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La cuestión del aborto y de la vida en todas sus formas

Por: Carlos Duclos

Motivo de controversia será esta columna, seguramente. No hay que temerle a la controversia y a la disparidad de visiones si está cubierta de respeto, buena voluntad y deseos de encontrarse en un punto para comenzar a andar un camino que favorezca a la persona, le proteja la vida y le satisfaga el derecho a ser plenamente. Cuando los fanatismos se apoderan del espíritu humano y las pasiones saltan desenfrenadas, entonces ni hay punto de encuentro, ni nada que coadyuve a la construcción. Lejos de ello, el aniquilamiento del ser humano, de uno y otro bando, está en ciernes y peligra la creación.

Como el tema de esta columna es el aborto, para despejar dudas sobre el asunto, en cuanto de mí depende, diré nomás de entrada: voto en contra del aniquilamiento de la persona que tiene su hogar en el útero sea por corte con bisturí o aspiración. Yo no podría decir otra cosa, porque venero la vida y el sentido de la vida. Venero la vida digna y lucho hasta donde puedo por la vida de la esperanza del ser humano, la vivificación de sus sueños y la concreción de sus derechos. Y lo hago sea este ser humano creyente o ateo, blanco o negro, rico o pobre. Me apresuro a confesar, públicamente, que yo soy uno de los que durante cierto tiempo, en mi paso por este mundo, olvidé con una indiferencia rayana en lo despreciable, de lo importante que es la vida del prójimo en todas sus formas (no solamente biológica). Y es tal vez porque la misma vida me sacudió en el mismo abismo de la soledad, hasta hacerme ver lo determinante que es que me sublevo con indignación y vehemencia ante la hipocresía, el cinismo, el desprecio, la humillación de la persona, la muerte de sus derechos, de sus sueños y de sus posibilidades ¿¡Cómo no iba a sublevarme la muerte literal del “yo”!? Añado algo más para completar la idea: me conmueve la muerte no natural de todo animal, de toda criatura que ande sobre la faz de la Tierra. La vida es sagrada.

Como no tengo la más mínima intención de quedar bien con nadie, no tengo compromisos de ninguna índole, sólo con el Dios en el que creo y con mis convicciones, deseo aclarar que siendo respetuoso de la vida en todas sus formas: vida del equilibrio emocional, por ejemplo, acepto la muerte inducida del ser por nacer en casos excepcionales que no voy a explicitar en esta oportunidad, pues no es del caso. Claro que me permito aclarar que la determinación de la muerte de la persona por nacer, como única salida a un mal mayor, no puede estar en manos de un mero médico, ni de una acción ajustada a una norma (¡qué disparate!) sino de un comité ético-científico multidisciplinario conformado por notables que con la premura del caso debe dictaminar conforme aquello que fuera menester para bienestar de la madre y salvaguarda de su vida “en todas sus formas”.

Dicho esto, voy a reproducir un texto de Mónica del Río que me han enviado con pedido de publicación. Antes, voy a recordar que el texto en cuestión tiene que ver con el caso de la adolescente de 15 años violada en Comodoro Rivadavia por su padrastro y que quedó embarazada. La noticia en su momento señaló: “Una adolescente de 15 años quedó embarazada –según manifestó– porque la violó el concubino de su madre que permanece en libertad. Acompañada por su madre, la chica solicitó un aborto en el hospital regional y ante la negativa del nosocomio la madre acudió en enero a la Justicia, con abogados particulares, para solicitar la autorización”. Sucedió luego que la jueza de Familia Nº 3, Verónica Daniela Robert, se expidió en contra del aborto basándose en el dictamen de un comité de bioética y lo mismo acaba de hacer hace pocas horas la Cámara de Apelaciones.

Ahora reproduzco el texto de Del Río, una militante de una organización Provida: “Se levanta un clamor a favor de la vida. Desde todo el país llegan ofrecimientos para acompañar en este difícil trance a la menor violada y su familia y para cuidar al bebé –si quisieran darlo en adopción–. El penoso caso de Comodoro Rivadavia nos ha convertido –sin buscarlo– en testigos privilegiados de la Argentina profunda, de la que no ocupa los medios, de la que subsiste y resiste un proceso sistemático de descristianización, de globalización apátrida y de destrucción de la familia.”

Desde Chubut, Córdoba, Mendoza, San Luis, Tucumán, desde los cuatro puntos cardinales podríamos decir, brazos firmes y generosos se tienden hacia Comodoro Rivadavia intentando asir al pequeño-inocente que quieren asesinar. El otro pedido reiterado: “No sometan a esa joven mamá a otro hecho traumático; podemos asistirla, acompañarla, contenerla”. Mientras las feministas montan guardia en la puerta de la Cámara de Apelaciones tratando de agendar el día y la hora del crimen, los ofrecimientos se multiplican. Algunos nos cuentan que no han podido tener hijos, que llevan mucho tiempo intentando adoptar, y entonces no entienden por qué quieren matarlo; otros, en cambio, miran a sus hijos y tampoco entienden. Es imposible sintetizar los muchos mails recibidos y la riqueza que encierran (nuestro esfuerzo tiene una recompensa no mensurable: el ejemplo edificante). Lo que está a nuestro alcance –y muchos nos han pedido– es crear un canal de comunicación entre los suscriptores y los jueces de la Sala B de la Cámara de Apelaciones en lo Civil de Comodoro Rivadavia que tienen en sus manos la decisión”.

La disposición de la gente para adoptar al bebé y ayudar a la muchacha, según se ve, es un dato revelador y plausible. Debe merecer reconocimiento, en mi opinión, el valor de los jueces que actuaron en este caso y que consultaron a un comité de bioética. Se advierte que han actuado con responsabilidad y prudencia y no a la bartola como suele suceder en muchos estrados judiciales argentinos.

Sin embargo, deseo añadir algo complementario y que tiene que ver con la vida y, en especial con eso de “la vida en todas sus formas”. Lo hago en forma de interrogante, de pregunta: ¿No es hora de que también comiencen a llover mails reclamando por la vida de los derechos de los niños desamparados; de los adolescentes arrojados a la exclusión; de los papás desocupados, subocupados o mal pagos en sus trabajos; de los hambrientos; de los pobres; de los indigentes; de la tercera edad conculcada, sometida al escarnio, la degradación y el llanto? ¿No es hora de que comiencen a llover mails de todas partes del país a los despachos de los gobernantes reclamando por la vida digna de tantos sojuzgados y tirados a la pobreza y el llanto en un país inmensamente rico?

Y para terminar: ¿qué es esta vergüenza de que cierta dignidad de la Iglesia Católica española ha exculpado al rey Juan Carlos por la firma para la promulgación de la ley pro aborto? Señores, cuando se consiente un asesinato no hay nobleza o plebe que valga, se consiente un asesinato y nada más. Es decir, cuando se trabaja en favor de la vida y en oposición a la muerte no natural que promueven algunos, no puede haber favorecidos por su estirpe o rango de “nobleza”.

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