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La acción de empresas transnacionales en los países del Tercer Mundo

Por: Jesús Manrique

Todos los países del mundo necesitan inversiones extranjeras. Unos más que otros. Para seguir generando riquezas que conlleven el bienestar de toda su población. En este aspecto, se puede decir que el único país que no necesita estas inversiones es Estados Unidos, la primera potencia mundial. Muchos de sus estados tienen tanto poder económico como algunos países emergentes como Brasil o India, e incluso como países desarrollados.

Estados Unidos pudo desarrollar su enorme economía gracias a un acuerdo entre naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial para reactivar el comercio internacional, devastado por el conflicto bélico. Debido a ello es que los estadounidenses importan desde hace décadas recursos naturales, productos semielaborados, servicios, entre otros, con simples papelitos verdes.

Desde aquella época, el dólar estadounidense se diseminó por todo el mundo a través del comercio internacional, y actualmente la mayoría de los bancos centrales lo acumulan como reservas que sirve de respaldo a sus economías.

Los países más atrasados precisan de estas transnacionales para mover su economía, que generalmente son de extracción y explotación de sus recursos naturales y materias primas para exportación.

En este contexto de necesidad capital de inversiones extranjeras, aceptan la instalaciones de empresas transnacionales (o venden las propias con mínimas condiciones), que centran sus actividades de innovación de desarrollo científico y tecnológico en su casa matriz (país de origen), donde está el corazón de la empresa, los puestos de alto valor agregado y las decisiones estratégicas.

Estas empresas no toman en cuenta para nada la conservación del medio ambiente, la extinción de especies animales y recursos naturales no renovables. Si de por medio no hay un Estado fuerte y honesto que les exija, el saqueo es completo: en estos países atrasados pagan sueldos míseros si la legislación laboral en defensa del trabajador es casi nula.

De otro lado, compran en muchos casos porciones de mercado interno para monopolizar la elaboración de un bien o producto e imponer precios o utilizarlos para matar la industria nacional.

Las consecuencias de esta extranjerización a través de las transnacionales es que consolidan un perfil productivo, centrado en actividades primarias (materias primas), restándole valor agregado a la producción (que es sinónimo de bienestar social). Se origina un drenaje de divisas por las remesas de utilidades enviadas a sus casas matrices.

En suma, si el país receptor de estas empresas no impone ni exige requisitos diversos como reinversión de las ganancias obtenidas para generar más puestos de trabajo, asociación con empresas locales para lograr transferencia de tecnología, objetivos de exportación a nivel nacional más aún en sectores sensibles de la economía, lo único que se logrará es ser más dependiente al ir perdiendo paulatinamente el control sobre sectores claves del aparato productivo y de servicios y, lo más importante, decisiones de desarrollo tecnológico de exportación.

En este mundo globalizado no se tiene conocimiento hasta el día de hoy de un país que haya logrado su desarrollo pleno con empresas extranjeras. A excepción de Singapur, donde se generó un programa de desarrollo de proveedores locales y un marco regulatorio que pone reglas a la operación de las transnacionales. Precisamente, este país es el más expuesto a la crisis económica que viene de los países centrales, justamente por ser receptores de muchas empresas transnacionales.

Licenciado en Economía

asesor-consultor de Pymes

manrique_jesuz@hotmail.com

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