Región

Retiros voluntarios

La armadora de motos Guerrero quiere achicar personal

La firma ensambla los rodados en San Lorenzo. Sus clientes principales son los trabajadores de ingresos medios, que perdieron poder adquisitivo. De 4.500 motos mensuales en las mejores épocas, hoy producen poco más de mil. Tiene más de 200 empleados


La ensambladora de motos cuenta con un plantel de 220 trabajadores. Foto: Pablo Soria.

Las dos ruedas no escapan a la crisis: la armadora de motos Guerrero ofreció un programa de retiros voluntarios para reducir la planta de 220 trabajadores que tiene instalada en la zona sur de San Lorenzo. La empresa, que lleva 23 años en el mercado, argumentó que se desplomaron las ventas y ya no puede sostener a todo su personal. Los delegados admitieron que, de discutir premios por productividad con hasta 4.500 motos ensambladas por mes, pasaron a tener problemas a partir de 2015 y hoy pelean por el mantenimiento del empleo.

“Abrimos un canal de diálogo con Smata (gremio de los mecánicos) sobre retiros voluntarios para aquellos trabajadores a los que les interese la propuesta. A través del área de recursos humanos, analizamos una indemnización cercana al 100 por ciento y en cuotas”, informó Gonzalo Guerrero, uno de los dueños de la empresa.

Román Moyano, delegado de los trabajadores dentro de Smata, señaló que la actividad de la planta, donde se arman los rodados con partes en su mayoría importadas, “viene mal desde principios de año”. Es el último mojón de caída, más empinada, pero los problemas arrancaron –aclaró– con la llegada de Cambiemos al gobierno nacional. La apertura de importaciones sin ninguna regulación y las políticas económicas que adelgazan los bolsillos del trabajador promedio, principal destino de las motos económicas Guerrero, golpearon particularmente a la fábrica.

El referente gremial agregó que, en el marco de una reducción de la jornada –con la consiguiente poda salarial– de nueve a cuatro horas y la incertidumbre sobre el futuro de la firma, alrededor de 35 trabajadores habían acordado, desde principios de año, su desvinculación en busca de otras ocupaciones.

La empresa desemboca ahora en el ofrecimiento de retiro voluntario como la última de varias medidas para achicar costos en medio de la recesión. Antes, dio adelanto de vacaciones, que sumó a la reducción horaria. “Llegamos a un cuello de botella”, sintetizó Moyano.

El delegado puso en números la debacle: “El año pasado producían 2.200 motos por mes en la planta de San Lorenzo, ahora sólo 1.200. En 2015 estaban arriba de las 4.000”, comparó. Incluso, hubo épocas mejores: “Discutíamos premios por productividad con un piso de entre 3.500 y 4.500 motos mensuales. Ahora discutimos el sostenimientos de los puestos de trabajo”, marcó el cambio de escenario.

La estrella de Guerrero eran los modelos de 110 centímetros cúbicos de cilindrada, que estaban pensados para un consumidor específico: el trabajador de ingresos promedio. Ese comprador perdió el 40 por ciento del poder adquisitivo, y se perdió como cliente. “Si se le rompe la moto, la arregla”, puso como ejemplo.

Guerrero justificó la decisión a partir de la baja abrupta de las ventas en los últimos meses. “Hay trabajadores con 15 o 20 años de antigüedad y la estructura de la empresa ha quedado demasiado grande. Hace seis meses que las ventas no son las mismas que a principios de año y estamos obligados a realizar un achique”, justificó.

Sobre el volumen de operaciones, el empresario tiró sus números: “Estábamos en un número cercano a 3.000 motos en el mercado. Hoy, con toda la furia, llegamos a un piso de 1.000 o 1.200 motos por temporada. Teníamos cuatro líneas en marcha y ahora hay trabajando una sola con mucho personal y reducción horaria”.

Guerrero espera que, si la oferta de retiro es aceptada por entre 20 o 30 trabajadores, “la empresa se aliviaría” y podrá continuar activa a la espera de una mejora del panorama.

“Acá no recibimos subsidios. Lamentablemente tenemos que achicarnos. Se ha tornado muy difícil para cualquier empresario, tenga una pyme o una empresa un poco más grande. Manejamos un presupuesto en salarios por encima de los 10 millones de pesos. Y la ayuda estatal a través de programas puede resultar menor al millón de pesos”, siguió uno de los dueños de la empresa.

Otro de los factores de la encrucijada es la devaluación. Guerrero paga en dólares los insumos –motopartes– y vende los rodados ensamblados en pesos. El dueño juró que sostienen el empleo lo más que pueden: “Estamos al día y pagamos sueldos en tiempo y forma, como desde hace 23 años. Los socios de la empresa ponen dinero de su bolsillo porque los gastos son descomunales. La industria metalmecánica está atravesando una crisis muy profunda por el dólar alto y el cobro en pesos. Tenemos que dar crédito y no podemos vender cheques. El banco nos quita un mínimo del 56 por ciento anual para descontar un cheque”, enumeró los inconvenientes.

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