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La UNR se hace cargo de las lenguas originarias

Se dictan cursos de quechua, guaraní y qom en los que se aborda el universo cultural de las comunidades.

Por: Claudio de Moya

Ir a la cancha, comprar choclo en la verdulería y fumarse un pucho donde lo permitan las ordenanzas municipales. O bien, bañarse en el río Paraná, planear unas vacaciones en San Clemente del Tuyú y tomar tereré cuando agobia el calor ¿Qué rosarino no está atravesado por estas acciones o deseos? Pocos son los que toman nota, sin embargo, que en los tres primeros casos su significado remite a palabras de origen quechua –o quichua–, y en los restantes a vocablos guaraníes.

Lo sepan o no los “hispanoparlantes” vernáculos, las lenguas originarias tienen una presencia antigua y cotidiana en sus conversaciones y pensamientos. Pero desde hace dos años, además, también forman parte del ámbito académico local: la Universidad Nacional de Rosario (UNR) se hizo cargo como institución de esta realidad incorporando su enseñanza. Y no para conseguir, apenas, que sus propios profesionales o el resto de la comunidad aprendan a “traducir” frases o textos. Los responsables de la flamante iniciativa aclaran que el objetivo es tanto más ambicioso como necesario: transmitir los mundos simbólicos y los universos culturales en los cuales cobran todo su sentido esos lenguajes ancestrales que no sólo abren la puerta a esa “otra historia” aún no contada, sino que están en permanente evolución.

La UNR implementó en 2009 la enseñanza de las lenguas originarias desde los Clec, sigla con la que se conocen los “Cursos de lenguas extranjeras para la comunidad” en los que también se dictan clases de inglés, francés, portugués, italiano, alemán, latín, chino, japonés y, desde este año, árabe y hebreo.

Una paradoja, si se quiere: el quechua, el guaraní o el qom (toba) son menos extranjeros que el propio castellano, “implantado” en el continente recién a partir del siglo XV.

Los cursos de lenguas originarias, por ahora de quechua y guaraní y en un futuro inmediato de qom, se dictan en las dependencias de calle San Juan 1531 que pertenecen a la Facultad de Humanidades. Son abiertos a toda la comunidad, y están a cargo de equipos en los que trabajan complementariamente lingüistas y hablantes nativos.

“El contacto con las culturas originarias está siempre presente, porque manejamos cotidianamente términos en quechua con, incluso, el mismo significado, como cancha”. Fanny Trainer es una de los responsables de transmitir el complejo espacio simbólico que fuera impuesto por el imperio Inca, pero que está vivo y evoluciona en amplias regiones de la Argentina. Hace 35 años que se dedica a ello. “Soy del norte, aprendí a leer y escribir en Humahuaca”, dice casi en alusión a una “obligación” profesional.

Docente, licenciada en letras, especializada en investigación educativa, Trainer es autora de numerosos trabajos destinados a recuperar las culturas ancestrales del continente. La tarea de enseñar quechua es compleja, aclara: “Existe una dificultad, como en cualquier lengua que no pertenezca al universo indoeuropeo, por eso es importante acentuar la cuestión cultural, que es lo que le va a permitir al futuro hablante de quechua llegar al sentido de la comunicación y no sólo al significado de algunas palabras aisladas. Y esto se lo logra a partir de comprender la cosmovisión del pueblo que lo habla”. Pero en su caso, añade el contrapunto: “En todo el territorio argentino se han absorbido más los términos quechuas que los guaraníes, por ejemplo, por ser una lengua de acentuación grave”.

Contra el error al que podría inducir el sentido común, y con la salvedad de que los registros al respecto no son muchos ni muy rigurosos, Trainer aclara que en el país viven aproximadamente 250 mil hablantes de quechua. Y que, con las ocho naciones que lo tienen como lengua materna, en Latinoamérica suman alrededor de nueve millones.

Todo un colectivo diezmado primero, ocultado después y recientemente reivindicado, aunque con la recurrente tentación del estereotipo. “En el noroeste de nuestro país tenemos como sustrato el quechua. Hay estudios, investigaciones, que muestran la relación entre la lengua y el pensamiento colectivo. Entonces, si desconocemos una parte de nuestra historia, mal entonces podemos vernos como somos. Porque es una parte que no está suficientemente incorporada, registrada, debatida, con todas las contradicciones que pueda tener”, dice al respecto Trainer.

Elsa Recalde nació en Paraguay, trabaja en el consulado de su país en Rosario y es una de las responsables de los cursos de guaraní en la UNR. “Este lenguaje es netamente de transmisión oral, hasta hoy día la comunidad Mbya de Misiones no admite que sea escrito. Tiene grafía gracias a franciscanos y jesuitas, que lo tuvieron que aprender y escribir para transmitir su creencia a los pueblos guaraníes”, dice. Y agrega que, como sucede con el quechua, deriva en numerosas ramificaciones: “Hay 60 dialectos del guaraní: el paraguayo, el correntino, el de los Aba-guaraní de Salta, el de la Amazonia. Son diferenciados, tienen distintas cadencias y acentuaciones. Por ejemplo, el guaraní paraguayo es agudo, y el de Salta es esdrújulo”.

Como la lengua de los incas, está más extendida y “viva” de lo que se supone. “Es un idioma en evolución. Es ya el tercero del Mercosur, junto al portugués y el castellano. Es idioma oficial del bloque, de Paraguay y, desde 2005, de Corrientes”, enfatiza Recalde.

Ella aborda la lengua desde su vertiente paraguaya, pero explica también la acentuación correntina. Trainer, por su parte, dedica un primer cuatrimestre al quechua “imperial”, una suerte de sustrato general, y el segundo a “la quichua”, que es como denominan a la forma local en Santiago del Estero.

La doctora María Inés de Juano, secretaria Técnica de los Clec, recuerda que los cursos cuentan con una carga horaria de 2 horas semanales, en la primera de las cuales se abordan conocimientos sobre la cultura y en la segunda se trabaja sobre la lengua propiamente dicha.

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