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Llegó el día: la Vigil reabre y se lanza a tender lazos con el barrio

Por Graciana Petrone.- Una veintena de censistas consultarán a los vecinos para “conocer los intereses” y dar lugar a las “actividades más pedidas”.


La histórica Biblioteca Constancio C. Vigil del barrio Tablada reabre hoy sus puertas al público con lectura de sala, búsqueda de referencias y, en los próximos días, se podrán llevar los libros a domicilio. “Es un sistema moderno con estanterías abiertas y se puede escuchar música y tomar mate”, contó entusiasmada Antonia Checha Frutos, integrante histórica de la comisión directiva de la institución. También explicó que, fieles con el espíritu de compromiso y solidaridad que supo embanderar a la casa en los años 60 y 70, una veintena de censistas recorrerán las calles del barrio de la zona sur de la ciudad “para saber los intereses y la necesidades de la gente y así dar lugar a las actividades que sean más pedidas”, tratando de recrear el lazo que interrumpió la última dictadura cuando intervino el singular proyecto educativo y social, cercenándolo.

Los colaboradores de la biblioteca censarán las casas comprendidas entre 27 de Febrero,  Ayolas, Necochea y San Martín. “Es sólo una parte del barrio, pero en principio vamos a comenzar con la zona que rodea a la Vigil. Nuestro objetivo general es retomar paulatinamente todas las actividades que realizábamos antes, pero adaptadas a las nuevas realidades sociales, económicas y de la mano de las nuevas tecnologías”, explicó Checha. Además, destacó que el cuestionario será anónimo y se entregarán folletos informativos con la historia y las actividades de la casa. “Vamos a tratar de saber si van a la escuela, si están haciendo cursos de idiomas u oficios, porque nosotros podemos ofrecerles talleres gratuitos. Incluso hay una pregunta tentativa para saber si comprarían la rifa de la Vigil”, explicó.

Los socios de la Vigil –y también muchos que no lo son – pusieron manos a la obra y ayudaron,  brocha en mano, con ganas y esfuerzo, para que la biblioteca pueda abrir sus puertas hoy en el edificio de Alem 3078. La reapertura es un paso emblemático en la recuperación del patrimonio cultural e histórico de lo que fue una de las instituciones más involucradas de la ciudad en materia de educación y programas de amplio alcance social en Tablada y también en otros sectores de la zona sur.

“Es la utopía que se va transformando”, asegura Checha cuando se le pregunta qué siente al ver los progresos que dio la entidad en los últimos dos años, después de más de tres décadas de lucha desde la intervención, en febrero de 1977 (ver aparte).

Frutos fue maestra de lo que se consolidó, en los albores de los años 60, como un programa social y educativo que sentó sus bases en los métodos pedagógicos de las hermanas Olga y Leticia Cossettini. Pero la Vigil no fue solamente un sistema escolar que promovía la enseñanza laica y gratuita –lo que marcó un cambio de paradigma en el tema– sino que, entre otras cosas, funcionó como mutual, biblioteca en la que se dictaban  cursos y talleres en oficios para la comunidad y también fue el primer instituto en contar con un observatorio astronómico de gran envergadura, emplazado en el edificio de Alem y Gaboto.

Proyecto y futuro

Según Iván Cótica, el flamante bibliotecario de la Vigil, supo haber cerca de 100 mil títulos en la época de esplendor, entre libros y material de hemeroteca. “Estoy muy orgulloso de formar parte del grupo que está recuperando el espacio y lo siento como un desafío y también con un poco de miedo, porque tenemos el peso de lo que fue la institución”, confesó. Justamente, uno de los grandes retos es recuperar el pasado y al respecto dijo: “Es difícil pensar en volver a ser lo que fue la biblioteca, es como si uno se mirara en un espejo y del otro lado ve un gigante”.

No obstante, el inventario de la Vigil aumentará en los próximos meses, cuando reciba una partida de nuevos libros de parte de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). “Será material actualizado, ya que nuestro catálogo se cortó en el ‘77”, se lamentó Marcelo Scalona, asesor legal de la institución. También explicó que “faltan 50 mil títulos de literatura que eran muy valiosos”, refiriéndose a la colección de clásicos de editorial Aguilar y a sus preciados ejemplares de tapas de cuero y hojas de papel de arroz.

Cótica marcó, además, que hubo otras pérdidas invaluables: “La Vigil tenía una editorial que imprimía sus propios libros y Raúl Frutos, entonces el bibliotecario mayor de la casa, hacía canje con otros sellos del mundo. Algunos están y deben ser los únicos ejemplares que hay en el país”, refirió

Según dijo Scalona, actualmente están en diálogo con el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos para empezar a hacer trabajos conjuntos, lo que le daría la posibilidad a la Vigil de ofrecer distintos servicios a sus asociados y retomar el trabajo que desarrolló en su época de mayor apogeo.

Pero el mayor incentivo con el que cuentan los miembros de la comisión directiva  es el apoyo y el interés del barrio. “Cada vez hay más movida. Al principio se asociaban para colaborar, porque no ofrecíamos ninguna actividad, pero cuando empezamos con los talleres de salsa vino muchísima gente de la zona”, explicó la vicepresidenta, Celina Duri. No obstante, aclaró que “queda mucho trabajo por hacer.

Memoria

Hoy, y en el mes en que se cumple aniversario de la intervención de la Vigil a finales de la década del 70, la biblioteca abre sus puertas con un catálogo de casi 30 mil libros y, además, con el proyecto ambicioso de brindar en mediano plazo distintos tipos de servicios a los socios, sin más costo que los 20 pesos de la cuota mensual.

La historia oscura de la biblioteca Vigil comenzó en febrero de 1977 cuando una patota, bajo el mote de “comisión normalizadora” e integrada por los ex represores Agustín Feced, César Esteban Molina y también el civil y abogado Maldonado Puig, entre otros, negaron a los directivos de la institución el ingreso al lugar, escudados por efectivos de la fuerza policial. Celina Duri, hija de Agustín Duri, que por entonces tenía 11 años, fue llevada a un cuarto a solas con un miembro de la patota, quien la retuvo por varias horas, amedrentándola, con el fin de “sacarle información”. Hoy es vicepresidenta de la institución, y querellante en la causa que investiga el vaciamiento de la biblioteca.

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