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Kirchner, matrimonio gay y despedida

Por: Pablo Ibáñez

Kirchner prevé discutir el miércoles próximo el matrimonio gay en el Congreso.
Kirchner prevé discutir el miércoles próximo el matrimonio gay en el Congreso.

Néstor Kirchner cincela su voto positivo. Lo trama para el miércoles próximo, cuando, si no estalla la agenda legislativa, el Congreso discuta el matrimonio gay. El patagónico votará a favor de autorizar esa institución entre dos personas del mismo sexo.

Por segunda vez se sentará en su banca de diputado. Y, se anticipa, por última. Kirchner atormentó con preguntas a amigos, ministros y legisladores sobre la conveniencia o no de renunciar a su cargo para desembarcar, en mayo, en la Unasur. Algo dirá el jueves, cuando presida una reunión del bloque oficialista de Diputados en el Palacio del Congreso.

Prometió, en estas noches de Olivos, abrazar el simbolismo de abandonar la banca como señal de fortaleza y de que permanece intacto el esquema eternista para que un Kirchner continúe en la Casa Rosada más allá de 2011.

A su lado, de todos modos, le susurran al oído los riesgos de desprenderse del escudo de fueros que aporta el diploma de diputado. Kirchner finge desprecio por esas sugerencias que teorizan, sin explicitarlo, sobre un hipotético tránsito carcelario.

Con sus gestos –firmar la renuncia y desprenderse de los fueros será el más robusto– el patagónico quiere trasmitir la vigencias del “plan 40,1” que preserva un casillero para el voto a favor del matrimonio gay en la hoja de ruta de la travesía hacia 2011.

En Olivos, Kirchner detectó –vía encuestas– que el público, por una diferencia tenue, se expresa a favor del matrimonio gay. Pero que, en sectores puntuales, núcleos duros donde al peronismo y a los K les cuesta entrar, la adhesión es mayoritaria.

Detona, en simultáneo, un duelo con la Iglesia, usina de la resistencia a ese reconocimiento legal a las parejas honmosexuales –arden los teléfonos del Congreso con planteos de religiosos–. Esas cruzadas, dicen en gobierno, generan simpatías.

Kichner cree que el mismo universo que sedujo con la ley de medios K caerá fascinado por su postura a favor de los derechos civiles de las minorías.

Votará, en ese caso, como si compartiera bloque con Vilma Ibarra, Martín Sabbatella y Jorge Rivas, y no con peronistas como José María Díaz Bancalari, Jorge Landau o Graciela Giannettasio, para quienes alcanza con habilitar la unión civil.

Agustín Rossi, precavido, declaró la libertad de acción y conciencia a los diputados K respecto al asunto. El patagónico presume –con datos que le soplan en el Congreso y desde la jefatura de Gabinete– que se impondrá su postura. La votación será, como nunca, transversal.

Esta semana, en Comisión, hubo cuatro dictámenes: el de mayoría, sobre la base del proyecto de Ibarra, y tres de minoría que van desde el rechazo pleno, de la cristiana Cynthia Hotton, a posturas intermedias de Patricia Fadel, Federico Pinedo y el peronista Landau.

Tanta dispersión no permite garantías, a simple vista, de que se imponga la postura a la que adhiere Kirchner. Si eso no ocurre, el ex presidente corre el riesgo de repetir el papelón del 3 de diciembre cuando su debut en el Congreso fue con una derrota estruendosa del oficialismo.

Por las dudas, convocó para el jueves próximo a una cena con el bloque de diputados del FPV que se entreve como una despedida del Congreso.

“El plan 40,1”.

El expediente sobre el matrimonio gay –un funcionario bromeaba con la paradoja de que un grupo anhela acceder a una institución de la que muchos otros quieren huir–, como continuidad de la ley de medios K, forma parte de la estrategia para ampliar el caudal electoral oficial.

El peronismo (una casa de enanos en el Delta: piso alto, techo bajo) le aporta, cuantifican en gobierno, algo más del 30 por ciento para una reelección. El resto debe surgir de sectores medios que, con los datos de la elección bonaerense, fueron reacios al gobierno.

La ilusión es llegar al 40,1 por ciento y que ninguna variante opositora logre acumular más del 30 por ciento, con lo cual –gracias al balotaje pergeñado entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín–, Kirchner podría aspirar a otro mandato. Si lo segundo no se cumple, el 45 por ciento se asume casi inalcanzable.

El voto a favor del matrimonio gay será, entonces, un movimiento que continuará, después del Mundial de Sudáfrica, con la conformación de un espacio político en el que Kirchner ensamble al PJ, con tribus gremiales de Hugo Moyano y Hugo Yasky, y sectores “progres”.

En ese acto, el patagónico enterrará el Frente para la Victoria (en coma desde el 28 de junio) y alumbrará otro sello político y electoral al que fantasea incorporar, tras pactar una especie de manifiesto, a referentes de la progresía no K como, entre otros, Sabbatella.

La foto conjunta, el miércoles en Córdoba, de Moyano y Yasky es un germen de esa costura: grafica, en un rubro sensible como el sindical, la confluencia de dos grupos que sólo tienen en común la empatía, por interés, convencimiento o necesidad, con el modelo K.

El resto del dispositivo, dicen los K, se irá ordenando con los meses y contará con un puñado de medidas de gobierno enfocadas a los sectores medios. Con los cuales, paradójicamente, los Kirchner parecen divorciados.

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