Mundo Cooperativo

EDITORIAL

Las ferias: los espacios donde se restituyen la dignidad del trabajo

Según Pierre Bourdieu, la organización colectiva no surge de procesos naturales, ni resulta predeterminada estructuralmente sino que emerge en “procesos socioculturales que tensionan el habitus de los actores en torno a una estrategia compartida de cambio” (2001)


Juan Aguzzi

Según Pierre Bourdieu, la organización colectiva no surge de procesos naturales, ni resulta predeterminada estructuralmente sino que emerge en “procesos socioculturales que tensionan el habitus de los actores en torno a una estrategia compartida de cambio” (2001). Las ferias son impulsadas por actores (sujetos) que otorgan a cada experiencia una impronta particular, estructurando su funcionamiento e imponiéndole una práctica distintiva. Cuando se analizan estos sujetos sociales hay que hacerlo dimensionando sus experiencias, ya que son un componente esencial para su dinámica. Es en las sucesivas crisis económicas y sociales que vivió el país, y principalmente a partir de 2001, cuando estas ferias fueron conformándose y buscaron consolidarse como espacios donde las condiciones de producción y comercialización, y la gestación de esas experiencias, fueron dándole un perfil cada vez más definido y construyendo una historia individual y colectiva, local y regional. De acuerdo a los gobiernos, las ferias fueron alentadas o combatidas; la dispensa de un marco regulatorio parecía no corresponderles nunca, por considerárselas competitivas con las zonas comerciales habilitadas o porque se trataba de una economía informal cuyo marco escapaba a cualquier control. Sin embargo, las ferias han desarrollado estrategias diversificadas para hacer frente a todo tipo de crisis y se erigieron en un espacio económico solidario como ningún otro podría ostentarlo en las transacciones comerciales de distinto tipo. Las ferias cuentan con sus propios hábitos, valores y hasta tradiciones y sus acciones no son imprevisibles sino que responden a estímulos dictados por sus propios actores, aquellos trabajadores que le dan vida cada día con la oferta de productos que van desde indumentaria hasta alimentos frescos; desde productos de limpieza e higiene hasta herramientas y electrodomésticos pasando por juguetes y todo tipo de accesorios de distinto uso. Pero además cuentan con un sesgo solidario que es un poco la piedra basal que permite su continuidad en el tiempo, por lo menos desde que se constituyeron en una eficaz alternativa al desempleo y la desocupación que durante los últimos cuatro años, en tiempos de la nociva gestión de Cambiemos, alcanzó niveles impensados. Esos cuatro años fueron un flagelo en términos económicos, culturales, políticos y simbólicos y de algún modo, estos emprendimientos, el hacerse feriante como lo definen quienes se autoconvocan para esa tarea común de revitalizar un espacio con una propuesta de acción, permiten que se restituya la dignidad del trabajo y las posibilidades de socialización de la economía familiar y social. Y los que allí hacen uso de esa socialización son pequeños emprendedores, asalariados de niveles bajo y medio, amas de casas, miembros activos de la economía popular, adolescentes empeñados en alguna tarea productiva, entre otros. Y esa dimensión de experiencia mencionada agiliza un ejercicio que permite un dominio práctico de situaciones de incertidumbre y zozobra cuando sus necesidades de subsistencia están amenazadas: se hace frente a la coyuntura cuando surgen tensiones y desafíos casi con una mirada prospectiva, donde hasta se reflexiona sobre los obstáculos y potencialidades que presenta cada fenómeno. Algo de esto se expone en este número del Mundo Mutual y Cooperativo donde se esbozan la trama de las relaciones e intercambios que ocurren en las ferias, la expresión “política” del proceso organizativo y del sujeto social que los impulsa. Al mismo tiempo se viaja al medioevo para rastrear un origen posible que ya adquiría esa denominación y sentaba un precedente de organización e intercambio comercial novedoso, nada fácil de controlar por el poder de turno, en este caso el señor feudal.

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