Gustavo Galuppo
Especial para El Ciudadano
Tras la inolvidable despedida de Better Call Saul el panorama de las series queda un poco desangelado. La cadena HBO vuelve al universo de Juego de Tronos con la esperada La casa del Dragón, pero aún sin mucho brillo ni espesor. No es que esté mal, por el contrario, sostiene un cierto estándar de calidad, pero en lo hasta ahora emitido se aprecia la comodidad de una prolongación algo mecánica de los tópicos necesarios para continuar el éxito ya obtenido. Está todo lo que tiene que estar, cada cosa en su lugar. Es cierto, y puede funcionar. Pero el aparente cálculo de lo necesario le resta profundidad y la convierte, hasta ahora, en una suerte de ejercicio nostálgico para fanáticos, cuyo único aporte es ampliar innecesariamente las coordenadas del universo ya establecido por la serie madre, aportando pocas perspectivas nuevas sobre aquellas disputas de poder dadas entre diferentes modos de asentar la soberanía. Algo que Juego de Tronos, en su mundo inventado, supo poner muy bien en juego hasta donde pudo. Pero habrá que ver cómo se desarrolla.
Por su parte, la cadena AMC vuelve a insistir con la saga The Walking Dead. Cuando la serie original se vio extenuada hace tiempo dilatando el cierre hasta lo inadmisible, y cuando sus spin-off, dos hasta el momento, revelaron muy poca inventiva, se estrena otro, Tales of the Walking Dead, capítulos autónomos que cuentan nuevas historias en torno al apocalipsis zombie. Nada nuevo, claro. E incluso se promete otro más, que volverá a poner en el centro a Rick Grames. Por ese lado, ya nada para ver.
Entre estas reincidencias más o menos logradas según el caso, sin embargo, aparece alguna que otra propuesta mínimamente atendible, como sería el caso de Por mandato del cielo, una adaptación del libro de Jon Krakauer en el que narra un brutal caso policial que involucra a la comunidad mormona de Utah. Si bien la aproximación al policial procedimental es bastante esquemática y los protagonistas no dan del todo en el punto exigido, el caso abordado no deja de tener ciertos aspectos atractivos.
Y allí también, entre un par de nuevas propuestas que prometen algún aspecto destacable, aparece un proyecto algo curioso que sabe sacar jugo al formato elegido. Se trata de The Patient, una producción de la cadena FX que pone al comediante Steve Carrel en el centro de un thriller sobre asesinatos en serie.
Forzar una terapia para poner fin a ciertos instintos
The Patient supone el regreso al mundo de las series de Joe Weisberg y Joel Fields, el equipo que hace algunos años puso en forma la notable The Americans, y eso, cuanto menos, genera una cierta expectativa. También juega, secundariamente, claro, la curiosidad de esta decisión de que Steve Carrell asuma un rol totalmente inusual en su carrera de comediante. Y finalmente, por otro lado, no deja de llamar un poco la atención el hecho de haber elegido, para un thriller de estas características, el formato propio de las sitcoms, episodios de 20 minutos de duración.
El punto de partida de la serie es simple y conciso. Alan Strauss (Steve Carrel) es un psicoterapeuta que cuenta, entre sus habituales y anodinos pacientes, a un joven algo esquivo y poco abierto a la terapia, Sam Fortner (Domhnall Gleeson). Pero el giro se revela de inmediato. Fortner es, bajo su apariencia ordinaria, un asesino en serie que acude a terapia para calmar su compulsión criminal. Ante lo que considera un fracaso del tratamiento, decide secuestrar y mantener prisionero a Strauss para forzar una terapia personalizada y constante que ponga fin a sus instintos, antes, incluso, del próximo crimen, cosa que ya se advierte inminente. Strauss, claro, prisionero de su captor y sin posibilidad de huida, tiene que jugar de la mejor forma a ese juego perverso poniendo incluso sus reglas: para que la terapia funcione tiene que contarle, si es que sucede y no lo puede contener, su plan de asesinar a su próxima víctima.
Una confrontación inusual y directa
A partir de allí, que no es sino el comienzo del relato, se intuye que los episodios discurrirán en el encierro de esos diabólicos encuentros entre Fortner y Strauss, terapeuta y paciente. Y los dos primeros episodios, únicos hasta ahora emitidos de los 10 que componen la temporada, así se desarrollan, poniendo el peso del relato en ese lugar común del “duelo interpretativo” entre ambos protagonistas. Sólo algunos breves flashabacks, hasta ahora, interrumpen ese curso, y parecen ir revelando poco a poco aspectos de la historia personal del terapeuta.
Es cierto que la propuesta, en lo visto hasta el momento al menos, no despunta con aspectos realmente notables ni parece prometer un salto cualitativo, pero es de destacar esa curiosa elección del formato, convenido, en general, para el género de la comedia. La duración de alrededor de 20 minutos por episodio, establecida históricamente como adecuada para la comedia de situaciones, sirve en este caso para concentrar la intensidad de ese relato alejado radicalmente de ese campo. Ninguna digresión. Ninguna trama paralela o subtrama. Ninguna dilación. Todo se concentra durante esos escasos minutos en el foco irreductible de la trama: la confrontación entre el asesino y su “terapeuta”, con el evidente fantasma de que este termine por ser su próxima víctima. La intensidad está lograda, y la brevedad, satisfecha con eficacia, genera una atmósfera cautivadora.
En cierto sentido, The Patient se presenta como un producto algo menor, pero asimismo eficaz y atrapante. Lo cual, claro, tampoco es del todo un elogio. Pero a estas alturas es lo mínimo que se le puede pedir a este tipo de propuestas.
La cadena FX estrenó en Estados Unidos los dos primeros episodios el 30 de agosto, y continuará estrenando uno nuevo semanalmente. En Latinoamérica aún no se sabe por cuál de las plataformas se podrá ver, quizás Disney+. Por el momento, de todas formas, existen otras vías de acceso que permiten verla.
The Patient / FX / 1era. Temporada
Creadores: Joe Weisberg y Joel Fields
Intérpretes: Steve Carrel, Domhnall Gleeson
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