Ciudad

Rosario contra-cultural

Idas y vueltas en la noche: ¿qué pasó con la ordenanza de nocturnidad y bares culturales?

Desde hace 10 años, se busca regular los bares culturales, pero sin éxito. Espacios para la música y el teatro, como también los boliches fueron desapareciendo. La inseguridad, los altos costos, las leyes vetustas y los cambios en los consumos culturales de la juventud entre los responsables


Foto: Franco Trovato Fuoco

La actividad nocturna de Rosario se ha visto drásticamente distorsionada desde la pandemia. La desaparición de numerosos espacios culturales, boliches y bares musicales podaron la otrora nutrida oferta de actividades nocturnas que iban desde muestras plásticas y funciones teatrales hasta recitales de bandas locales y fiestas temáticas.En las últimas semanas, la presidenta del Concejo Municipal María Eugenia Schmuck sostuvo que la nueva ordenanza que regule la nocturnidad será parte de la agenda de trabajo del segundo cuatrimestre, pero no es la primera vez que se intenta llevar adelante una iniciativa similar.

 En casi diez años, tanto concejales como organizaciones integradas por los diferentes actores culturales han presentado varios proyectos de ordenanza para regular la nocturnidad y darle reconocimiento legal a los espacios donde los trabajadores de la cultura despliegan sus actividades: todos naufragaron.

El Resorte, Jujuy esquina Pueyrredon – Foto: Leonardo Vicenti

La ordenanza n° 7.218, sancionada el 23 de octubre de 2001, fue modificada en varios momentos a lo largo de los años pero siempre teniendo en cuenta rubros muy particulares como salones infantiles y parques de diversión, o con la regulación en la contratación del personal de seguridad, la paridad de género en dichas contrataciones, pero no tuvo modificaciones en lo que confiere a la clasificación de los locales y sus incumbencias, aspecto que sigue intacto.

En 2014, las concejalas María Eugenia Schmuck y Fernanda Gigliani presentaron un proyecto propio que buscaban la reforma de la ordenanza para su actualización. El año siguiente, el bloque de Ciudad Futura ingresó un tercer pliego que pretendía derogar la ordenanza 7218. “Se trabajó durante los años 2016 y 2017 y los proyectos se unificaron para elaborar un único borrador con el cual trabajar en la comisión de Gobierno”, dijo Marina Magnani, concejala por La Cámpora, que presidía en aquel momento dicha comisión y que hoy lidera la comisión de Cultura de la legislatura municipal.

Otro pedazo de historia cultural y de la noche rosarina que se va: cierra el bar Berlín

“En ese momento avanzamos en una serie de modificaciones a la ordenanza 7.218, pero esas modificaciones con varias propuestas devienen en obsoletas, porque la situación económica de 2018 y 2019 hizo pelota a todos estos bares culturales, quedando muy pocos, especialmente aquellos que tenían un perfil financiado o subsidiado”, contó Magnani a El Ciudadano: “Finalmente, la pandemia cambió todo el paradigma de lo que era la nocturnidad, empezando porque los pibes y las pibas se van de joda a fiestas clandestinas en otras localidades, espacios donde no hay habilitación, ni seguridad y por ende todo es más barato, sumado al hecho de que algunos de los boliches grandes de Rosario cerraron. Quedaron muy poquitos espacios para salir a la noche, ya sea a bailar o disfrutar de una peña o un recital”, sostuvo la edila.

El decreto 2.474 emitido por la gestión de Mónica Fein en 2014 es el paliativo de mayor peso para que los bares que tienen números en vivo y actividades culturales tengan la posibilidad de funcionar en tanto realizan los trámites y modificaciones necesarias para tener la habilitación plena, “dando un marco normativo para el desarrollo de actividades culturales en éstos locales hasta tanto el Concejo Municipal modifique la Ordenanza 7218”.

Los ediles no fueron los únicos en elevar propuestas. El movimiento Espacios Culturales Unidos Rosario (Ecur), espacio en el que se concentraron muchos titulares de bares y cafés culturales, boliches y centros culturales  con el objetivo de crear una nueva normativa que los abrace, elevó en el 2015 un proyecto de ordenanza de “Club Social y Cultural” que fue opacado por las iniciativas ya circulantes en el concejo, y naufragó al año sin llegar al recinto.

Nocturnidad: “Cómo hacemos para tener actividades en una ciudad cada vez más conservadora”

El aumento de las tarifas, los alquileres, del costo de los insumos, la depresión económica que comenzó en aquellos años y la migración desde boliches más importantes a espacios de dimensiones más chicas significaron un golpe certero y contundente a la matriz de negocio de los espacios que concentraban la diversión, la nocturnidad y la cultura en Rosario.

A mediados de 2019, la situación estaba completamente dormida en lo legislativo, con las elecciones como telón de fondo. Pero las organizaciones que nucleaban a los actores de la nocturnidad y la cultura siguieron elevando su voz. 

Los bares culturales aún esperan por la regulación

Para ese entonces, la normativa existente regulaba un sistema de boliches, cafés, restaurantes y espacios culturales que no tenía nada que ver con la realidad. A la sombra de la ordenanza 7.218, la ciudad se quedó sin muchos de sus espacios más emblemáticos, como Kika, Bienvenida Cassandra, La Chamuyera, El Espiral, La Pacheta, Piedra Libre, entre otros lugares.

Kika Bar, Urquiza 1580

La pandemia siguió raleando el tablero de la nocturnidad y recién en 2021 el Ecur presentó un anteproyecto de ordenanza en el Concejo para ser reconocidos como espacios de producción y de trabajo, bajo la “Campaña por la Ordenanza de Espacios de Trabajo Cultural Independientes”, y denunciaban que la cultura estaba “en peligro de extinción”. 

El colectivo de artistas, productores y gestores de espacios realizaron múltiples acciones de protesta y de difusión del proyecto, aprovechando nuevamente el año impar y las elecciones de nuevo término, pero el pliego volvió a quedar en el camino y no llegó a ser discutido por los concejales, advirtió Paula Montes, titular del centro cultural Micelio a El Ciudadano, integrante del ya disuelto Ecur. La disolución del espacio hizo que el reclamo, si bien aún existente, perdiera fuerza para presionar más allá de la individualidad de los diferentes trabajadores de la cultura. “No hay una voluntad real de hacer una norma que nos reglamente como espacio. Hoy trabajamos con una habilitación a medias que es sólo social, bancada por la valorización de nuestra lucha durante la pandemia, y por la relación que tenemos con los vecinos, que parecen ser los únicos que nos bancan. El panorama es muy hostil”.

El centro cultural Olimpo, ubicado en la esquina de Corrientes y Mendoza. Hoy es propiedad del sindicato Luz y Fuerza y alberga transitoriamente a los estudios centrales de LT3
Un negocio muy difícil de sostener

“El relevamiento de las confitería bailables en la ciudad hasta la podés hacer vos de forma muy fácil, porque en la década del 90 había cerca de 30 confiterías, hoy hay cerca de 10 locales”, diagnosticó Carlos Mellano, de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica y Afines de Rosario (Aehgar). Para el bolichero, la decadencia de la nocturnidad obedece a varias cosas, fundamentalmente a los cambios de costumbre del público más joven: “Las cervecerías artesanales, reuniones en casas de fin de semana, las redes sociales, entre otros elementos cambiaron el patrón de cómo se divertía la gente hace 20 o 30 años a la fecha”

Luis “Lulo” Corradín, dueño del ex Berlín,  adivirtó a El Ciudadano que el declive de la nocturnidad comenzó con los aumentos de la tarifa durante el gobierno de Mauricio Macri: “Con los tarifazos del macrismo, empezó la cuenta regresiva de la industria del esparcimiento y la diversión”. Entre 2016 y 2019, el gas subió 1044%, mientras que la luz subió a nivel nacional entre 3400% y 5500% según el tipo de consumo.

La Bartolina, Salta 2817

Si bien el gobierno congeló en 2020 y 2021 las tarifas, los alquileres  (según el sitio Zonaprop) aumentaron un 427,2% desde 2015 hasta el primer semestre de este año. “Si vos tenés en cuenta que los boliches o bares funcionan un par de horas por la noche cuatro días a la semana, y para colmo el público no volvió a recuperarse del todo después de la pandemia, y las multas imposibles que pone la municipalidad, el negocio se hace realmente inviable”.

Corradín señaló también el aspecto burocrático del trámite de habilitación: “Si bien algunos tienen más espalda que otros para abrir nuevos espacios, por más pequeños que sean, no es tanto el costo de la habilitación sino el tiempo que conlleva”, admite el empresario. 

El sistema de habilitación de un espacio se desarrolla en etapas: en caso de faltar alguno de los requisitos (contrato de alquiler, informes de servicios, planos del local, informes acústico, entre otros requerimientos), te inhabilita para poder seguir a la etapa siguiente. Diferentes dueños de locales culturales consultados por este diario sostuvieron que el promedio de habilitación varía entre los 7 y los 18 meses: “El que no tiene tiempo o plata para aguantar la habilitación, la pasa bastante mal”.

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Una productora cultural independiente de gran experiencia dentro del ámbito de la cultura rosarina sostuvo que los diferentes espacios, ya sea gastronómicos o netamente culturales, viven bajo el ojo hostil de la Municipalidad: “Hay cuestiones políticas que definen la tranquilidad de acción o la hostilidad direccionada hacia determinados espacios culturales de parte del municipio que hacen que vos puedas trabajar libremente o te llenen de multas. Hay diferentes varas”. Otro aspecto que la trabajadora cultural pone en el centro de la discusión es la fusión que hace la ordenanza entre centros culturales y lugares gastronómicos con amenización musical en vivo: “Cuando se habla de nocturnidad se mezcla centro cultural con gastronomía, que es un sector que tiene más poder adquisitivo y otros intereses que los espacios culturales, además de otro horario de funcionamiento”, dijo la productora. 

Por otro lado, destacó la falta de diferenciación entre los espacios que tienen una dirección comercial con los que son de organización cooperativa: “Un bar cooperativo o un centro cultural con capacidad para 30 personas no tiene los mismos intereses o recursos que un espacio con habilitación  para 350 personas. No pueden pagar los mismos impuestos”.

Una noche cualquiera en el bar Berlín, ubicado en la cortada Fabricio Simeoni 1128. Actualmente, el espacio está en camino a reinventarse para ser el Museo del Che Guevara en Rosario

Desde el sindicato de trabajadores músicos de Rosario (Sitramu) sumaron otro elemento a esta ensalada del desastre: la concentración de los espacios que han abierto sus puertas en los últimos tres años en el centro, con muy pocas ofertas en los barrios de la ciudad. 

Entre la reducción de la oferta, los inmensos costos para la habilitación, puesta a punto y mantenimiento de un local pequeño, la inseguridad, el escueto número de taxis o de colectivos durante la noche, sumado a la depresión económica que no le deja demasiados pesos en el bolsillo al público y leyes viejas y desactualizadas terminan conformando una receta para el languidecimiento de la industria cultural de Rosario: “El horizonte sigue atado a que la gente valide o invalide esta forma de gestionar por parte del municipio a la industria de la diversión y ver a los bolicheros y a los trabajadores de la cultura”, sentenció “Lulo” Corradín. 

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