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Historias en color sepia

Se presentó el libro “Argentina. Los años dorados (1889-1939)”, que revela recuerdos de las primeras familias que poblaron el país, su estilo de vida y los avances sociales, políticos y culturales.

El mejor período de la Argentina en términos de prosperidad económica y proyección cultural es recreado con minucia en el libro Argentina. Los años dorados (1889-1939), una monumental obra que reúne más de 4 mil testimonios y 1.600 imágenes, cartas, retratos y caricaturas de la época.

Para Alberto Dodero, editor y autor de uno de los capítulos, la obra representa antes que nada un regreso a su infancia, a esas historias de un país rico y europeizante que escuchó a través de su abuela, Carmen Christophersen de Alvear, una mujer que supo codearse con el esplendor de las casonas afrancesadas y las grandes estancias.

“Yo tuve una relación particular con mi abuela. Fue ella la que me fue relatando todo lo que significó esa época –señaló Dodero a la agencia de noticias Télam–. Fue un período único que distinguió a la Argentina en distintos planos: por un lado a partir de su cultura y refinamiento, pero también por su fantástico sistema educativo y sus instituciones firmes”, señaló Dodero.

Argentina. Los años dorados, obra que fue publicada por primera vez hace tres años y que acaba de relanzar la editorial Ateneo en una versión aumentada, es una síntesis de los cinco años que el editor destinó a investigar en archivos, bibliotecas y museos, además de las entrevistas con distintas personalidades que accedieron a evocar historias personales y ajenas.

La riqueza de la obra se sostiene paralelamente en el cuantioso material fotográfico que la compone y en los textos introductorios de los diferentes capítulos, que llevan la firma de Félix Luna, María Sáenz Quesada, Ernesto Schoo, Silvia Francis Korn, la princesa Napoleón Murat, José Peña, Philippe Cros y el propio Dodero.

“Vamos recorriendo distintos hitos del período: la época dorada de Mar del Plata, las visitas de personajes ilustres como Albert  Einstein, la descripción de París en la Belle Époque y después de la Primera Guerra Mundial, la era de Alvear…”, enumeró el compilador.

“En la Argentina de aquellos años se tenía lo mejor y se aspiraba a lo mejor, porque había muchísimo dinero –señaló–. Fue la época donde se construyeron los grandes edificios que hoy forman parte de nuestro patrimonio, como el Palacio del Correo, el Palacio del Congreso o los palacios privados que se mandaron a construir con materiales importados de la mejor calidad”.

¿Se vuelve al pasado para remarcar su condición de irrepetible o es posible alentar la esperanza de recuperar ese espacio de protagonismo mundial?, preguntó El Ciudadano.

“El mundo era muy distinto a como lo concebimos hoy, pero la riqueza está –tanto la humana como la material–, por lo tanto no es una utopía creer en la posibilidad de reestablecer ese esplendor”, apuntó Dodero.

“París fue invitada a Buenos Aires. Frágiles objetos de arte adornaron los salones de boiserie dorada; una abundante cantidad de vajilla de porcelana comprada en Londres o en París llenaba las alacenas de la despensa, mientras que los placares del señor y la señora desbordaban por la enorme cantidad de prendas de vestir y accesorios. ¡Había que cambiarse varias veces, para cada evento mundano del día!”, ilustra uno de los capítulos de la obra.

“Las más sofisticadas recetas europeas se servían en las importantes cenas, donde reinaba una etiqueta impecable. Los niños debían aprender a hablar varios idiomas, de modo de estar preparados para insertarse en las altas sociedades europeas”, se explica a propósito de los estrechos vínculos de la sociedad de entonces con Europa.

Entre los capítulos más interesantes de Los años dorados… vale destacar “Los estadistas”, de Sáenz Quesada; “Las estancias”, de Félix Luna; “El Centenario”, de Schoo y “La década del treinta”, del arquitecto José María Peña.

“A mí me gusta mucho el capítulo que habla de los voluntarios argentinos en la primera gran guerra. Saturnino Unzué envió una gran cantidad de mulas para transportar armas por las montañas, y el gobierno francés le otorgó la Legión de Honor”, evocó Dodero. “La sociedad porteña donó 38 ambulancias y muchas ‘madrinas de guerra enviaban ropa y alimentos… hasta hubo aviadores que expusieron su vida, se donaron casas para funcionar como hospitales”, acotó.

La obra de Dodero se clausura hacia fines de la década del 30 con  el cambio drástico del panorama para la Argentina: “La situación internacional y los vaivenes políticos que se registraron a partir de entonces fueron despojando al país de su esplendor y su situación privilegiada en el mundo”.

“Si este país fue una potencia mundial porque tuvo gobiernos serios y progresistas, ¿por qué no puede volver a ser una potencia, con todo lo que tiene?”, concluyó Dodero.

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