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La militancia que trajo a Perón

Por Eduardo Barcelona.- El 17 de noviembre de 1972 regresó el líder argentino desde Europa pero los militares no estaban.


El Día de la Militancia fue institucionalizado por el peronismo en reconocimiento a la movilización popular que logró el regreso del general Juan Perón al país el 17 de noviembre de 1972, después de 17 años y dos meses de ausencia producto del golpe de Estado que lo derrocó en septiembre de 1955.

El 72 fue el año de la movilización popular del peronismo y de otras fuerzas de izquierda que intentaban tomar el poder, en manos de las Fuerzas Armadas, para instaurar un gobierno de nuevo tipo, que algunas fuerzas pensaban como democrático y popular y otras proponían como un camino al socialismo.

Perón arribó al aeropuerto internacional de Ezeiza a las 11.08, en un viernes muy lluvioso, con un gran aparato de represión montado alrededor de la estación aérea, que no impidió que los sectores de la Juventud Peronista, del Partido Justicialista y de otros sectores internos del movimiento se acercaran a su líder, que volvía del exilio “sin odios ni rencores y sin pensar en revanchas”, como había declarado el día antes en Roma donde abordó el avión.

Los cálculos más egoístas dieron cuenta que en la jornada se movilizaron alrededor de 150 mil militantes, pero otras fuentes llevaban la suma a 250 mil, pero sólo pudieron llegar hasta el puente 12 de la autopista que lleva al aeropuerto.

El general Alejandro Lanusse, presidente de facto del país desde el 22 de marzo de 1971, fue el contendiente de Perón desde el poder, el que negoció el regreso, el que fijó las fechas con el ánimo de proscribirlo en las presidenciales del 11 de marzo de 1973.

La JP y el peronismo entero habían acuñado la consigna Perón Vuelve –con la P sobre la V corta– y el PC y sus aliados en el Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA) instalaron la consigna “el pueblo unido jamás será vencido”.

Meses antes del regreso al país, Perón había recibido a un delegado personal de Lanusse en Puerta de Hierro, el coronel Francisco Cornicelli, quien le había sugerido la posibilidad de un apoyo a la candidatura presidencial del dictador.

El 29 de junio, Perón ironiza sobre la sugerencia y dice: “Tengo más posibilidades yo de ser rey de Inglaterra, que Lanusse de llegar a presidente constitucional de la Argentina”.

Lanusse contestó la burla con la fijación de un límite. Emplazó a Perón a regresar al país antes del 25 de agosto para aspirar a la candidatura presidencial. El límite dictatorial oficializó la ruptura de la negociación con el peronismo.

En abril del 72, la guerrilla había ajusticiado al general Juan Carlos Sánchez y a su esposa y muerto al empresario italiano Oberdan Sallustro.

En los meses siguientes, hubo otras acciones insurreccionales, que llevaron a Lanusse a decir el 15 de julio que “si han tenido la valentía para empuñar las armas, que la tenga ahora para soportar el rigor de las armas”. La frase encerraba una advertencia más allá del marco de la ley.

En una entrevista periodística en Barcelona, Perón expresó: “Yo no regreso porque desde acá puedo conducir exactamente igual” y Lanusse aprovechó el 27 de julio para contestar desde el Colegio Militar: “No voy a permitir que corran a ningún argentino que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan: «Porque no quiere». En mi fuero íntimo diré: porque no le da el cuero para venir”.

La polémica siguió el 8 de agosto con Perón acusando a la dictadura de que no volvía porque “no se han alcanzado las condiciones mínimas de pacificación”. Días antes había circulado el rumor que el líder justicialista podría volar a Montevideo o que se radicaría en Punta del Este.

También hubo rumores de un golpe de Estado de tendencia nacional-populista dirigido por el propio Lanusse. Su ministro del Interior, Arturo Mor Roig, se mostraba muy activo y preocupado.

El 20 de septiembre, Cámpora anunció el alquiler del avión para el retorno por un valor de 75 mil dólares, unos 75 millones de pesos. La capacidad de la nave es para 150 personas.

Cuatro días antes del retorno, el ministro del Interior consigue que la Junta Militar trate la posibilidad de postergar la salida electoral, que era también una forma de impedir el regreso de Perón. El testimonio del hecho fue brindado a este cronista por el brigadier Carlos Alberto Rey, miembro de la junta militar, el 6 de junio de 2001.

Perón voló a la Argentina desde Roma y llegó a Ezeiza a las 11.08, en medio de una lluvia intensa y cercado por las Fuerzas Armadas. Hubo trasmisión en directo por televisión. Al bajar del avión, el líder justicialista saludó a los peronistas que estaban en el antiguo y desaparecido espigón del aeropuerto. José Rucci abrió el paraguas que lo inmortalizó, mientras que a su lado estaban Abal Medina y el coronel Jorge Osinde.

En Sinfonía de un Sentimiento, Leonardo Favio recupera una imagen que es cuando Perón sale del aeropuerto en el Ford Fairlane y se ve que sus ojos están inyectados de emoción. El parabrisas está mojado, sigue la lluvia, pero parece como que una gota sale en lágrima del ojo de Juan Perón.

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