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La salud de Kirchner altera el plan de 2011

Por: Pablo Ibáñez

Mide mejor. Le resulta menos tortuoso “conectar” con los sectores medios. Se le acerca, lentamente, en intención de voto. A esas “virtudes” que sufre ante su esposa, Néstor Kirchner debe agregar otra: la salud de la presidenta es más sólida que la suya.

El último episodio de salud del patagónico, el segundo en ocho meses, podría impactar en el esquema K y modificar lo que, a simple vista, asoma sólo como un juego de ajedrez: que la candidatura virtual de Cristina de Kirchner se convierta, con el paso de los meses, es una posibilidad cierta.

Así como Kirchner, desde sus inicios en 1987, jamás compitió en una elección sin poner al top de la marquesina electoral su apellido, el esquema camino a la presidencial de 2011 sugiere que el patagónico será el candidato para tratar de suceder a su esposa.

Pero el repunte de la presidenta –en los últimos siete meses recuperó 15 puntos de buena imagen y en la actualidad supera a su marido– y el factor salud que abruma al ex presidente, podrían incidir sobre la hoja de ruta para tratar de preservar el poder por otros cuatro años.

Liderazgo

Sin embargo, el patagónico todavía supera a su mujer en intención de voto a la vez que en la mirada pública se reserva la exclusividad de un rol: las encuestas señalan con claridad que el liderazgo político, el “conductor del modelo”, es Kirchner.

Su mujer, la presidenta, es la que aparece como la ejecutora, sobre todo en lo referido a la gestión (en definitiva es quien está a cargo de la presidencia) pero la construcción política, y en consecuencia el sostén del gobierno, está concentrado en la figura del patagónico.

Esa división de tareas tiene, para el ex presidente, algunos costos. Es quien carga, por ejemplo, con el peso de mostrarse con Hugo Moyano. El camionero es una de las figuras con mayor nivel de rechazo social. Y Kirchner, sistemáticamente, se muestra a su lado.

En tanto, Cristina de Kirchner sufrió –incluso más que su marido– el mal momento del gobierno durante la crisis del campo y recién a partir de fines del año pasado comenzó a remontar. Venía con indicadores perdidosos: asumió con el 56 por ciento de imagen positiva mientras Kirchner, al dejar el gobierno, medía 64 por ciento.

Se derrumbó, desde abril de 2008 en adelante, con más velocidad y más intensidad que el ex presidente pero logró ahora superarlo y tener mejores indicadores de imagen positiva aunque, todavía, está unos puntos debajo en intención de voto.

¿Puede la salud de Kirchner incidir sobre esas percepciones? El dilema se despejará con el correr de los meses pero todo indica que no es irrelevante que una figura pública, con responsabilidad de conducción padezca, siquiera en el imaginario social, problemas de salud.

El ex presidente ha contado que cuando en 2003 pactó con Eduardo Duhalde para convertirse en su candidato a presidente, Cristina de Kirchner se opuso. La anécdota expresa lo que en el círculo áulico K se traduce con un simplismo: Néstor es pragmático; Cristina es rígida.

La relación con Moyano, actor inevitable a la hora de mapear al kirchenrismo, es un reflejo de esos modos diferenciados: la presidenta evita al camionero –se afirma, además, que lo desprecia– mientras que Kirchner, por necesidad, maniobra a favor del jefe de la CGT.

Esa división de funciones le permite a la presidenta libertad de acción. Es el patagónico, en definitiva, quien opera sobre gremialistas, gobernadores e intendentes para que se encolumnen detrás de las políticas K.

El caso Scioli, que estalló la semana pasada, es una prueba cabal: fue Kirchner, en persona, quien se abalanzó sobre el gobernador bonaerense frente a su comportamiento dubitativo, según el prisma de Olivos, en algunas medidas oficiales como la guerra con Clarín.

El ex presidente hace el “gasto”: choca, presiona, negocia. Su mujer expone, anuncia medidas y oficializa datos positivos. Esa relación simbiótica derivó, hasta ahora, en que la imagen pública y la intención de voto del matrimonio tengan comportamiento espejo: cuando uno sube, ambos suben; cuando uno baja, ambos bajan.

Especulaciones

Sin el dramatismo de la intervención de febrero pasado, la angioplastia que se le practicó de urgencia al ex presidente el sábado asoma como un factor hasta ahora no contemplado más allá de las largas especulaciones, algunas dramáticas, en torno de su salud.

En el diseño eternista de Kirchner, la presidencia de su esposa fue más una escala táctica que un deseo: ir por su reelección implicaba precipitar el despoder mientras que un intervalo de Cristina dejaba latente el retorno del ex presidente. Aquel dibujo está ahora en revisión.

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