Cuando Heber Lopes expulsó al chileno Marcelo Díaz por doble amarilla, en el estadio MetLife de Nueva Jersey quedó sobrevolando la sensación de que el árbitro brasileño, reconocido por sus gestos ampulosos, podría llegar a aplicar la tristemente célebre ‘ley de la compensación’ en cualquier momento. Y eso sucedió al rato, cuando Rojo fue con vehemencia al piso, barriendo pelota y también a Vidal. Astuto, el chileno simuló la infracción como si lo hubiera arrollado un tren. Roja directa para el defensor argentino. El brasileño Lopes confundió a todos con un extraño movimiento, mostró la tarjeta a un futbolista trasandino y con el índice de la otra mano señaló al lateral albiceleste, que estaba tirado en el césped.
Entonces la final ya no fue la misma. Diez contra diez, pareció sentirse más cómodo Chile, que a partir de una implacable marca sobre Messi -por momentos lo encerraban entre cuatro o cinco-, supo sobrellevar un trámite cerrado y friccionado en la final.
“Tenemos mentalidad ganadora”, dijo Arturo Vidal tras la gran victoria chilena. Y sí, la cabeza jugó su partido en los momentos cruciales de la final. Messi falló el penal cuando Argentina podía sacar ventaja en la serie. Y un Biglia sin convicción le puso el broche a otra noche triste.