Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Las enseñanzas de un año desalmado y el valor de actuar colectivamente

Un año tan desalmado como 2020 no podía menos que dejarnos grandes enseñanzas. Entre todas, la más importante es decidirnos, de una vez por todas, a actuar colectivamente. Desarrollar respuestas conjuntas a los desafíos actuales ni siquiera resulta generoso, sino básicamente inteligente


Elisa Bearzotti

Especial para El Ciudadano

En el marco del caos generado por la pandemia de coronavirus, el reciente asalto al Capitolio, liderado por las huestes del saliente presidente Donald Trump, se presenta como el corolario de un año desquiciado. Estandarte de la democracia mundial, el edificio que alberga al Parlamento de los Estados Unidos reprodujo durante algunas horas el descontrol que, a lo largo de la historia americana, ha hecho sucumbir a varios gobiernos de países “bananeros”, como reconoció el ex presidente George Bush, mediante acciones estimuladas y solventadas por los mismos que hoy se rasgan las vestiduras al ver amenazada “su” sacrosanta democracia. Finalmente, “haber probado algo de su propia medicina” puso a toda la situación en contexto y Trump no tuvo más remedio que aceptar la derrota, desconociendo las bravuconadas de las horas previas. Aunque el tembladeral suscitado en el mismo corazón del imperio está lejos de amainar… al igual que la pandemia.

El hecho no hizo más que mostrar a las claras las pujas internas de una sociedad hastiada, que lamenta el bienestar perdido y debe adaptarse a un mundo que ya no ofrece seguridades. La reconocida “zona de confort” se ha evaporado, y hoy resulta más lúcido dejarse guiar por las propias intuiciones que por líderes desorientados y sin el entrenamiento necesario para resolver situaciones acuciantes.

El 2020 tiró por los aires nuestro estilo de vida. Debimos renunciar a las reglas que nos guiaban e inventar otras, negar los placeres mundanos de tragos y cenas compartidas, viajes, festejos, compras y cualquier otro artilugio usado en el pasado para satisfacer deseos aspiracionales. Por el contrario, debimos enfocarnos en el cuidado de la salud, y atrincherar nuestras conciencias con la ilusión de conservar el equilibrio mental y no dilapidar los dinerillos afanosamente ganados, en vista de futuras contingencias.

Así las cosas, la intención de esta crónica era sacudir el tamiz y detectar, entre todas las peculiaridades del 2020, algunas luces que nos brindaran una guía para comenzar a sortear los primeros meses del 2021, que se avizora tan difícil e intempestivo como el año anterior. Si bien hoy por hoy las proyecciones a futuro resultan harto especulativas, es indudable que la mirada no puede dejar de posarse sobre algunos aspectos que sufrieron cambios notables, y que dejarán su impronta más allá de la pandemia.

Por ejemplo, el sistema de enseñanza/aprendizaje fue uno de los que sufrió más tensiones en esta crisis, proviniendo desde todos los sectores de la comunidad educativa: maestros, profesores, padres, alumnos y funcionarios. Sin embargo, los cuestionamientos no hacen más que evidenciar los estertores agónicos de un modelo que ya no responde a las necesidades actuales. Hoy, los sistemas de educación masiva basados en agrupar a las personas en filas se volvieron insostenibles e inseguros. De modo que en adelante es probable que se implementen formas de enseñanza en consonancia con la pedagogía Montessori, con clases al aire libre, grupos pequeños y un aprendizaje adquirido a través de las múltiples expresiones de la naturaleza, siempre apoyado por las nuevas tecnologías.

También el diseño industrial está virando hacia propuestas más sustentables y en armonía con los recursos naturales, habiendo una mayor presión sobre las empresas para que transparenten su comportamiento en todo, desde el uso de recursos hasta los procesos de fabricación y las prácticas laborales de la cadena de suministros. El bienestar y la salud serán los aspectos destacados en la búsqueda de resultados, y los adultos mayores el nuevo target de privilegio debido a la extensión de la expectativa de vida; mientras que en las ciudades los espacios verdes cobrarán cada vez más relevancia, una forma de mejorar tanto la calidad de vida como el medio ambiente.

Por otra parte, en los próximos años los servicios serán los reyes de toda la cadena comercial. Con usuarios conectados a tiempo completo y dejando rastros de sus preferencias, caprichos y necesidades en todos sus dispositivos, las sugerencias de productos estarán cada vez más personalizadas y al alcance de la mano, con proveedores compitiendo por alcanzar rapidez y eficacia. En los próximos años ya no importará tanto la calidad como la comodidad de recibir lo que queremos en nuestro propio hogar en el menor tiempo posible, acentuando los cambios que vienen ocurriendo en la arquitectura comercial, donde ya no existe la necesidad de establecer enormes locales para mostrar las mercancías sino contar con aceitadas páginas web que permitan entrever cada detalle de los productos ofrecidos, y brinden la posibilidad de acceder al circuito de compra con seguridad y eficiencia.

Por último, el área de la Salud es la que quizás se ha visto más cuestionada en todo este periodo. Con profesionales extenuados, mal pagos y moviéndose en arenas movedizas, ha mostrado sus mayores deficiencias al poner en evidencia la falta de coordinación entre el sistema privado y el público cuando se trató de conocer la disponibilidad de camas UTI (unidad de terapia intensiva). Por ello, el sistema de salud en general deberá rediseñarse, ya que se ha visto la necesidad de uniformar las bases de datos y compartirlas para poder dar una respuesta coordinada a las amenazas emergentes.

Un año tan desalmado como el 2020 no podía menos que dejarnos grandes enseñanzas. Entre todas, la más importante es decidirnos, de una vez por todas, a actuar colectivamente. Desarrollar respuestas conjuntas a los desafíos actuales ni siquiera resulta generoso, sino básicamente inteligente, porque de nada sirve “salvar el pellejo” cuando a nuestro alrededor todo colapsa. Esta será la mayor tarea de una humanidad asediada por múltiples conflictos que amenazan su supervivencia, y empobrecen la experiencia vital de gran parte de la población. Creer que el amor y la solidaridad pueden salvarnos no es una utopía, sino parte de la nueva configuración humana que ya está comenzando. Claro, podrán decir que soy una soñadora… Pero no soy la única.

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