Sociedad

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La vocación del hombre

“La vida es un conjunto enmarañado de túneles, como una esfera gigantesca y polifacética en la que se entrecruzan los túneles de la vida de todos, a través de los tiempos, dejando rastros de cada uno en todos los demás”.

“La vida es un conjunto enmarañado de túneles, como una esfera gigantesca y polifacética en la que se entrecruzan los túneles de la vida de todos, a través de los tiempos, dejando rastros de cada uno en todos los demás”.

En la antigua Grecia, el bien mayor  era la justicia. La justicia como el equilibrio. El equilibrio de todos. “Estar pendiente del equilibrio de los demás, para que nadie tuviera dolor”.

El obstáculo aparece cuando crece el amor al poder y a la riqueza, entretejida con bajos instintos, porque anula la posibilidad de ayudar a los otros. Puede agravarse si se trata de empobrecer con subterfugios, para convencerlos de que su lugar en el mundo es la dependencia, la humillación, la pobreza. Se les impide realizar su dignidad humana, privándoles de la paz interior. Pero si en éstos, la humillación no ha destruido su alma, pueden reaccionar y su intimidad, a salvo de bajezas, les permitirá ayudar a otros, a sus iguales y trasmitirles la paz, contribuyendo a su salud física y moral. El dolor de su situación les da sabiduría y en medio de las cosas sencillas y aun banales, encuentran el reverso en su profundidad y riqueza de sentido.

La sencillez viene a convertirse en cobertura de lo importante. Lo que pareció importante, el poder y la ambición, desaparecen a manos de lo simple y cotidiano del deseo de ayudar, que es lo verdaderamente importante. Y ayudando a los otros nos ayudamos a nosotros mismos. Trasmitimos la paz y adquirimos o profundizamos nuestra paz. Somos más humanos porque descubrimos en la profundidad del propio dolor, la otra profundidad sumergida de nuestro mejor yo.

Pero no debemos quedarnos en el yo, porque el individualismo nos pierde. El yo sale a apoyar a los otros constantemente y se engrandece. La luz no puede esconderse bajo la cama, sino que debe salir afuera para alumbrar a otros y ser verdaderamente, cumplir con su esencia de ser luz.

Al repensarnos como luz, aumentamos nuestro enriquecimiento, entramos y salimos de nosotros mismos para ser mejores y mejorar a otros, en una dialéctica infinita de perfeccionamiento. No somos nosotros, sino que estamos en camino a serlo, somos los que todavía no alcanzamos nuestra esencia hasta que hayamos salido a ayudar a otros a encontrar la suya. Ésta es la vocación del hombre, ser, para dejándose, hacer ser a los otros e irse purificando de sus defectos, conociéndose a sí mismo aceptándose como se es. Así se amará y podrá amar a los demás.

Todo el accionar del hombre es una ofrenda de superación de todos y de cada uno, en la polifacética esfera en la que los túneles de todos los hombres del mundo, se entrecruzan al infinito y producen el equilibrio, que es la justicia.

 

Por E. Josefina Antoni, psicóloga, socióloga, autora del libro  “Olga una médica bruja” Ed. Dunken 2014.

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