

Un jugador amateur de fútbol demandó a otro que le pegó una patada en la ingle en un partido de la liga de Funes. Testigos dijeron que la víctima fue atendida, volvió y metió el gol que evitó la derrota.


“Minuto 17 del primer tiempo. Avanza Narices Blancas. Lleva la pelota Rodrigo. Va, encara y choca con un jugador de Cuesta Arriba. ¿No fue foul? No, el árbitro no cobra nada. Siga, siga. Despeja Cuesta Arriba y ¡¡¡¡Uh!!!! Me parece que es roja directa. Sí, roja directa para el jugador de Narices Blancas”. Lo anterior bien podrían haber sido las palabras de un relator de fútbol el 1º de diciembre de 2012 en la Copa “Champions Pymes”, que se jugó en el campo deportivo del Liceo Aeronáutico de Funes. Esa jugada, y lo que siguió, fue parte de un juicio que recién tres años después llegó a sentencia. Según se conoció ayer, un jugador de fútbol amateur denunció a otro por lesiones graves ante la Justicia santafesina. La querella pidió seis años de cárcel al jugador de Narices Blancas por el patadón que puso en la ingle de su rival. El Juzgado de Sentencia Nº1, a cargo de Ismael Manfrin, ayer informó que absolvió al pateador. Entendió que no tuvo intención, es decir, no hubo un delito, pese a que el agredido estuvo un mes sin poder ir a trabajar y carga con un informe inconcluso sobre su potencial fertilidad. Al agresor, que no tenía antecedentes por inconductas, le dieron 200 fechas de suspensión en la liga. Esa decisión la tomaron los organizadores del campeonato.

La historia de Juan Pablo y Rodrigo es como un trueno: breve y violenta. Ambos vivieron sus vidas paralelas hasta que se cruzaron en una cancha hace tres años. Juan Pablo denunció ante la Justicia que Rodrigo lo golpeó en los genitales luego de que el árbitro no le cobrara a Rodrigo una falta que le había cometido otro jugador. Según su testimonio, Rodrigo había intentado pasar a un jugador, no pudo y cuando Juan Pablo le sacó pelota, Rodrigo respondió con una patada. El agresor se fue de la cancha sin ver la tarjeta roja que levantó el árbitro. Juan Pablo fue asistido por médicos y, según contaron otros testigos, aunque no así el árbitro, volvió a la cancha. Y no sólo eso sino que marcó el gol con el que su equipo consiguió el empate.

“Rodrigo fue a despejar la pelota y el otro se tiró a barrer”, defendió ante el juez un compañero del imputado. “Es un chico muy grande, mide como dos metros y tiene movimientos torpes”, agregó otro. La versión de quienes defendieron a Rodrigo es que él estaba de espaldas a la jugada. Cuando se dio vuelta para patear lo hizo sin ver a Juan Pablo.

Luego del partido, Juan Pablo recibió atención médica en su casa. Lo mandaron al sanatorio Los Arroyos para que se hiciera varios exámenes. El diagnóstico fue un traumatismo grave en los genitales. Tenía comprometido el testículo izquierdo por un desgarro. Los meses siguientes se haría más análisis. A la par, Juan Pablo inició acciones legales contra Rodrigo, a quien ya le habían dado 200 fechas de suspensión, una salida elegante para dejar prácticamente afuera de la liga a un jugador, según se menciona en el expediente.

Juan Pablo cargó a Rodrigo con el delito de lesiones graves dolosas. La Fiscalía acompañó la imputación y pidió un año de pena condicional. La querella, que representó a Juan Pablo, fue por más: querían que Rodrigo cumpla seis años en prisión efectiva. Para la defensa de Rodrigo, el encuentro entre los jugadores fue un mero accidente deportivo.

Fue sin querer

El proceso incluyó los testimonios de médicos, compañeros de equipo, dirigentes del club (que negaron antecedentes violentos de Rodrigo) y el árbitro del partido. En tribunales se apilaron expedientes médicos que no fueron concluyentes para definir sobre la infertilidad o disfunción de Juan Pablo. El juez Ismael Manfrín decidió absolver a Rodrigo. Entendió que el delito, al menos en la figura que se imputaba –con dolo– no encajaba con lo que pasó entre los dos jugadores esa tarde de diciembre. “El dolo no se presume y por ende debe ser probado”, señaló el juez en su escrito y continuó: “El dolo supone la voluntad de realización del resultado… La culpa, por el contrario, no reside en esa voluntad, sino en la infracción de un deber de cuidado determinante del resultado típico”. Según Manfrín, la resolución podría haber sido distinta si la figura denunciada hubiese sido culposa, esto es, cuando se comete sin intención, pero conforma una imprudencia que amerita sanción. El magistrado entendió que hubo una duda razonable en el hecho, por eso cada jugador pagó a sus abogados y volvieron a mantener vidas paralelas. Aun así, quedó sentado en el fallo la opinión del árbitro del juego: “Hubo intención. Fue roja directa”.

Comentarios