País

Presencialidad y virtualidad

La pandemia abrió el debate por “una universidad más inclusiva”


Claudio Campanari

La vuelta de las clases presenciales en el sistema universitario produce hoy “un estado de debate” similar al que hubo cuando se tuvo que cerrar las aulas por la pandemia, ya que muchos alumnos consideran que con un sistema que incorpore la virtualidad “podrían seguir muchas más materias”, acortar el tiempo de cursada y evitar así los abandonos.

Este es uno de los planteos que realiza Mariana Maggio, profesora adjunta regular del área de Tecnología Educativa. del Departamento de Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, directora de maestrías y autora de numerosos textos sobre la relación entre tecnología y universidad, que acaba de publicar su nuevo libro, <Híbrida< donde da cuenta de estos debates.

“El cierre de las aulas provocó un efecto de shock y una movida impresionante, porque el colectivo docente tuvo que pensar muy seriamente como enseñar en entornos tecnológicos. Hubo que ser muy creativo y, en el ínterin de todo esto, fueron dándose situaciones interesantes. Por ejemplo hubo gente que había dejado las carreras y comenzó a volver porque no podía cumplir con las condiciones de la presencialidad, pero podía cumplir con lo virtual, gente que en vez de cursar una materia por los viajes empezó a cursar tres o cuatro”, dice Maggio, y agrega: “Empieza a emerger un movimiento, una corriente de pensamiento que piensa que es posible pensar una universidad distinta, mas contemporánea, que entienda que hay una oportunidad grande cuando se piensa en términos de elaboración en entornos digitales.

Pensando que esta elaboración, en investigación, se viene dando ya en las últimas dos décadas La vuelta a la presencialidad ocasiona otra vez una especie de shock, porque nos encontramos con estudiantes que en los últimos dos años sufrieron mucho, más allá de que pudieron sostener las cursadas, lo hicieron en realidades muy complejas y también los docentes atravesamos situaciones muy difíciles. Frente a la presencialidad plena aparecen quienes dicen «bueno hagamos de cuenta que lo que pasamos no pasó», lo cual es imposible y están los que dicen «yo no quiero volver atrás porque descubrí que hay cosas que las puedo hacer de una manera mucho más coherente, con los modos en que se investiga y se crea en la actualidad». Y ahí empieza a aparecer la gran pregunta de este momento: qué prácticas de la enseñanza queremos en la universidad, pero sobre todo cuáles son las más inclusivas”.

El interrogante de cómo se resuelven las cursadas

Sobre cómo se avanzaría en una universidad más inclusiva con todo lo aprendido, la profesora señala: “Cuando nosotros miramos cuánta gente egresa de la universidad en el tiempo teórico los números son preocupantes, esto no quiere decir que discutamos el derecho a estar en la universidad, al contrario, quiere decir que empecemos a discutir el derecho que tenemos a egresar de la universidad. Parece que cuando lo planteamos como la combinación de lo virtual y lo presencial, puede permitirnos generar prácticas de la enseñanza más interesantes, más ricas, más colaborativas y creativas, porque te permite recorrer caminos distintos y no solo uno homogéneo, pensando que toda la gente es igual. Algunos grupos quieren seguir como si nada hubiera pasado y eso es imposible, porque lo que pasó marcó nuestra subjetividad, la de los docentes y la de los estudiantes.

Por ejemplo en el plano de las políticas y de la gestión, hay alternativas que se abrieron donde todos empezamos a pensar que puede haber caminos distintos que retengan más a los estudiantes en las carreras y que las carreras conecten mejor con otras organizaciones de la sociedad o pensar qué proyectos de colaboración con otros actores se pueden sostener mejor en otros entornos tecnológicos. Entonces a esa complejidad y a esa riqueza es algo que nadie quiere renunciar, el problema es lo cotidiano cómo se resuelve la cursada. Ahí es donde se plantean los interrogantes”.

La también autora apunta cuáles serían los caminos que habría que recorrer para estas adaptaciones. Dice: “La normativa vigente permite que uno tenga hasta un 30% de virtualidad en cualquier carrera y si además la universidad tiene aprobado el sistema de educación a distancia, hasta un 50% de la carrera podría darse virtualmente. Entonces yo creo que hay dos caminos clave. Uno, reconocer que lo que se hizo fue muy poderoso e hizo que la gente estuviera mejor en la universidad que lo que estaba antes. Por otro lado hay que generar una línea que se está dando, más experimental, que es establecer qué diálogos se establecen entre lo virtual y lo presencial. Es como un momento más de la experimentación. Rediseñar y volver a pensar la práctica en la universidad y en todos los niveles del sistema es algo que está bueno, es algo que alentamos desde las políticas y las instituciones, no burocratizar lo híbrido, al contrario usarlo como palanca de transformación en el sentido que generemos prácticas para que las universidades sean instituciones más justas de lo que son”.

La educación universitaria no tiene que ser exclusivamente presencial

La universidad estuvo pensada desde sus orígenes a partir de lo presencial. ¿Cuáles serían los valores que se pierden con un entorno virtual?

Maggio subrabya: “Creo profundamente en la presencialidad, tenemos que poder definir cuáles son las cosas que pasan en la presencialidad que queremos que sigan pasando, hay mucha preocupación respecto de la vida universitaria, eso que se construye en los pasillos respecto de la participación política, cosas que no queremos que se pierdan. La educación universitaria no tiene que ser exclusivamente presencial para que eso pase. Hay definiciones que pasan por lo político, qué propuestas se generan para cada carrera pensando que esa es la mejor a la hora de sostener aprendizajes y de retener a los estudiantes. Generar propuestas inclusivas y construir conocimientos originales en este marco que le da sentido.

Este es el comienzo de la historia en el que tenemos que tener estas conversaciones que ya se están dando entre los rectores y las facultades, es un tema de agenda”, y concluye explicando los interrogantes que describe en su libro para iniciar una etapa de superación: “Es el momento de hacernos preguntas y trabajar en una construcción colectiva política sobre el planteo de lo que tiene que ser un salto hacia adelante, aprovechar esto que se abrió con la pandemia para dar colectivamente un salto hacia adelante que nos permita diseñar, crear prácticas de enseñanza en la universidad que sean fundamentalmente contemporáneas, propias de este tiempo y que sean profundamente inclusivas. Nos estábamos preparando antes de la pandemia en términos de rediseño, pero si uno lo piensa desde el colectivo docente fue un efecto sorpresa, no la vimos venir y ahora esta acá”.

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