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Cinco desahogos

La Lepra resurgió con una goleada

Bajo el interinato de Vojvoda, se recompuso de la derrota en el Clásico con una actuación contundente.


Cualquier psicólogo diría que el triunfo de Newell’s ayer fue “dedicado”. O sea, algo hecho a propósito pero de forma inconsciente. Sino no se entiende cómo un equipo que venía de recibir semejante golpe en el Clásico, goleó 5-0 a Racing en el Parque Independencia a los tres días. Dos equipos totalmente distintos en juego, despliegue, actitud y contundencia, separados apenas por algunas horas.

Claramente, el equipo quiso demostrar que aún tiene amor propio, orgullo y dignidad. Que las ganas de ganar están intactas y que la actitud no había desparecido. Sólo estaba oculta, tapada por el desconcierto y los conflictos que se vivieron puertas adentro.

Hubo efecto contagio desde lo positivo. Desde el primer minuto, Newell’s mostró intenciones de tratar de quedarse con el partido. Desde la simpleza que mostró Juan Pablo Vojvoda (con colaboración de Roberto Sensini) para armar el equipo. Cada cosa en su lugar: Marcos Cáceres de lateral, Fabricio Formiliano en la zaga, Diego Mateo como volante central ante la ausencia de Hernán Villalba, y Maxi Rodríguez alternando posiciones con Ignacio Scocco.

Y con Luis Advíncula que se fue soltando cuando percibió las facilidades que la defensa de Racing le daba. Sus primeras intervenciones no fueron demasiado claras, hasta que gambeteó un par de veces y metió el centro de zurda para el cabezazo de Emanuel Insúa.

El gol en contra de Damián Schmidt y la expulsión inmediata de Ricardo Noir llegaron en un momento más que oportuno. Para que Newell’s se fuera al descanso en plena calma y saliera decidido a noquear a Racing.

Primero fue Advíncula tras pase de Mateo, luego Maxi Rodríguez en dos oportunidades. Un 5-0 impensando en la previa porque el momento de Newell’s no daba para ilusionarse con una goleada. Tampoco lo que había mostrado el equipo en las dos primeras fechas del campeonato.

Pero sucedió. Un cambio repentino de entrega y corazón. La intención de sepultar allá en lo profundo las últimas frustraciones y los sinsabores. El resurgimiento del espíritu combativo. La recuperación anímica. La eficacia acompañando. ¿El disparador? Nadie podrá asegurar si fue el Clásico perdido, los cambios que eso generó o ambas cosas. Lo cierto es que Newell’s se mostró entero cuando estaba moribundo.

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