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Las otras caras de la GUM

A la Guardia Urbana se la conoce por los operativos, pero sus integrantes también hacen de nexo entre la población y las instituciones con la consigna de atacar la inseguridad en sus causas y no en sus efectos.

Aunque las noticias sólo consignen su sigla cuando protagoniza un procedimiento, los integrantes de la Guardia Urbana Municipal (GUM) se hacen cargo, formal e informalmente, de una tarea social mucho más abarcadora.

—Mirá muchacho, mi hija tiene 22 años y no hace nada. Y yo quiero que haga algo. Que termine, la escuela, o algo así, pero no sé cómo hacer. ¿Vos me podés ayudar?

—Sí, esperame que busco para anotar tu dirección. Yo averiguo de algún EMPA en la zona y te aviso, a ver si puede empezar por ahí.

Gastón es joven, unos treinta y cuatro años. Profesor de educación física, ahora trabaja en la Guardia Urbana Municipal (GUM) formando parte de uno de los dispositivos territoriales de esta institución, en este caso, en el barrio Santa Lucía. Su rol en el barrio es el de ser un nexo, una conexión entre “los estigmatizados” y el Estado. De esta manera, Gastón, tal como hacen sus compañeros en la Villa Banana o el barrio Toba, pone en práctica nuevos conceptos acerca de la seguridad: como sinónimo de confianza y prevención, no de represión. “Seguridad por las causas, no por las consecuencias”, definió Mariano Savia, director de la GUM. “Estoy convencido de que el futuro de la Guardia Urbana está en este tipo de esquema: de políticas de seguridad a través de la proximidad”.

Uno de los primeros pasos que dio la Guardia Urbana en el barrio fue un partido de fútbol: los muchachos de La Tablada contra Santa Lucía. “Nos decían: ¡No! ¡Mirá a quiénes van a juntar! Pero no pasó nada. Ni árbitro necesitaron los chicos”, contó José, oficial de la Guardia que trabaja en la Villa Banana. Como ganó Santa Lucía, por unos cuantos goles, hubo uno que otro insulto entre los chicos de Tablada, pero nada que no pueda superarse con sandwichitos y coca-cola. Fue así como, desde la Guardia Urbana, lograron atravesar una importante barrera dentro de un paradigma que los tiene estigmatizados a los dos: a los chicos del barrio “con gorrita”, y a los uniformados, que no siempre van a ser policías.

“La violencia, el conflicto, empiezan cuando no hay una organización ni una figura de ordenamiento, y ese es el rol del Estado. Los territorios se desarman, entonces hay que mover las piezas y ver cómo articular una presencia estatal. Muchas veces, el rol del Estado queda desdibujado y el espacio público, que es su espacio por excelencia, si no se trabaja por fuera de la represión, se te desmadra. Por eso nuestro trabajo tiene que ver con la seguridad, con dar la seguridad de que se está, tanto para el vecino que tiene miedo del pibe de la gorrita como para el pibe de la gorrita”, explicó José. “Para nosotros el tema de la seguridad tiene que ver con la convivencia, y el tema de la convivencia tiene que estar regulado por el Estado”.

De esta manera, la GUM llega a las periferias para actuar como un nexo entre las instituciones y el barrio, que las desconoce. Van desarmados, buscando “la forma de enlazarse con los pibes para que lleguen al sistema educativo, al centro de salud, a los espacios recreativos”. La Guardia Urbana, así, articula con las escuelas, los centros de salud, los comedores, todas las instituciones que ya están allí instaladas. “Articulamos con todos, y a todos los necesitamos. No estamos reemplazando a nadie”.

Los equipos territoriales recorren siempre el mismo barrio asignado. Se pasan horas allí, charlando, comiendo, conociendo gente. Su patrullero ya no es visto como tal, y desde que entran a Santa Lucía, en este caso, ya empiezan a recibir y dar saludos, algunos reclamos, otros agradecimientos, comentarios, consejos. Como si fueran de ahí. “Para nosotros la seguridad es confianza, por eso no rotan los grupos. Creamos un vínculo personal, humano. Somos una oficina móvil y ya no concebimos otra forma de trabajar”.  En el mismo sentido, Mariano Savia destaca de esta nueva metodología de trabajo, “el contacto personal de todos los días”. “Se incorporó una voz, y también un oído”.

A modo de resumir, José explicó que lo que se hace en concreto es “atención primaria de la seguridad, como el modelo de salud pública”. “Laburamos identificando las situaciones potencialmente de conflicto, cuáles son las cosas que generan distorsión en el territorio. Cuando algo nos supera, de la misma manera que el centro de salud manda a la gente al hospital, nosotros llamamos a la Policía”.

Los dispositivos territoriales de la Guardia Urbana Municipal nacieron en el año 2007, en la Villa Banana, a partir de la muerte de dos chicos menores por inhalar pegamento. Así, la idea de establecer el dispositivo fue para crear nexos y desandar los circuitos de inseguridad. “Para que así no sea necesario llegar directamente a lo penal”, contó Savia. Dos años después, el dispositivo se instaló en el barrio Toba. Y hace apenas dos meses, en el Santa Lucía. Lo interesante es que en este último caso, fueron las propias instituciones del barrio las que pidieron que se instalen a trabajar allí.

“Yo tengo una mirada muy buena porque esta gente es una gran ayuda, acá estamos prácticamente aislados, en todos los sentidos”, contó “Tony”, quien maneja el centro comunitario “Los Euca”.  “Los chicos se sienten totalmente rechazados. Y no solucionamos nada cruzándonos de vereda cuando los vemos. Los de la GUM  se meten a hablar con los chicos, tiene mucho que ver eso.”

La oficina móvil de la GUM, como bien les gusta decir, recorre todo el barrio, todos los días. Recibe saludos por todos lados. Algunos piden que paren. “¿Es verdad que están tomando gente para trabajar con ustedes?”, pregunta uno de los pibes del barrio, con la gorrita y la camiseta de Central puestas. “No ahora no, pero te avisamos. ¿Cómo vas vos con la escuela?”, contesta Gastón, y el chico le dice que está re bien, que nomás le faltan algunas materias. Después se encontrarían con Milagros, tiene once años y, facturas en mano, admite que quiere ser como Fernanda, la compañera de trabajo de Gastón. Los agentes, con sus uniformes y pinta de autoridad, sonríen y admiten, otra vez, que ya no conciben otra forma de trabajar, que las cosas que les da el barrio no están en otros lados, que es algo que no hay “en la peatonal”.

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