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Jubany. Canciones para definir lo que pasa

El músico Pablo Jubany habló sobre “La Espera”, su flamante disco en el que toma las pulsiones de su generación y propone, desde su subjetivismo, hacerse cargo de un tiempo que define como de incertidumbre y sin identidad. Se presentará hoy, a partir de la medianoche, en el Café de la Flor.


“Ocho canciones para definir una generación”, así se promociona La espera, el flamante disco de Pablo Jubany que dará a conocer formalmente esta noche cuando, a la medianoche, suba junto a su banda al escenario del Café de la Flor (Mendoza 862).
En este disco, Jubany toma las pulsiones –y las emergencias– de una generación –la de los nacidos en los albores de los 80– y las transforma en urgencias para tratar –desde su subjetivismo y su concepción de sujeto histórico-social– de extirpar preconceptos que, a su entender, sólo viabilizan una angustia generacional.
En La Espera se percibe una trama existencialista que atraviesa todo el disco de principio a fin. Pero lo que se oye no son sólo palabras profundas –tiempo, muerte, real, velocidad, crecimiento– sino una actitud previa que parece germinar preliminarmente a la canción y no junto a ella.
Hace algunos días, en el marco de un encuentro para promocionar este show, el periodista Federico Fritschi lo definía así: “Mucho se habla de la «década ganada» pero para Jubany ésta es la década esperada”. Y es que en La espera, el músico habla de un tiempo y de una ciudad –Rosario– que sufrió transformaciones y con ello transmuta otros modos de vida y formas de goce, circulación y apropiación.
La Espera es uno de los discos de esta década, un trabajo que desde sus figuras, metáforas, signos y lirismos pero también desde el lugar de la huella genuina –porque atraviesa al músico en su ADN y desde ahí al mundo local y total–, apunta a dejar marcas de un presente-pasado (y presente-futuro) que encierra no sólo oportunidades sino también nostalgias e incertidumbres diversas (y lo seguirá haciendo).
Es un disco del que cuesta apropiarse porque el hacerlo implica, para el que escucha, asumir las elecciones y también aquellas cosas que quizá no se pueden elegir. “Reconcíliate con tu tiempo”, propone, por ejemplo, en “Como los demás”, segundo tema del álbum.
Pero también La Espera es, por consecuencia –y esto lo hace más rico, al menos para este cronista– un disco que le huye a la cómoda asimilación, ya que para disfrutarlo habrá que estar dispuesto a tener que patear el tablero, barajar y dar de nuevo, para asumir por fin el gobierno de sus días.
En diálogo con El Ciudadano, Jubany contó los fines que no lo movilizaron a crear el disco y destacó: “No me interesaba expresarme o hacer catarsis”. Y profundizó: “Por distintas experiencias accidentales me fui dando cuenta de que, si uno abreva en sí mismo, hay cosas que funcionan como puntos de encuentro, porque hay puntos en común que tenemos todos que hacen que no sean experiencias sólo mías”, opinó.
—En el disco se percibe una actitud que parece germinar previa a la canción…
—Sí, totalmente. Eso tiene que ver con un plan previo en donde, antes de que las letras estén, ya había planteado el mapa del disco: las ocho canciones que están ahí. Hay un esfuerzo conciente por generar una especie de temática constante y cierto equilibrio.
—¿Por qué ocho canciones?
—Quería que sea breve. Hay también una idea medio perversa con respecto al plan. Quería que sea un disco más breve, lento, menos pop y menos bombástico en la lírica; que tenga cierta introspección porque estamos acá en Rosario, somos una banda con un reconocimiento modesto y quería hacer un disco lento, corto y con una temática que interpele a lo más inmediato, a lo que tenemos más cerca. Abandonar un poco la cuestión de la fantasía del rock and roll y enterrarnos en el lodo de la realidad, de la incertidumbre. Lo único que no se cumplió de ese plan es que sea un disco más orgánico y pastoral, porque terminó siendo elefantino.
—El rock muchas veces soslaya en sus obras la historia argentina más reciente hablando de temas que responden a otro tiempo. Tu disco viene a salvar esa situación hablando de actualidad pero también de antagonismos.
—Lo que traté de hacer con el disco es tirar la primera piedra para invitar a que nos hagamos cargo de este tiempo que nos tocó vivir. Que yo lo interpreto como muy lleno de incertidumbre en el que, además de lo político está el tema del rock, para mí abona a esta idea de un tiempo de incertidumbre, sin identidad, sin una cara visible. Lo que propongo a través del disco y a lo mejor en ese mecanismo genero ciertos antagonismos –pero no de enfrentamiento sino de contraposiones– que nos tocó y por lo tanto hay que empezar a construir una identidad porque creo que hacen falta definiciones. Me parece que urge, sobre todo en los artistas, que empecemos a representar nuestro tiempo, para que el día de mañana cuando se pregunten qué pasaba antes, nos puedan ver cómo referentes de algo, que empecemos a ver qué está pasando. Es ahora lo que está pasando.
—En esta fotografía de Rosario la mirada generacional marca urgencias expresadas en ironías como decir: “Usá la plata de tus padres, no es un pecado…”
—Lo que veo es una angustia generacional que es propia de la movilidad social. Lo que nos toca a nosotros es muy distinto a lo que vivieron nuestros padres. Esa comodidad a la que nosotros no accedemos genera una forma de culpa nueva en nuestra generación. La idea es invitar, desde la ironía, a no hacernos cargo de ciertas cosas. En ese sentido es irónico pero no tanto. Estamos diciendo “hacelo” porque acá hay una cuestión que va más allá de nosotros, una cuestión que nos toca y con la que tenemos que aprender a convivir. Esto no es una crítica a una cuestión de la realidad sociopolítica, no tiene una valoración, es simplemente una observación.

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