Espectáculos

Heterogeneidad de los aborígenes

Raúl Mandrini analiza la historia de los antepasados americanos con una renovada perspectiva que apunta y señala las diferencias entre las distintas poblaciones que habitaron su geografía y que fueron las que le dieron identidad


libro

Por Paulo Menotti

La historia argentina nunca fue muy atenta con los antepasados que habitaron el actual territorio nacional. Sin embargo, en los últimos años nuevos estudios fueron alumbrando ese campo y aparecieron importantes aportes al conocimiento del pasado. Que hubo habitantes desde hace 12 mil años, que las culturas humanas atravesaron distintos periodos y se adaptaron de diferente manera, que los grupos se caracterizan por una heterogeneidad clara, son apenas algunos de los títulos que encierran nuevos debates, nuevos campos de investigación. Raúl Mandrini, con su libro América aborigen. De los primeros pobladores a la invasión europea propone un acercamiento a los renovados enfoques con un trabajo que engloba el pasado de las sociedades americanas desde hace más de diez mil años, hasta las cuestiones que incluso en el presente cruzan a los “pueblos originarios”. A continuación, el historiador analiza algunos aspectos del pasado de las sociedades americanas.

No existe en ninguna lengua americana indígena un solo término para designarla.
No existe en ninguna lengua americana indígena un solo término para designarla.

—¿Por qué subraya que es importante hacer la “historia” de nuestros antepasados americanos?

—Esa importancia puede referirse a dos cuestiones. Una es eminentemente académica. Tiene que ver con recuperar para la historia, o para la investigación histórica, un campo de estudios muy descuidado, cuando no simplemente ignorado. Partimos de la base de que el pasado del hombre, o de la humanidad, es sólo uno. Todas las sociedades humanas forman parte de ese pasado y por ende de la historia. Ese es el sentido de la historia social (o historia de sociedades) que, siguiendo a Eric Hobsbawn, nos proponemos hacer. En nuestro caso, esa importancia tiene también una dimensión política, en el sentido más amplio. La historiografía argentina nació con la Argentina, en la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con la instalación y organización del Estado nacional. Fue una historiografía nacionalista que se desarrolló estimulada y sostenida por el naciente Estado y le dio legitimidad. La necesidad de mostrar la homogeneidad de ese Estado-nación como nación occidental y europea, llevó a eliminar de ese pasado, o al menos del relato histórico, a aquellos que se resistían a incorporarse como tales olvidando su pasado como diferentes. En muchos casos, esa eliminación fue cultural o étnica (los aborígenes pasaron a ser paisanos); en otros, física. De ese modo, la población aborigen perdió su identidad como tal, fue relegada a un pasado más lejano estudiado por los arqueólogos, convertida en reliquias de museo. El proceso se dio también con los inmigrantes, para los cuales la integración fue más fácil, pues al fin y al cabo eran europeos. Ahora, si queremos entender la realidad social presente, debemos pensarla como heterogénea.

—¿Cómo debería nombrarse  esta población, como indígenas, aborígenes, indios, pueblos originarios?

—En realidad, ninguno de esos términos es realmente correcto, fundamentalmente porque unifican, al menos conceptualmente, una realidad social que se caracterizó, y se caracteriza, por sus profundas diferencias. Por eso, no existe en ninguna lengua americana indígena una palabra que designe al conjunto de sus pobladores ni a la totalidad del territorio. Fueron los europeos que conquistaron una parte de esa enorme masa de tierras quienes le pusieron un nombre, América y, una identidad como continente. América es una invención europea. Pero fueron también ellos quienes conservaron el término indio, usado inicialmente por Colón para referirse a poblaciones del área caribeña, que pensaba él que era parte de la India. El término se impuso y fue aplicado al resto de las poblaciones del continente, unificándolas como un sujeto común. Se barrían así las profundas diferencias de esas poblaciones. Lo que sí tenían en común esas poblaciones es que se habían convertido en “los otros” frente a los conquistadores. Eran los vencidos o sometidos. El término, formalmente incorrecto, adquirió también un carácter valorativo –negativo, por supuesto?; en especial cuando se trataba de pueblos no dominados o que resistían. Por eso, si el término “indio” aparece hoy como el más rechazado es, ante todo, por ese carácter valorativo que degrada o menosprecia a aquellos a quienes se aplica. Por eso, se prefiere –las mismas comunidades los aceptan? usar los otros términos: aborígenes, indígenas y originarios. Debe quitárseles, explícitamente, cualquier contenido racial, étnico o cultural que les asigne una unidad o alguna homogeneidad. Los arqueólogos han mostrado que ya existían algunas diferencias entre las poblaciones más antiguas del continente, esto es, hace varios milenios.

—¿Cuáles fueron los cambios sociales más significativos de los habitantes de la actual Argentina durante el período que aborda?

—Los primeros testimonios de la presencia humana, en el sur de la Patagonia, tienen una antigüedad de, al menos, entre doce y catorce mil años. Son escasos, muy escasos, pero muestran que había allí pequeños grupos de seres humanos. Es probable que hubiera otros, y también en otros lugares, pero sus restos no se conservaron o no se encontraron. Con el tiempo, esas comunidades se extendieron a otras partes y regiones y sus restos, cada vez mayores, fueron localizados en un mayor número de sitios. Como resultado, pocos milenios después había ocupaciones humanas en todas las regiones del territorio. Pensemos además que durante ese tiempo las condiciones ambientales se habían transformado radicalmente con el fin de la era glacial. Esos pobladores debieron entonces adaptarse y desarrollar nuevas estrategias para sobrevivir. Modificaron sus modos de cazar, se volcaron a otros recursos, adecuaron sus instrumentos o desarrollaron otros más eficaces, cambiaron las rutas por las que se desplazaban estacionalmente en busca de los recursos. Acumularon así una enorme experiencia y el modo de vida cazador recolector, que siguió siendo la base de la economía de esas sociedades, se acomodó a las condiciones de cada lugar. Ese modo de vida fue tan eficaz que aseguró la subsistencia de los hombres durante muchos milenios y permitió el crecimiento de la población y su extensión a nuevos y más variados ambientes; incluso estaba en práctica durante la invasión europea. Otras, en cambio, fueron modificando lentamente su modo de vida. En algunos lugares, como el noroeste del país, el cultivo de plantas y la cría de algunos animales se incorporaron lentamente. La vida sedentaria, nuevos desarrollos tecnológicos, el aumento de la población y una mayor complejidad social y política marcaron la vida de los pueblos de esa región. Las antiguas bandas cedieron lugar a comunidades aldeanas sedentarias y más adelante muchas de esas comunidades se aglutinaron para formar importantes jefaturas que se mantuvieron hasta la conquista española. En el litoral, en cambio, muchas comunidades cazadoras y recolectoras comenzaron desde temprano a aprovechar los recursos fluviales. Como vemos, los procesos de cambio fueron intensos y afectaron a todas la zona de lo que hoy es Argentina. Los efectos de esos cambios fueron distintos en cada región y dieron, en cada una, una identidad particular a los pueblos que allí vivían.

—¿Tuvieron algunas características en común entre esos pueblos?

—Es un tema difícil. Si aislamos rasgos o características de cada pueblo vamos a encontrar, a nivel muy general, algunas cosas que son comunes. Por ejemplo, eran muchos –en realidad prácticamente todos? los pueblos que practicaban la caza como actividad económica. Sin embargo, en cada lugar –a veces, incluso, en una misma región? esa práctica tenía características diferentes: las especies cazadas no eran las mismas, los métodos de caza y los instrumentos utilizados tampoco, la forma de organización de la actividad tenía rasgos distintos, su importancia dentro de la economía no era la misma en cada caso. Pero los rasgos individuales, aislados y separados, no ayuda a comprender a las sociedades humanas, pues el mismo rasgo tiene significados muy diferentes en contextos sociales distintos. Por eso, los antropólogos e historiadores prefieren en general considerar a las sociedades o culturas como entidades totales y en ese marco encontrar los sentidos y significados de cada rasgo particular. Visto así, las sociedades aborígenes americanas –y no sólo las del actual territorio argentino? presentan una notable diversidad y heterogeneidad. Cada sociedad histórica concreta tenía características específicas y una definida identidad particular. Insisto en esto porque, muchas veces, las grandes generalizaciones realizadas por algunos aficionados al tema han llevado a plantear verdaderos disparates.

Más de diez mil años

Raúl Mandrini fue hasta 2009 profesor e investigador del Instituto de Estudios Histórico-Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, en la cátedra de Historia Americana Prehispánica. Actualmente es investigador en el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires. Sus investigaciones se centran en la historia de los pueblos originarios de la región pampeana y sus adyacencias. Mandrini echa luz sobre los múltiples contactos que existieron entre el mundo de los nativos y el de los “blancos” o criollos. Así lo refleja en Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII-XIX (2006). También, es válido destacar el trabajo La Argentina aborigen. De los primeros pobladores a 1910, que antecede a América… y muestra la riqueza de las culturas locales retrotrayéndose más de 10 mil años.

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