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Reflexiones

La otra campaña arrancó antes que la web electoral

Se derrumbaban la noche del domingo varios estereotipos: que ganaría el oficialismo, que no habría balotaje, que la gente no cortaría, que el conurbano era inexpugnable, que las generales reflejarían, con pequeñas diferencias, el resultado de las Paso de agosto pasado.


Se derrumbaban la noche del domingo varios estereotipos: que ganaría el oficialismo, que no habría balotaje, que la gente no cortaría, que el conurbano era inexpugnable, que las generales reflejarían, con pequeñas diferencias, el resultado de las Paso de agosto pasado. Se demostraron otras verdades quizás más profundas, como que en la Argentina cuando el voto no peronista se sindica en un candidato que contenga los extremos, puede arrinconar al peronismo.

Con eso Mauricio Macri y Daniel Scioli lanzaron la campaña para las elecciones del 22 de noviembre cumpliendo el manual de estrategia, que dice que un balotaje se gana en el discurso en la noche de la primera vuelta. El candidato del oficialismo omitió mentar esa palabra (balotaje) y se tomó la previsión de atender a lo que dicen las leyes electorales, buscando el camino del medio de llamar al voto del peronismo que queda vacante para el nuevo turno y que libera el massismo.

La reflexión en la sala en donde Scioli preparó el discurso junto a Alberto Pérez, Diego Bossio y Cristina Álvarez Rodríguez era contundente: esta es una elección en la que el 65 de los votos son del peronismo, pero la fórmula del FpV está en un techo de 40 puntos.

Esa emergencia lo forzó a Scioli, el domingo a la noche, a (1) No admitir nada sobre números finales hasta que se conocieran los datos definitivos de la elección (2) Salir a buscar a los peronistas de UNA –José Manuel de la Sota, Roberto Lavagna, a Adolfo Rodríguez Saá, al propio Sergio Massa– para subirlos a este nuevo colectivo antes de que se le acerquen a Macri. “A los que eligieron antes otra propuesta, los convoco especialmente porque llegó el día en que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, clamó. Convocó a los peronistas a que lo sigan, pero también a radicales, socialistas y progresistas señalando a la fórmula de Cambiemos como una restauración del pasado, la comprometió con ajustes, devaluaciones, endeudamientos y buitres.

Un camino espinoso para una fuerza que debía explicar por qué no se ganó en primera vuelta como había insistido, corriendo el riesgo de lo que pasó, tener que soportar el resultado como un fracaso que ahora debe remontar. Y más cuando horas más tarde los titulares que lo daban como ganador se daban vuelta y señalaban un empate que por momentos lideró Macri.

La estrella de la noche, acompañado por un experto en balotajes como Jaime Durán Barba, atizó durante toda la tarde, con sólo los números resbaladizos de los sondeos de boca de urna, con la consigna de que había una nueva elección. Ése era su objetivo y, a menos que lo desmienta el recuento definitivo, insistirá que con el balotaje ya ganó. Las noticias de diferencias a favor de su candidatura en Córdoba, Jujuy, Mendoza, Córdoba, Santa Fe y una paridad ajustadísima en Buenos Aires alimentaron la euforia del cuartel de Costa Salguero. El resultado en varios municipios bonaerenses, en donde los candidatos de Cambiemos desplazaban a viejas dinastías del peronismo, condimentaron un optimismo que será la bandera en este segundo turno para resolver quién gobernará la Argentina.

El resultado que surgió del recuento provisorio es un reflejo de lo que ocurrió en las Paso, con la diferencia de que Cambiemos mejoró en distritos como Córdoba, Mendoza, La Rioja, Jujuy, Entre Ríos y en ciudades de Buenos Aires. La polarización que esperaban algunos en el último mes de la campaña pareció precipitarse cuando la propuesta massista repartió los votos entre Scioli y Macri. Había tres plazas testigo para la disputa en Buenos Aires: La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca, en donde el sciolismo debía recuperarse de la derrota que le infligió Macri en las Paso. El candidato opositor retuvo estas tres ciudades que representan el humor de los sectores medios de la provincia de Buenos Aires y que tiende, cada año que pasa, a votar como la Capital Federal. Es decir que se resiste, cuando tiene candidatos plausibles, a apoyar al peronismo.

Macri esperó a escucharlo a Scioli y la respuesta que le dio minutos más tarde Massa, para decir después su primer discurso de la campaña en el balotaje. El jefe del kirchnerismo disidente saludó la jornada como la del cambio en la Argentina, una primera respuesta a Scioli y un llamado a Macri, elíptico como todo en estos discursos de urgencia. Habló desde Tigre de elaborar un documento de propuestas que será el taller para negociar a dos puntas, aunque la señal de anteanoche privilegió el acercamiento hacia Macri al de Scioli. Insistirá en erigirse en el árbitro de la segunda vuelta, algo que debe forzar porque ésta será otra elección, otro campeonato, otra copa, en la que los dirigentes que perdieron como él y con él difícilmente arrastren a sus votantes del domingo. Los votantes de los distritos que ya han elegido autoridades (gobernador, intendente) quedarán liberados para la captura de los dos protagonistas del balotaje.

El llamado de Macri fue –esperable– al voto suelto que presume que queda liberado de la candidatura de los otros cuatro participantes en las elecciones de anteayer. Ya le rindió mucho en los resultados esa cacería con la consigna del voto útil. El candidato logró movilizar a los radicales que dudaban de apoyarlo en esta primera vuelta y que amenazaron con alimentar a Margarita Stolbizer.

Fue directo el pedido a “quienes no nos votaron” porque sabrá ganarse su confianza.

Halagó a las mujeres de la Argentina con el propósito de halagarla en público a Elisa Carrió, quien cosechó en Costa Salguero un tronante “¡Lilita!, ¡Lilita!”. Clave para confirmar su compromiso con el no peronismo justo ahora cuando tiene que salir a capturar a peronistas.

El deslizamiento de votos hacia su fórmula se verificó también en un voto conservador como fue el que buscaba un Rodríguez Saá. En San Luis hubo un fuerte corte de boleta en favor de Alberto Rodríguez Saá a gobernador y a Macri presidente.

Ese voto opositor arrinconó al oficialismo acercándosele mucho más de lo que vaticinaban las encuestas. Buenos resultados como los del Chaco o Formosa no permiten compensar pérdidas en los distritos grandes. Una marea que para el oficialismo se parece mucho a la elección de 1997, cuando Graciela Fernández Meijide le ganó a “Chiche” Duhalde las elecciones a diputados nacionales en pleno menemismo, con el agregado de derrotas en grandes ciudades del conurbano como Morón o San Martín que nunca más recuperó el peronismo. El domingo, los números en Pilar, Quilmes, Tres de Febrero, Esteban Echeverría, Lanús encendieron luces de alarma en el sciolismo y de optimismo en Cambiemos.

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