Ciudad

La angustiante búsqueda entre montañas de escombros

Por Agustín Schcoler.-. Una vez apagado el fuego entraron en acción rescatistas y perros entrenados para detectar víctimas, vivas o muertas.


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Silencio total. Somos la unidad de búsqueda y rescate. Si hay alguien ahí, grite o golpee”. Eran más o menos las 16 y lo que se veía era muy oscuro. De los tres cuerpos del edificio de Salta 2141, que estaban ordenados uno detrás del otro hacia el centro de manzana, del segundo sólo quedaban escombros. Entre los dos pisos de piedras acumuladas, de lo que fueron hasta ayer a la mañana unos cuarenta departamentos, una treintena de especialistas en desastres naturales trabajaban, junto a perros de rescate, con la esperanza de encontrar a alguien con vida. El panorama no era muy alentador.

Desde la terraza del paquete inmueble de bulevar Oroño 229, ubicado a unos cuarenta y cinco grados del lugar de la explosión, hacia el oeste, el paisaje impresionaba. Edificio, hueco, edificio. En el hueco se veía lo que fue el altillo del lugar donde ocurrió el desastre, 8 pisos debajo de donde solía estar. Sobre los escombros había un montón de rescatistas con pecheras de diferentes colores llegados desde todo el país para intentar sacar vida de las piedras.

“Silencio total. Somos la unidad de búsqueda y rescate. Si hay alguien ahí, grite o golpee”. En las construcciones de alrededor la situación no mejoraba. Las casas menos damnificadas tenían sus livings, cuartos y baños a la intemperie, con grandes impactos en sus techos. Toda la intimidad de estos habitáculos fue birlada. A lo lejos, en otro edificio, se podía divisar a un muchacho de saco y corbata sentándose en una cama matrimonial repleta de piedras, movía la cabeza, hablaba por teléfono y se agarraba la cara. La ventana de lo que tal vez fue su pieza, llegaba del piso al techo, no quedaba nada de pared.

Justo detrás de donde debía estar el segundo cuerpo de las casas de Salta 2141, se apreciaba uno de los laterales de un edificio, ubicado éste también sobre Salta, pero al 2000, con grandes manchones naranjas, posiblemente producidos por el impacto de grandes trozos de ladrillo. Sus paredes parecían comidas por polillas. Desde los agujeros caía agua.

Aclaración: esto no ocurrió en Gaza, fue en Rosario, ayer.

Más abajo, en una casa que tiene su ingreso por Salta, llegando a la esquina de Oroño, se podía ver lo que pudo haber sido un estudio. Ya sin techo, el cuarto, adornado con un revestimiento símil madera, tenía en una de sus paredes un gran mapa planisferio.

En el playón del supermercado La Gallega, había gente descansado, tirada en el piso, amontonada.

A las 17, en la zona del desastre, pleno centro rosarino, no se escuchaban autos ni motos con escape libre. Solamente se podía oír el ruido de vidrios siendo barridos en los domicilios aledaños, algo que, según dijeron más tarde unos gendarmes, confundía mucho a los perros que trabajan en el lugar.

Cuando se hicieron, más o menos, las 17.30, apareció un cuerpo sin vida. Unos bomberos hacía algunos minutos habían colocado una escalera sobre la cara posterior del primer edificio de Salta 2145 y se habían introducido en un departamento de la cuarta o quinta planta. Al principio parecía haber alguna esperanza, pero cuando sacaron la camilla por el hueco hecho en la pared por el que habían entrado, sólo se vio un cubrecama naranja envolviendo el cadáver.

Mientras tanto y más abajo, un rescatista le mostraba a uno de sus compañeros una foto encuadrada, vieja, en la que, desde lejos, se distinguía la imagen de unos recién casados.

“Silencio total. Somos la unidad de búsqueda y rescate. Si hay alguien ahí, grite o golpee”.

Apenas pasaron las 18, un operario, vestido de amarillo, prendió la primera linterna. Les esperaba una noche larga y complicada.

Esperanza y temor en el Heca y el Centenario (Por Luciana Sosa)

Desesperación. Las guardias de los hospitales Clemente Álvarez y Centenario eran una mezcla de angustia, esperanza y temor. Por un lado los médicos y enfermeros trabajando a contrarreloj con cada víctima que arribaba. Por el otro, familiares y amigos de posibles víctimas, preguntando y yendo de un hospital a otro al no encontrarlos en ninguna lista. Para peor, hasta el mediodía de ayer había muertos sin identificar, un vacío que hacía mucho más terrible la espera.

Junto a los servicios médicos una ambulancia de Gendarmería arribó al Heca con Guillermo, un joven estudiante de odontología que había sufrido lesiones. “Te paso los datos y el teléfono de la madre, que la estuve llamando pero no me pude comunicar. El pibe es de Reconquista así que quiere avisar que está bien”, se pudo escuchar de unos de los médicos de Gendarmería que llegó a la guardia del efector de avenida Francia. Más tarde llegó Iván, un amigo del estudiante: “Lo vi por la tele cuando lo bajaban de la ambulancia, vengo a ver cómo está”.

Cerca, el novio de una joven esperaba en la sala: “Nos dijeron que había perdido el conocimiento pero estoy esperando un parte, o por lo menos verla para avisar a la familia que se encuentra bien”.

Una joven de 20 años llegó llorando al Heca, llevaba un pañuelo arrugado en una mano y el teléfono celular en el otro. “Mi hermano vive ahí, él está bien porque se fue de viaje por el trabajo y ahora está regresando, pero a su esposa y a la beba no las podemos ubicar, entonces estoy recorriendo los hospitales”, explicó.

Por otro lado, otra chica buscaba a su hermana. Se la vio consultando en la guardia del Heca y luego esperando en el Centenario. “No está en la lista de internados pero dijeron por ahí que había personas con pérdida de conocimiento. Tal vez sea una de ellas, si me dejaran entrar a verlas, tal vez pueda dar con ella”, imploraba.

Con el teléfono en una oreja, mientras por la otra escuchaba a la informante de la guardia del Heca, un hombre esperaba saber de su amiga. “Tiene el local de lencería frente al edificio. No me responde al teléfono y sé que el local está destruido, tengo miedo de que le haya pasado algo”, temía.

La misma escena se vivía en la guardia del hospital Centenario, pero con incertidumbre aún mayor. Allí, los encargados del operativo tomaban datos de los interesados pero no informaban si la persona buscada estaba ahí o no, sobre todo porque en el nosocomio había hasta ese momento, cuatro cuerpos sin vida, de los cuales tres seguían sin identificar.

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