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Latinoamericanos que sufren el fin del sueño español

“La idea era quedarnos aquí, traer a nuestros niños y conseguir los documentos porque aquí se vive mejor, pero me han planteado el retorno y he dicho que sí”, dice la paraguaya Magaly Báez, una de los muchos inmigrantes a quienes la crisis forzó a renunciar a su proyecto vital en España.

“La idea era quedarnos aquí, traer a nuestros niños y conseguir los documentos porque aquí se vive mejor, pero me han planteado el retorno y he dicho que sí”, dice la paraguaya Magaly Báez, una de los muchos inmigrantes a quienes la crisis forzó a renunciar a su proyecto vital en España.

Esta madre de 26 años que perdió su empleo hace unos meses, al igual que su marido, se vio obligada a acudir desde hace unas semanas a un comedor de inmigrantes tras haberse quedado sin recursos. “¡Al principio me daba hasta vergüenza!”, confiesa, turbada y cargada de bolsas de plástico en las que se lleva el almuerzo y la cena del día para dos, y la comida para su bebé de 9 meses.

Para ellos “la ayuda es súper importante”, confiesa. “Si no fuera por eso, ¡quién sabe si estaríamos comiendo!”, se angustia la joven, que llegó a España hace casi tres años sin papeles con el objetivo de traer más tarde a sus otros tres hijos e instalarse en el país, y a quien la crisis obligó a desistir, según la crónica publicada por la agencia NA-AFP.

Mientras espera a que la Cruz Roja inicie los trámites para ayudarles a retornar pagándoles los billetes de avión, a través de un plan gubernamental para inmigrantes ilegales en situación límite, vive de dinero prestado, trabaja tres horas por semana limpiando y comparte un techo precario con compatriotas.

El desempleo obligó a muchos inmigrantes a pedir ayuda básica y en el único comedor para ellos abierto por la Comunidad de Madrid reciben “de 500 a más de 600” al día, frente a los 300 de antes de la crisis, según su director, Javier Hernández.

“El retorno, todavía no”, dice por su parte el boliviano Germán Cuéllar, un camarero, de 44 años, sin papeles y sin trabajo desde hace un año y medio. Del comedor se lleva la comida para él, su esposa y dos hijos de 17 y 3 años.

“Lucharemos hasta el final y si hay que retornar, lo haremos, pero como nuestros hijos están estudiando, no queremos cortarles el estudio”, cuenta, sin perder la esperanza en obtener el permiso de residencia.

Aunque la economía española ha salido, técnicamente, de la recesión, la crisis sigue afectando duramente a los inmigrantes en un país de 47 millones de habitantes en el que 12,2 por ciento son extranjeros (5,7 millones). Un 26,6 por ciento son latinoamericanos (1,45 millones), la mayor comunidad no europea, según cifras oficiales.

La mayoría llegaron en los últimos 15 años animados por un crecimiento económico a veces superior a la media de la UE.

El ecuatoriano César Lezcano, de 40 años, que perdió su empleo en una panificadora de Alcalá de Henares (cerca de Madrid) a mediados de noviembre pasado, no dudó en acogerse al otro plan que ofrece el gobierno español a los inmigrantes legales desempleados para retornar, cobrando en dos partes el subsidio que les corresponde por desempleo. Ha cobrado el 40 por ciento del subsidio (3.500 euros) y los 5.000 restantes los recibirá en Quito.

Después de tres años en España se va con una sensación agridulce, “con una pequeña desilusión”, ya que tuvo que  renunciar a su sueño de trabajar en España para ahorrar y hacerse una casa en su país.

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