“No hay dudas, ninguna duda, de que en la cárcel están las pobres. Esta es la marca que antecede a la prisión, puesto que hay una mirada que relaciona pobreza y criminalidad; la condición de vida ya hace a la persona sospechosa de ser peligrosa. Más aún: la convierte en culpable”. El fragmento pertenece a Nadie las visita, un libro imprescindible para entender la vida dentro de los penales femeninos, que empezó a escribirse en 2006, a raíz de una investigación de la ONG Mujeres Tras las Rejas, realizada dentro de la Unidad Penitenciaria Nº 5 de Rosario, ubicado en pasaje Thedy al 300 bis. “Es una investigación que angustia”, dice el ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, en su prólogo, y no se equivoca. Porque sus autoras, Graciela Rojas y Raquel Miño, no sólo denuncian las condiciones de encierro y la violación sistemática de derechos humanos desde una perspectiva de género con acertado marco teórico. También incluyen las voces de las internas, cuyos quejidos se puede escuchar en cada capítulo, a veces como un susurro tímido, otras, como un grito desgarrador. Esos relatos y un testimonio fotográfico completan la obra que, al igual que el programa radial que se emite todos los jueves desde la cárcel, busca devolverle humanidad a las mujeres privadas de la libertad y cumplir su principal objetivo: visibilizarlas.
“Hay que leerlo para reconocerse en el otro como un sujeto posible. Sacándose todos los bagajes de estigmatización, todos los prejuicios, todos los preconceptos, hay que desnudarse, no sólo con la requisa, para poder aceptar al otro en toda su humanidad”, dijo Graciela Rojas en diálogo con El Ciudadano tras el acto oficial en el que se presentó el libro, que describe la penosa realidad del universo carcelario femenino y la extiende a otras prisiones latinoamericanas.
Como bien anticipa en su prólogo el ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, “Nadie las visita es una investigación que angustia, porque los problemas y crueldades que muestra son diferentes a muchos otros quizá mayores a veces, pero siempre visibles, en tanto que todo lo que el trabajo pone de manifiesto está marcado –o atravesado– por la invisibilidad”.
En un inteligente análisis de la mujer en el devenir histórico, Zaffaroni agrega: “Todos conocemos la situación de las prisiones latinoamericanas, pero lo que revela la investigación es en muchos sentidos más cruel que respecto de los hombres presos. El número aumenta, el mayor porcentaje lo nutren las mulas, explotadas por los traficantes y dejadas a su suerte, víctimas de la miseria, del traficante, del amante y del Estado”.
Prisiones y prisiones
Las autoras del libro analizan las vivencias en el penal y las comparan con la realidad de otras prisiones de la región para concluir que “las condiciones carcelarias en toda América latina se caracterizan por altísimas tasas de hacinamiento, malas condiciones sanitarias, deficientes servicios de salud, y alimentación inadecuada, constituyendo una de las más grandes violaciones a los derechos humanos”.
Asimismo, agregan que “las personas, además de ser privadas de su libertad ambulatoria por haber cometido un hecho ilícito, son también despojadas prácticamente de todos sus derechos fundamentales. Las prisiones, lejos de ser lugares donde los reclusos y reclusas reparan el daño causado y se rehabilitan para volver a la sociedad, se han convertido en depósitos de seres humanos y verdaderas escuelas de delito”.
Entre algunas de las ideas desarrolladas refieren que los edificios penitenciarios fueron creados con la intención de expresar “una idea y no una función” y destacan, en relación con el agravamiento en la cuestión de género, que en la Argentina existen 110 centros de detención de los cuales sólo 12 son para mujeres.
En una de las citas se escucha la voz del español Xosé Tarrío, tras indicar que no murió en la cárcel sino que esta lo mató: “Si me preguntaran qué es la cárcel, respondería sin dudar que es el basurero de un proyecto socio–económico determinado, al cual arrojan todas aquellas personas que molestan dentro de la sociedad: por eso la cárcel alberga principalmente pobres”. Y más atrás en el tiempo citan a otro escritor que también fue encarcelado, Oscar Wilde: “… las cárceles se construyen con muros para que Dios no vea lo que hace el hombre con sus hermanos…”
Con voz propia
La maternidad atrapada, la infancia encarcelada, la sexualidad, la salud, la educación y el estigma del cuerpo como único lugar de autonomía y libertad son algunos de los recorridos de Nadie las visita.
A continuación, se transcriben algunos fragmentos donde hablan las internas sobre esas problemáticas:
n “… Tanta sangre, tantos cortes… igual no me escuchan…”
n “…Esta me la hice cuando entré, estas otras cuando me condenaron… estas son de la Navidad pasada sin mis hijos…”
n “…Vivo desesperada, no me lo traen al Jonathan y eso que lo pido a cada rato, nadie me escucha y me pongo como loca. Lo único que tengo ganas de hacer es cortarme y seguir cortándome…”
n “…Acá no se vive tan mal, solamente hay humedad y sí, ratas hay, algunas son tan grandes que si te descuidás te ceban mates…”
n “…Al final me tuve que encamar con La Gorda para que no me golpeen. Al principio yo no quería, pero ella me dijo que nadie me iba a tocar si me tenía cerca. Es cierto, desde que ella me cuida las otras guachas ni se me acercan. La Colorada me dejó esta marca en la cara y me bajó los dientes porque dijo que desde que entré acá todas me miran a mí y a ella no le dan más bola. Yo no le hice nada a nadie, la verdad es que acá adentro tengo más miedo que afuera…”
n “…Todo el mundo me miraba y me tocaba, nadie me dijo ni una palabra, ni siquiera la agente penitenciaria. Yo estaba muy asustada porque chorreaba sangre y tenía dolores. Lloraba… la enfermera de la guardia me gritaba para que haga fuerza y yo no daba más, me decía «que me la aguante, que por qué no lo pensé antes, que fui rápida para bajarme la bombacha». Cuando llegó el médico estaba apurado, nervioso y medio dormido, tampoco me trató bien. Al final, la nena nació muerta, me dijeron que se había pasado…”
n “… Tengo escrita la palabra Antonio en la espalda a la altura del hombro derecho, no lo veo, pero sé que está y me da mucha rabia porque él me abandonó cuando caí presa. Me lo voy a sacar con una cuchara caliente…”
n “… Siempre estuve sola, desde que nací no le importé a nadie, los únicos que me hacían el aguante era mis hermanos, algunos están presos, otros ya salieron… hasta que los vuelvan a enganchar…”
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