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La pulseada del PJ es por el vice de Scioli

Sergio Massa sueña con un Scioli candidato a presidente y él a gobernador.

Sólo Sergio Massa flota, expectante, en la cosmogonía K. Amado Boudou regresó a Capital, Alicia Kirchner enterró su aventura bonaerense, Florencio Randazzo jamás se lanzó y Aníbal Fernández está, por estas horas, más aferrado a permanecer en su silla que a ser candidato.

Aquel operativo, pergeñado y ejecutado por Néstor Kirchner para inquietar a Daniel Scioli al inundar con candidatos K la provincia, está desactivado. Por acción y omisión, Cristina de Kirchner dispuso o, al menos, autorizó ese movimiento coordinado.

El efecto es doble: el gobernador quedó como único postulante bonaerense, al que sólo acecha Massa con la promesa de en febrero o marzo lanzar su postulación “por adentro” del PJ. Por decantación, salvo para el tigrense, la pulseada se enfocó en la candidatura a vicegobernador.

Massa, que pasó por Olivos, se abrazó y tuvo un diálogo amable con Cristina de Kirchner, contempla, más allá de la decisión o no de animarse a una primaria, un escenario probable: que la presidenta desista de competir por su reelección y Scioli salte al ring presidencial.

Sería herético para un kirchnerista asumir la posibilidad de que la presidenta no sea la cabeza de lista el 23 de octubre. Pero ante ese supuesto, se asume –con agrado o sin él– que Scioli irrumpe como plan B presidencial y Massa como plan B bonaerense.

Con sus formas particulares, el gobernador empezó la campaña en la costa, ratificó su alineamiento con la Casa Rosada pero deja latiendo, siempre, como una semilla del mal, la alternativa de entrar –sólo si Cristina de Kirchner no es– en la carrera presidencial.

Negociación

Aquella linealidad, que no es infalible pero sí altamente probable, esconde un indicio sobre los términos de la futura negociación por las listas de octubre. Ese proceso se quedó, en pocos meses, sin sus dos mayores ordenadores: Néstor Kirchner y Alberto Balestrini.

Cómo operará la presidenta frente a ese dilema, todavía lejano pero inevitable, es un interrogante. Se descarta que no será ajena pero tampoco se entrevé que replique el detallismo y los modos con que su marido se sumergía en el reparto de espacios y cargos.

La promocionada pretensión del ala pingüina de imponer al vice bonaerense, montados a la hipótesis de que en 2012 se fracturará la convivencia con Scioli, es un rasgo anticipatorio de esa discusión y no es exclusividad del kirchnerismo explícito.

En estos días, abrazados a una añoranza de otros tiempos, sectores del PJ bonaerense empezaron a agitar la pretensión de que el vice de Scioli sea ocupado por un dirigente del interior de la provincia. Fue así, recuerdan, con Antonio Cafiero, Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf.

Kirchner rompió ese esquema cuando puso a dos bonaerenses, incluso dos matanceros –aunque Scioli vivía en Abasto y luego se mudó a Tigre– en la fórmula. En los 80, también Herminio Iglesias ignoró ese mandato: él era de Avellaneda y pactó la vice con el platense Carmelo Amerisse.

Cafiero, en cambio, llevó al tandilense Luis Macaya, Duhalde se hizo escoltar por Rafael Romá, dirigente de Ramallo, y Ruckauf tuvo que convivir, por decisión del lomense, con Felipe Solá, con domicilio en Retiro pero con aura de criollismo del interior.

Así como desde el conurbano sur arguyen que si el gobernador es de la primera –Tigre, donde tiene domicilio Scioli–, el vice debe ser de la tercera, entre los caciques rurales comenzó a circular el reclamo de que el vicegobernador le corresponde, como antes, al interior.

La sugerencia no es genérica ni innominada. Dirigentes de al menos dos secciones le ponen nombre y apellido a ese reclamo y proponen al ministro de Agricultura, Julián Domínguez, como segundo de Scioli. O, llegado el caso, segundo de quien sea el primero; por caso, Massa.

El gobernador, experto en repartir elogios, suele hablar de Domínguez como el ministro que, junto a los intendentes bonaerenses y a Ariel Franetovich, su titular de Asuntos Agrarios, contribuyó a “pacificar” el interior de la provincia luego de la guerra gaucha.

Domínguez simula estar en otra sintonía pero, en las playas de San Bernardo, confesó que la presidenta lo habilitó para “caminar la provincia”. De ahí a que brote de un puñado de jefes la idea de postularlo como vice medió, apenas, una cena con su sobremesa.

Aunque su aparición es novedosa, está lejos de ser el único con la misma obsesión: Randazzo, ministro y jefe del interior –aunque vive en Gonnet–, también se anota para la vice bonaerense y expone, entre otros argumentos, el equilibrio entre lo urbano y lo rural.

Randazzo y Domínguez arrastran una añeja disputa de entrecasa sobre la jefatura en el territorio, que ambos dicen superada o, al menos, abandonada para dedicarse a asuntos mayores. El pulseo por la vice puede convertirse en la medalla por la que se toreen ahora.

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