Si como afirmaba el escritor y ensayista Edward Said el de Palestina es “un concepto sumamente debatido y hasta cuestionado” porque “la mera mención del nombre, por una parte, constituye para los palestinos y sus partidarios un acto de importante y positiva afirmación política, mientras que para sus enemigos es un acto de negación igualmente enérgico, pero mucho más negativo y amenazador”, hoy esa brecha ofrece su lado más obsceno a partir de las permanentes ofensivas israelíes –de su gobierno y de una ancha franja de la población que lo apoya– que amenaza dejar a los palestinos casi sin territorios. Ya los ataques a la población indefensa son desembozados: niños pequeños son agredidos o encarcelados por el ejército y hay en esas acciones una clara negación del otro con derechos, tanto que ni siquiera es considerado como probable vecino, llevando a la acción concreta aquella afirmación de la primera ministra Golda Meir cuando dijo, a fines de los 60, que los palestinos no existían. A esta altura ya no se trata de ponerse de acuerdo entre las dos partes, de hecho las autoridades palestinas, Hamas y la Autoridad Nacional Palestina a veces dirimen su injerencia en ese territorio de forma nada amistosa, aunque aúnen esfuerzos para resistir la invasión israelí. Lo cierto es que la comunidad internacional ha decidido no intervenir directamente más allá de las condenas de palabra a la que hoy no debe dudarse en llamar “masacre palestina”, sobre todo en los territorios indefensos, donde ni siquiera existe alguna fuerza armada, sino sólo activistas que se defienden al estilo “Intifada”.
El reconocimiento de Trump a Jerusalén como capital de Israel enojó incluso a algunos aliados y hasta la Comunidad Europea condenó el hecho y llama a volver las cosas al estado anterior. Ni hablar de los países musulmanes, donde hubo manifestaciones de protesta de todo tipo. A principios de enero la misma Asamblea General de la ONU aprobó por amplia mayoría una resolución que declaró nula la decisión estadounidense y exhortó a todos los países a que se abstengan de establecer misiones diplomáticas en esa ciudad. Por lo tanto no se hace difícil pensar que el gesto de Trump haya encendido otra mecha con la intención de darle más excusas a Israel para mantener su bastión en Medio Oriente para un control más exhaustivo de la cuenca petrolera. Es decir, la guarda del elemento vital sólo se conseguirá con el dominio de la zona, por lo cual los palestinos no deberían entorpecer ese objetivo, “no deberían existir”.