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Las Islas tatuadas en la piel

Por Santiago Baraldi. Juan Carlos Lamas, conocido como Conan, tuvo una idea a propósito del 2 de abril: propuso hacer un tatuaje de las Malvinas sin costo, sólo a cambio de alimentos y útiles escolares. “Esa guerra marcó a nuestra generación”, dijo.


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La causa Malvinas provoca sentimientos y pasiones notables. Ayer, en conmemoración de un nuevo aniversario del desembarco a las islas del sur, entre homenajes y actos de protocolo, Juan Carlos Lamas, más conocido como Conan, uno de los decanos en tatuajes de la ciudad, realizó a través de su página de Facebook una convocatoria mediante la cual invitaba a tatuarse las islas Malvinas de manera gratuita a cambio de un alimento no perecedero o útiles escolares.

Jorge Andreo no lo pensó dos veces y fue el primero en llegar al local de calle 9 de Julio al 2000: “Nunca me hice un tatuaje y Malvinas es un sentimiento, me pareció un buen homenaje para los que allí pelearon”, afirmó el hombre que hizo un alto en su trabajo de carpintero para someterse a los pinchazos de Conan.

El tatuador tiene conocidos que son ex combatientes y uno de sus mejores amigos murió en la guerra. “Soy clase 63, y en esos días de abril del 82 nació mi hijo, mientras estaba como reservista. Aquella guerra en nuestra generación quedó muy marcada y una manera de rendir tributo a los que pelearon es ofrecer mi trabajo a cambio de algo que podamos llevar a una escuela o comedor”, dice Conan, mientras las agujas con tinta negra quedan registradas en el hombro de Jorge. La conversación entre ambos gira en torno a que “los pibes no saben qué fue Malvinas”, “sólo nos acordamos de las islas el 2 de abril”, y de “lo poco que se enseña de la historia argentina en las escuelas”.

Conan está tatuado íntegramente: una lágrima, “que no te voy a decir por qué me la hice” le cae del ojo derecho; en sus brazos están las marcas de “mis demonios”; en el otro, una mujer desnuda, la bola negra de billar, “la ocho, que es la muerte”, y en la muñeca el nombre de su hija Trinidad. “Me lo tatuó ella cuando tenía 9 años. En el pecho, con signos chinos, las iniciales de su hijo Juan. “Mis amigos me bautizaron Conan cuando en el año 92 salí campeón santafesino de fisicoculturismo; tenía el pelo largo y formaba parte de un grupo de motoqueros. Después terminé poniéndole el nombre al local, todos me conocen como Conan”, dice orgulloso.

Maestro

Autodidacta, hoy es maestro de nuevas generaciones de tatuadores: “Hace 25 años, cuando comencé, éramos tres en Rosario, hoy hay mucha gente en el rubro y eso hizo mermar el trabajo, pero en mi caso, también vendo insumos, viene gente de localidades aledañas a comprarme tintas, agujas o máquinas”. Mientras Jorge soporta los pinchazos, agrega datos de su trabajo. Traza un perfil de la clientela: “Vienen varones de 25 a 35 y, últimamente, mujeres de 35 a 45, que se están animando más a los tatuajes grandes en los brazos. Las chicas preferían el tatuaje pequeño en la nuca o arriba de la cola. Los hombres prefieren el antebrazo o espalda”. Y aclara: “Yo no hago ni escudo de clubes ni retratos”.

Realizar un tatuaje pequeño lleva entre 20 minutos y media hora de trabajo, y tiene un costo de 30 pesos. “Los más grandes pueden ser sesiones de tres o cuatro horas, que en un brazo completo pueden ser de siete sesiones, con dibujos más complicados y detallistas podés estar 30 horas”, apunta Conan, quien sostiene que el tatuaje es algo muy personal. “En general, el que viene llega con una idea y después acá la terminamos de diseñar en un papel para que en ese boceto se termine de plasmar esa idea”, dice.

Mientras sigue con la isla Soledad, Jorge se entusiasma con la conversación y le pregunta cuáles fueron los tatuajes más insólitos que hizo. “Vino un hombre y me pidió hacer las siglas de cuatro letras en la axila y no me quiso decir qué significaban las iniciales, o me encargaron hacer un dibujo en un lugar muy cercano a los genitales de una mujer, un lugar doloroso”.

Uno de sus últimos trabajos fue a una mujer de 72 años que le pidió que grabara las iniciales en una mano, un angelito en la espalda y un corazón de Jesús en un hombro. Conan asegura que a los que llegan para que les tatúe el nombre de su pareja les dice que lo piensen bien “porque es algo que no se borra más; una vez vino un muchacho a pedirme que le sacara el tatuaje, le pregunté por qué y me relató que se lo había hecho porque la chica con la que salía le gustaban los hombres tatuados, se lo hizo para levantársela y al poco tiempo la chica lo dejó y en realidad, a él no le gustaban los tatuajes”. Jorge se ríe de la anécdota y afirma orgulloso: “Las Malvinas quedan para siempre, son un amor eterno, son nuestras, las mujeres van y vienen…”.

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