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Lecturas

Lo “beat” como un estado mental

La publicación en castellano por primera vez de un compilado de crónicas y artículos periodísticos publicados en revistas como “Playboy” y “Esquire”, entre otras, descubre otra faceta de Jack Kerouac, escritor emblema de la Generación Beat.


Con un prólogo del poeta Robert Creeley se abre La filosofía de la Generación Beat y otros escritos, un efectivo compilado de textos, entre ensayos y artículos de distintos tonos y temáticas, traducidos y publicados por primera vez en castellano, de quien fuera conocido como el promotor de aquello que dio en llamarse Generación Beat –que reunió a buena parte de los escritores, y sobre todo poetas, más interesantes de fines de los 50 y 60 de los Estados Unidos–, el lírico Jack Kerouac, quien pudo fusionar como pocos esa síntesis tan preciada de experiencia y escritura que desembocaría en su novela En el camino (1957), bandera de largada para su reconocimiento y para una forma de escritura. Justamente sería Kerouac quien acuñaría el “beat” que definió a esa generación en la que cabían nombres como Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso, Neal Cassidy (inmortalizado como el Dean Moriarty de En el camino, pero que casi no produjo obra propia por fuera de su presencia salvaje y necesaria para los demás beatniks), y hasta el mismísimo William Burroughs, a quien estos “jóvenes” reconocían como un maestro. Kerouac definiría, en una conversación con el también escritor John Clellon Holmes y en relación con la anterior Generación Perdida, la de Gertrude Stein y Ezra Pound, que la suya “es más bien una generación beat”. Para Kerouac, la relación extraída de vida y experiencia se iría transformando poco a poco en vida y literatura, y del jugador de fútbol americano que fue en su natal Lowell, de su práctica marinera y como trabajador de los ferrocarriles, se fueron forjando la actitud y el propósito de andar en la escritura como si fuese andar por la vida; con la inmediatez de la respiración: “Así es como espacio mis oraciones… mediante pausas respiratorias de la mente… Yo formulé la teoría de la respiración como medida, en prosa y en verso… Después están la picardía y la libertad y el humor del jazz…”, declaró Kerouac en una entrevista para Conversaciones con escritores. Nueva novela norteamericana. En relación con el jazz y el surgimiento del bop, contemporáneo del suyo propio como escritor, señala en la descriptiva y gratificante crónica “El nacimiento del bop”: “Yo iba a buscar el jazz que necesitaba al viejo Minton’s Playhouse (Lester Young, Ben Webster, Joey Guy, Charlie Christian y otros) y cuando descubrí a Bird y a Dizzy en Three Deuces me di cuenta de que eran músicos serios que tocaban con un sonido pasmosamente nuevo y ya no me importó lo que yo pensaba antes”.

Por fuera del camino

En La filosofía de la Generación Beat… esa escritura no aparece tan libre y rupturista porque se trata de materiales publicados en revistas de gran tirada y consideración como Playboy, Esquire, Chicago Review, Paris Review; varios para la sección The New American Poetry, de Groove Press; The Atlantic o Escapade, entre otras, en los que Kerouac se acercaba más a un fluir periodístico, de crónica muchas veces, haciendo un uso del lenguaje más identificado con la circulación en medios, para lo cual se revela con una capacidad sorprendente. Es decir, Kerouac fue el cultor de la escritura espontánea en la que contaba su experiencia en el camino fascinado porque pensamiento y sensaciones surgían sin trabas, sin las imposiciones convencionales del lenguaje, siempre confiando en que era el mejor modo de descifrar algún sentido verdadero sobre los matices de las realidades diversas; pero al mismo tiempo fue un destacado cronista de aquellas cuestiones inquietantes que motivaron su desvelo por fuera “del camino”, o más deudoras de un universo doméstico influyente, cercano a interrogantes surgidos de su espíritu ávido y ciertamente contradictorio, como fue su entrega al budismo –en los escritos de este libro abundan las referencias al estudio de esta filosofía e incluso le sirve para comparar los tonos empleados por distintos poetas en su quehacer y donde el ritmo libre y el swing son deudores de una comunión con el entorno– junto a un quehacer algo disipado; o su impulso expansivo del principio y el progresivo aislamiento de sus últimos años, su búsqueda de liberación artística y su constante regresar a casa o al abrigo de lo conocido. Kerouac iba y volvía y cuando esto último ocurría se sentía tentado a desarrollar o fijar –seducido por el encargo de una nota paga y leída quién sabe por cuántos lectores– situaciones, personajes, otros hechos artísticos, pareceres sobre la escritura o sobre el origen y la filosofía beat, todo emparentado con las condiciones en que su escritura se ceñía a líneas periodísticas específicas y donde esa conciencia fluida se modificaba con la coyuntura, con una tendencia a descubrir su interior profundo, se diría la cualidad de ese interior, como ocurre con el maravilloso relato “Navidad en casa”, donde busca la encantadora luz que brilló en su infancia a través de la memoria de un paseo por los alrededores de Lowell unas horas antes de la Nochebuena. La comunión con paisajes y seres va trazando un sendero donde la inocencia se envuelve en la agitación del frío y en el descubrimiento de gritos, voces y sombras ya conocidas, las de sus vecinos francocanadienses, pero sonando en sus oídos por primera vez; escenas recorridas con temblor y nostalgia mientras ese niño que fue hunde sus pisadas en la nieve iluminada de reflejos enceguecedores.  Y también en ese prodigio de relato titulado “El lamento laberíntico del blues”, donde describe a un “vagabundo negro del sur” que no hablaba sobre sí mismo sino que “solamente cantaba” blues con palabras “luctuosas, roncas y pantanosas”, con el que entabla un diálogo fluido y personal porque Kerouac ve en la marginalidad una condición del lenguaje, un modo particular de apropiarse del lenguaje. En el relato están las letras de esos blues traducidas y al pie están en su original inglés, y se señala que uno de esos poemas fue grabado por Kerouac y recogido en el CD Jack Kerouac Reads On The Road en 1999.  Estas historias, que como anota Creeley en el prefacio, “para Jack comenzaron tempranamente, y el insistente compromiso por documentar lo que estaba ahí enfrente suyo deben haber sido sus medios para sostener la coherencia del mundo y mantenerlo a una distancia suficiente para lidiar con él. El alcohol, por supuesto, era otra manera de mantener todo a raya”.

Hacer mella

Es probable que Jack Kerouac no haya estado preparado para el reconocimiento surgido inmediatamente después de la publicación de En el camino, dada cierta timidez e inseguridad desprendidas de su carácter, más propenso a socializar con sus pares, con quienes podía sostener afinidades electivas y compartir reflexiones acerca de lo que significaba la escritura sin fin, de lo implicado en la experiencia de la errancia y su posterior escritura; que incluso la expresión beat escapase al sentido original: el de hacer mella en las buenas conciencias (norte) americanas con el objetivo implícito de apuntar con provocación e ironía al centro del “sueño americano” en ebullición luego del triunfo de su país en la Segunda Guerra Mundial. Por momentos, Kerouac siente que los tentáculos del Gran Hermano en que va transformándose su país se apodera de todo recurso destinado a develar su oscurantismo. En el artículo “Orígenes de la Generación Beat”, del capítulo “Sobre los Beats” advierte que buena parte de los hábitos y costumbres estadounidenses están siendo atravesados por un concepto de lo beat que “se generalizaba en los diarios y las revistas, la TV y el viscoso circuito de Hollywood que comprendía la «delincuencia juvenil» y el horror de ciertos clubes de New York y Los Ángeles…”,y apuntaba sobre el final del mismo artículo la dimensión de esos efectos: “Qué pena me dan quienes creen que la Generación Beat significa crimen, delincuencia, inmoralidad, amoralidad… me dan pena aquellos que la atacan simplemente porque no entienden la historia y los anhelos del alma humana”.

Dos en una

Hay una versión solitaria y nocturna de Kerouac –puede leerse perfectamente en Viajero solitario, también publicado por Caja Negra–, un tanto diferente de aquellas donde su imagen aparece cristalizada en las fotografías junto a Neal Cassady o en reunión junto a otros beatniks; son como dos versiones pero a la vez representan dos momentos simultáneos, probablemente en espacio y tiempo, casi una correlación de estados que permiten sostener tradiciones y reflexiones a la vez, desde la crónica hasta la novela; una disposición que no parecía muy adecuada para Kerouac, la de poder pasar de un texto a otro –la mayoría de los materiales que integran este volumen fueron escritos durante su vida activa de novelista–, pero que sin embargo se produjo en forma notable mientras, podría decirse, era arrastrado por un huracán existencial.

Por eso la lectura de La filosofía de la Generación Beat y otros escritos resulta iluminadora sobre esa parte de Kerouac que los lectores de sus novelas no conocen demasiado y porque además los sentidos de su escritura aparecen visiblemente abiertos hasta en sus contradicciones, tanto que como señala Pablo Gianera en su contratapa: “…Si existía algo que pudiera llamarse «filosofía» de la Generación Beat, Kerouac era el único en condiciones de formularla. La Generación Beat fue acaso la generación de un hombre solo, el propio Kerouac, ángel profano, que no quería pertenecer a ninguna generación”. Por eso Kerouac dice que quien habita esa generación debe “intentar amar la vida en todas sus formas, ser sincero, mantener la paciencia en el sufrimiento, practicar la bondad, cultivar la alegría. ¿De qué modo cumplir con esto en nuestro mundo moderno de multiplicidad y millones? En soledad, quedándose solo cada tanto para extraer el oro más precioso: las vibraciones de la sinceridad”.

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